Arte japonés para sanar las heridas de guerra en Colombia
10 de diciembre de 2020Muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas hemos roto un cuenco o un jarrón y hemos pensado: basura. Pero puede que nos equivoquemos. Según el arte japonés del kintsugi, existen razones de sobra para mantener un objeto alrededor, incluso después de que este se haya roto.
El kintsugi nos anima a ver el potencial de la belleza en la reconstrucción de estas piezas rotas y, al mismo tiempo, nos plantea que no tiene sentido ignorar o disimular las heridas, ya sean físicas o del alma. Por el contrario, revaloriza la belleza de las cicatrices: las roturas forman parte de la historia del objeto, lo hacen único y definen su identidad. Muchos definen el kintsugi como el arte de curar.
Hoy, artistas modernos han retomado el arte de reparar con adhesivo dorado para indagar en el concepto de pérdida y mejora a través de la reparación y renacimiento. En Colombia, las enseñanzas de este arte japonés del siglo XV también han llegado a través dela Fundación Prolongar, que busca sanar las heridas físicas y emocionales que ha dejado la violencia en el país sudamericano.
Sobrevivientes de minas antipersonales
Así, bajo el nombre de "reparación de la vasija", la Fundación ha utilizado el kintsugi como apoyo sicológico y emocional para víctimas y actores del conflicto. Con este fin, la Fundación, que empezó esta labor en 2015 con sobrevivientes de minas antipersonales en Vista Hermosa –el municipio con más víctimas de estos artefactos en Colombia– ha dado forma al proyecto "Arte para reconstruir", financiado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Fundación Konrad Adenauer.
Con el ánimo de hablar sobre la tragedia de la guerra, las cicatrices visibles en los cuerpos de quienes han sufrido y de los territorios rotos por la violencia, la Fundación ha hecho uso del kintsugi como metáfora que permite hablar sobre sus traumas, sin ser explícitos, para que las sobrevivientes encuentren nuevas maneras de reconstruirse, nuevos proyectos de vida y tengan la posibilidad de reinventarse.
"Las piezas rotas son una metáfora de nosotros como sociedad. ¿Cuáles pueden ser esos pegamentos dorados que nos permiten conectarnos, que reconocen las fracturas del pasado?", dijo la directora ejecutiva de la Fundación, María Elisa Pinto García, en entrevista con DW. "En el presente, el kintsugi nos invita a reflexionar y a pensar qué es lo que nos puede conectar", agregó.
"Reconstruir el presente"
Según aseguró la directora, el acompañamiento psicosocial para sobrevivientes se basa en la idea de reconciliarse con la historia para así "reconstruir el presente", implantando, en su "modelo de reconciliación", tres niveles: el individual, el interpersonal y el comunitario. En primera instancia, trabajan con cada participante por separado y después en talleres conjuntos.
En los talleres grupales participan los diferentes protagonistas del conflicto, anteriormente considerados antagonistas en la dinámica de la guerra: miembros de la fuerza pública, los sobrevivientes civiles y las personas en proceso de reintegración.
"Para crear comunidad es fundamental que personas, que se consideraban enemigas, trabajen juntas", aseguró Pinto, quien está convencida de que, a través del proyecto, los civiles, militares y exguerrilleros serán capaces de convertirse en "agentes de reconciliación".
Voces de los sobrevivientes: "Yo asimilo ese plato a mi vida"
Las voces de quienes participan son prueba de los buenos resultados que ha logrado el proyecto. "Yo asimilo ese plato a mi vida", aseguró uno de los participantes. "Cuando sufrí mi accidente con una mina, quedé desbaratado y pensando que no servía para nada. Pero le he puesto empeño: uno se reconstruye y vuelve a seguir", agregó.
"Creemos que el potencial de los talleres con kintsugi no se agota y sigue creciendo", aseguró a DW, por su parte, la directora de metodologías de la Fundación, Renata Serna Hosie. "Notamos que las personas logran hacer puente entre el objeto tangible que reparan y su experiencia. La simbología del kintsugi no queda en lo abstracto".
Ritos que crean comunidad
Según Serna, el kintsugi igual plantea una serie de retos. "No es solo pegar piezas, se trata de todo un ritual". El rito es parte integral del poder del kintsugi, ya que permite crear espacios comunes entre las personas sin que, en muchos casos, se necesite el uso de la palabra.
Así, la sanación y la transformación pueden suceder también espacios no verbales. "Muchas heridas de la guerra están albergadas en el inconsciente", afirmó Serna. "En la memoria corporal, en lo que no podemos nombrar ni decir".
Por su parte, para Pinto, los rituales son la cohesión de la comunidad, son maneras de compartir valores más allá de la comunicación verbal. "La no verbalización ayuda a crear comunidad entre quienes eran enemigos durante el conflicto", dijo Pinto, quien también hace énfasis en encontrar y crear vínculos a través de "nuestra humidad compartida".
Kintsugi para toda la sociedad
A raíz del éxito de los talleres con kintsugi, La Fundación Prolongar ha expandido, con su programa "Amalgama", sus talleres a un público más amplio; además de trabajar con sobrevivientes de secuestros, balas perdidas y violencia sexual, entre otros, la Fundación hace talleres con ciudadanos comunes en empresas, instituciones y entornos educativos.
Con esto, asegura la Fundación, podemos ver el potencial del simbolismo del kintsugi: "Con el kintsugi reconocemos que todos hemos estado rotos alguna vez en nuestras vidas, que todos tenemos cicatrices visibles e invisibles".
El kintsugi ha tomado un largo camino desde que surgió accidentalmente cuando el shogun Ashikaga Yoshimasa del siglo XV rompió su cuenco favorito de té y lo envió a China para que lo repararan. Hoy, el kintsugi no solo les sirve a los sobrevivientes de minas en Colombia, sino también a toda la sociedad como método para reflexionar sobre nuestras heridas y fomentar así la reconciliación. El kintsugi nos enseña a abrazar las partes buenas y malas de nosotros, a aceptar y celebrar la asimetría de la vida.