Japón: el problema de no tener el pelo negro como la mayoría
19 de noviembre de 2017"Hay que volver a clavar el clavo que quiere salirse de la madera”, reza un antiguo proverbio japonés. Una joven estudiante de Osaka cuestiona ahora que estas palabras se lleven a la práctica de forma tan radical. El tono natural de su cabello es marrón claro, mientras que el de la mayoría de los japoneses es negro. Cuando en 2015 entró en la escuela secundaria de la ciudad de Habikino, la dirección del centro le exigió que se tiñera el pelo de negro.
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La joven acató la orden, hasta que se dio cuenta de que se veía obligada a teñírselo cada cuatro o cinco días, porque si no, asomaba la raíz del cabello con su color natural. Pintarse el pelo con frecuencia salía caro y además podía ser perjudicial para el cuero cabelludo. Entonces decidió someter a juicio la intransigente actitud del centro educativo. "Es algo que me ha afectado psicológicamente”, dice la joven. "Además, no se han respetado los derechos humanos”, continúa. Por esa razón, exige una compensación de aproximadamente 16.500 euros. Según sus abogados, cuando la escuela volvió a reprenderla por su cabello, la estudiante colapsó y tuvo que ser internada en el hospital. Para más ironía, se trata de la misma escuela que prohíbe a sus alumnos teñirse el cabello, decolorarlo o someterlo a una permanente para rizarlo.
Tradición estricta
Hasta ahora, la escuela se ha mantenido firme en su posición con el apoyo de prefectura de Osaka. Según la dirección, la decisión se encuentra dentro de la ley vigente. "Tradicionalmente, las escuelas japonesas dan una gran importancia al aspecto externo de los alumnos”, dice Makoto Watanabe, profesor de comunicación y medios en la Universidad Hokkaido Bunkyo. "En algunos lugares, las escuelas insisten incluso en que los varones se rapen la cabeza. Yo opino que la disciplina y los uniformes escolares son importantes, pero el caso de esta joven podría suponer un atentado a los derechos humanos y a la libertad de expresión del individuo. Y esos son precisamente los valores que los jóvenes deben aprender en las escuelas”. Los centros educativos japoneses tienen un sistema estricto de reglas, según el cual, las escolares no pueden llevar joyas ni maquillaje y sus faldas deben tener un largo mínimo. Los jóvenes deben llevar siempre calcetines negros.
"Como clones deprimidos"
Voces críticas del sistema señalan que las estrictas reglas tienen como objetivo educar en la docilidad que se espera de los jóvenes cuando se incorporan al mundo laboral. Porque ahí les esperan innumerables reglas. "Es un comportamiento arraigado en todas las capas de la sociedad y cultura japonesa”, dice Robert Dujarric, director del Instituto de Estudios Asiáticos Contemporáneos de la Universidad de Temple, en Tokio. "Es una tradición que se remonta a la introducción del sistema educativo autoritario en la década de 1860”, explica. "Cuando los recién graduados llegan a las entrevistas de trabajo, llevan todos los mismos trajes y adoptan el mismo gesto facial adusto. Son como clones deprimidos”, dice Dujarric. "Asimismo, se esperan de ellos determinadas formas de comportamiento en el trabajo, que abarcan desde cómo se habla al teléfono hasta la adecuada posición al sentarse”.
Limitación de la creatividad
"Todo está codificado y regulado, pero limita la iniciativa y la creatividad, de tal manera que nadie puede ir más allá de lo establecido. En las empresas japonesas, eso está incluso mal visto”, prosigue Dujarric. Esa filosofía ha funcionado muy bien en el pasado, no hay más que ver los autos japoneses, sus electrodomésticos y muchos otros objetos, que son de los mejores del mundo. Pero Dujarric apunta también que "la falta de flexibilidad frena la fuerza innovadora y posibilita que empresas de la competencia situadas en China, Corea del Sur y otros lugares, superen a sus colegas japoneses”.
"Ni en las escuelas ni en las empresas me parece adecuado continuar, dentro de un mundo globalizado y cambiante, con las reglas estrictas y pasadas de moda”, dice, por su parte, Watanabe. "Cada vez hay más extranjeros en las escuelas, las universidades y las empresas. Cada uno con diferentes creencias, color de cabello y de piel”, continúa el experto. "Es algo que las personas más viejas, que son las que toman decisiones, deben aceptar. Hoy hay muchas personas menores de 50 ocupando puestos de mando intermedios, que están muy frustradas por sus superiores. Pero, finalmente, fueron los mayores quienes durante la posguerra fundaron empresas y lograron crecimiento. Por eso es prácticamente imposible prescindir de ellos”, explica Watanabe.
Así pues, a los jóvenes no les queda otra opción que esperar a que estas personas se retiren. "Creo que estamos ante un momento de cambio, pero Japón aún no está preparado para asumirlo”, continúa. El caso de la muchacha del cabello marrón mostrará si Japón acepta la individualidad. Watanabe no es muy optimista: "En teoría, los tribunales son independientes y neutrales. Pero ya hemos visto en el pasado que algunos jueces emiten sentencias muy subjetivas. Los responsables de este caso en el tribunal también son hombres mayores y conservadores. No creo que eso sea algo bueno”, pronostica.
Autor: Julian Ryall (MS/CT)