Guantánamo: ¿más vale tarde que nunca?
8 de julio de 2004El caso de los prisioneros de Guantánamo provoca aún mala sangre en el viejo continente. Al fin y al cabo, entre los internos hay también varios europeos: un turco-alemán, procedente de Bremen, cuatro ciudadanos británicos y siete franceses. Esas son al menos las cifras que se manejan, si bien no hay claridad absoluta ya que Washington ha guardado la identidad de la mayoría de los reclusos como si fuera un secreto de estado.
Revisión tardía
Tantas han sido las críticas de organismos humanitarios y expertos en Derecho al proceder del gobierno de Estados Unidos en su afán de crear una especie de limbo jurídico ad hoc, que incluso el primer ministro británico tiene problemas perceptibles para no criticar abiertamente a George W. Bush y mantener su lealtad incondicional. Aunque Blair dijo recientemente comprender la posición estadounidense, fundamentada en el riesgo para la seguridad que puedan suponer los prisioneros, llegó a calificar de "anomalía" lo que ocurre en Guantánamo y a pedir una solución.
El anuncio hecho en Washington de que se revisará el status de cada uno de los reclusos, para determinar si efectivamente son "combatientes ilegales", es decir, si están vinculados a las redes del terrorismo internacional, ha provocado, por consiguiente, cierto alivio en Londres. Pero la medida llega bastante tarde, por decir lo menos. De partida, porque esa figura del "combatiente ilegal", creada para diferenciarlos de los "prisioneros de guerra" y privarlos así del resguardo de la convención de Ginebra, no tiene precedentes en el derecho internacional, como lo manifestó, entre otros, el abogado del joven turco-alemán Murat Kurnaz, internado en Guantánamo. Además, dos años y medio de reclusión, sin presentación de cargos formales, exceden sin duda a cualquier plazo razonable para establecer qué delitos se imputa a cada quien.
Objeciones europeas
Eso ya es motivo de sobra para el malestar de los juristas europeos. Pero hay más. La decisión del gobierno estadounidense de encargar la revisión de los casos a una especie de tribunal militar, configurado por tres oficiales "neutrales", también escapa ampliamente a la concepción del Derecho que se tiene en el viejo mundo. La neutralidad de los citados oficiales al parecer sólo será avalada por la palabra de las autoridades estadounidenses, y no está en absoluto claro si será posible impugnarlos. Tampoco se sabe si los afectados tendrán la oportunidad de tomar contacto con un abogado que los asesore.
El fiscal general británico, Lord Goldschmidt, indicó desde ya que los tribunales militares estadounidenses resultan "inaceptables" para su país. También el jefe de la diplomacia londinense, Jack Straw, considera que las cortes o comisiones castrenses no pueden garantizar a los ciudadanos británicos el tipo de proceso justo que les corresponde de acuerdo con el derecho internacional. Lo mismo podría aplicarse a todos los prisioneros de Guantánamo, 15 de los cuales serán llevados ante una corte marcial. Washington ha comenzado a reaccionar a los dictados de la propia justicia estadounidense, que la semana pasada reconoció el derecho de los internos a apelar contra su encarcelamiento. Por lo menos algo se ha puesto en movimiento. Pero de ahí a satisfacer los principios de un proceso en regla hay todavía un largo trecho.