Justin, un robot con buena mano
11 de abril de 2013Justin no es una criatura extraterrestre, pero cabe decir que, en su interior, lleva los genes de un pionero de la astronáutica: el padre de este robot era un brazo mecánico que se expuso durante cinco años a la radiación cósmica para ejecutar las operaciones más diversas en el exterior de la Estación Orbital Internacional (ISS). Investigadores del Centro Aeroespacial Alemán (DLR) crearon a Justin y a su familia para evitar que los astronautas tuvieran que abandonar la seguridad de sus naves con tanta frecuencia.
“Abandonar la cápsula que habita la tripulación para cumplir tareas en el espacio es una experiencia tan maravillosa como peligrosa: cada excursión demanda mucha preparación porque ponerse el traje espacial no es fácil; todo eso es muy estresante para los cosmonautas”, asegura el informático Daniel Leidner, del Instituto de Robótica y Mecatrónica adscrito al DLR de la ciudad bávara de Oberpfaffenhoffen. Este experto supervisa la programación de Justin, quien acaba de ser presentado en la Feria de Hannover 2013.
Un robot más autónomo
Sus fabricantes confían en que Justin podrá cumplir misiones que ameritan delicadeza y habilidad manual, tanto en cuerpos celestes o regiones distantes de la Tierra, adonde sólo llegan las sondas espaciales, como en zonas de nuestro planeta que estén contaminadas por productos químicos o radiación nuclear. Los técnicos se proponen configurar al robot para que no todas sus acciones deban ser dirigidas por sus operadores: tras recibir una orden, Justin debería poder controlar los procesos y movimientos que le permitan ejecutarla.
En la Feria de Hannover, la exhibición industrial más importante del mundo, Justin recibió un encargo más sencillo para que lo cumpliera de manera autónoma: lavar una ventana. Daniel Leidner le informó qué cristal debía limpiar y le indicó los instrumentos que podía usar para ello. Luego, el robot se acercó a la mesa sobre la que se encontraban los utensilios de limpieza, “reflexionó” por un momento, tomó un limpiaparabrisas, se acercó al cristal en cuestión y lo lavó. “Fue Justin quién decidió cómo lavar la ventana”, aclara Leidner.
Articulaciones sensibles
El robot tiene a su disposición un banco de datos en donde está almacenada toda la información sobre los objetos que él puede usar como herramientas. Los objetos mismos están guardados en ese banco de datos en forma de documentos con formato CAD (diseño asistido por computadora). De ahí que Justin sepa cómo tomar y manejar los objetos aludidos. “Más importante aún: Justin tiene acceso a los modelos de proceso para esos objetos. Es decir, él sabe cómo operar el limpiaparabrisas cuando éste entra en contacto con el cristal”, acota Leidner.
Con este conocimiento de base, Justin puede deducir el procedimiento lógico que demanda la tarea asignada y calcular inmediatamente la serie de movimientos que debe ejecutar. Pero, ¿cómo hace esta máquina para no romper el cristal con sus poderosas manos mecánicas? Justin tiene sensores en todas sus articulaciones y estos dispositivos le permiten moderar la fuerza que éstas aplican. Sus dedos, manos y brazos responden a la resistencia que ofrecen los materiales y entran en una suerte de “estado elástico“.
Está por verse qué utilidad se le atribuye a este tipo de robots en el ámbito de la electrónica de consumo y el hogar. Hasta ahora lo que se sabe es que Justin puede ordenar tazas dispuestas de manera desordenada sobre una mesa o tomar un huevo en sus manos sin romperlo. En todo caso, la presentación de Justin en la Feria de Hannover sólo puede ser una mala noticia para quienes ven con recelo la rapidez con que avanza la tecnología de la “inteligencia artificial”, como el personaje de Will Smith en la película de ciencia ficción Yo, Robot.
Autores: Fabian Schmidt / Evan Romero-Castillo
Editora: Emilia Rojas Sasse