Inseminación artificial: subvencionada sólo para casados

Un tratamiento de inseminación artificial cuesta en Alemania una media de 1.400 euros. Hubo un tiempo en que las aseguradoras estatales cubrían la totalidad de estos gastos. Hoy sólo se hacen cargo del 50% de la factura y siempre con la condición de que los futuros padres conformen un matrimonio y no superen los 40 años ella, ni los 50 años él.

A las parejas que desean tener hijos de manera no natural sin estar casadas no les queda otro remedio que pagar la intervención médica de su propio bolsillo: una injusticia, opinaba una mujer de 34 años cuyo compañero, con el que mantiene una relación no burocratizada desde hace 10 años, es infértil. La mujer llevó el caso al Tribunal Social de Leipzig, en el este de Alemania, que le dio la razón. Hoy el Tribunal Constitucional, el máximo órgano judicial alemán en lo que a la protección de los derechos constitucionales se refiere, se la ha quitado. Incluso en el siglo XXI, ante la Ley un matrimonio es un matrimonio y una pareja, no lo es.

Casados ante la Ley

Durante 2005, en Alemania se llevaron a cabo 58.000 tratamientos de inseminación artificial, de los que nacieron 10.000 bebés. Según la Organización de Centros de Medicina Reproductora de Alemania, unos dos millones de parejas en todo el país no pueden tener hijos de manera natural. Al mismo tiempo, añade la organización, casi cada tercer niño en Alemania es hijo de padres no casados.

Exigir un certificado de matrimonial para que el sistema de salud participe en los gastos que conlleva un embarazo artificial no es ningún atentado contra el derecho a la igualdad de trato, sentencia el Tribunal Constitucional. La razón: un matrimonio es una unión que se establece de por vida y que se sella ante la Ley, por lo que los cónyuges adquieren obligaciones que van más allá del compromiso voluntario que es una pareja.

Como ejemplo cita el alto tribunal que los padres divorciados tienen que hacerse cargo de la manutención de sus hijos mientras se considere necesario, es decir, hasta que éstos puedan valerse, económicamente hablando, por sí solos. Sin embargo, la legislación establece que los padres separados sólo deben ocuparse del bienestar de sus pequeños durante los tres primeros años de vida.

Puesto que una inseminación no es una enfermedad, la legislación se reserva el derecho a decidir a quién subvenciona y a quién no. Y con su negativa a ayudar a las parejas no casadas no incumple la Ley.

En la estabilidad reside el secreto

Un niño necesita estabilidad, dice el Tribunal Constitucional. Por lo tanto, va en beneficio del menor el favorecer que éste nazca en el seno de un matrimonio. Además, continúan los jueces, un tratamiento de inseminación artificial no es una experiencia fácil de sobrellevar. Por lo general, al proceso lo acompaña el desgasto físico y psicológico. Las probabilidades de que el feto sufra malformaciones son altas. La seguridad que otorga la unión matrimonial contribuye a solventar con éxito los problemas que en el camino no natural hacia el hijo deseado puedan surgir.

Pese a todo lo dicho, el Tribunal ha hecho hincapié en que con su sentencia de hoy no pretende desestimar el valor de las uniones de hecho, ni menospreciarlas con respecto al matrimonio. Pero no todos consideran acertados los puntos de vista plasmados sobre el papel legal. El abogado de la demandante de Leipzig se confesó defraudado, y calificó la decisión de los jueces de "anacrónica".