Generación 2010: los jóvenes alemanes del oeste 20 años después de la reunificación
24 de septiembre de 2010
Cuando Matteo Brossette logra levantarse de la cama por las mañanas, no le queda tiempo que perder. Una ducha rápida, vestirse, un trago de café. La campana le sorprende casi siempre aún en la puerta de casa. "Menos mal que vivo a 20 metros del colegio", dice, "tardo en llegar a clase lo mismo que los maestros desde la sala de profesores".
Matteo estudia en la escuela de secundaria St. Irmgardis de Colonia, en la Alemania occidental. Su barrio, Bayenthal, es uno de clase media en el que se reside bien y al que se trasladan las familias que pueden permitírselo.
El Muro es historia
Hoy en clase de historia el tema es el pasado reciente de Alemania. Petra Linßen pregunta a sus alumnos cuántos han visto alguna vez un trozo real del Muro de Berlín. "La mitad o dos tercios lo han hecho", constata la profesora.
"El Muro en el Berlín occidental tenía un aspecto muy colorido, ¿os podéis imaginar cómo era en el Berlín oriental?", cuestiona Linßen. "No había nada", responde un chico. Sí, en el este no podían pintarlo, alguien sabe por qué, continúa el interrogatorio. "Nadie llegaba hasta él", contesta una estudiante. Cierto, a ese lado estaban las llamadas "franjas de la muerte" y las torres de vigilancia.
La República Democrática Alemania, la caída del Muro de Berlín, la reunificación del país son para los jóvenes alemanes de 17 o 18 años material de película. Sólo la unificación es desde su punto de vista una realidad: "yo no creo que el Muro siga existiendo en nuestras mentes. Yo he crecido en una Alemania unida", dice Matteo, y sus compañeros asienten.
La diferencia es económica
Thomas Gensicke, experto en juventud del Instituto TNS de investigación sociológica de Múnich, corrobora la impresión recibida en la clase de historia colonesa. 20 años después del desmoronamiento del "muro de la vergüenza", los jóvenes en el oeste y el este de Alemania conforman un grupo homogéneo, explica el sociólogo, lo que está relacionado con el hecho de que se crían prácticamente en idénticas condiciones.
Sin embargo, a la segunda mirada sí que se descubren algunas tendencias específicas: económicamente hablando, los chicos y chicas se encuentran en la parte occidental del país mejor situados. En consecuencia, la juventud en el este contempla el futuro con menor optimismo, sus miedos existenciales son mayores. Nada sorprendente, indica Gensicke, "si se tiene en cuenta que en el este la tasa de desempleo juvenil es el doble de alta que en el oeste".
Las preocupaciones materiales no acechan a Matteo: a su familia le va bien. Sus únicos pensamientos de cara al mañana están dedicados a terminar la escuela con buena nota, estudiar arquitectura e irse a vivir a Madrid, la ciudad de sus sueños.
Entre la música y la política
Esta tarde Matteo tiene visita de Josephine, una amiga. El garaje, convertido con un tocadiscos, una mesa de mezclas y un ordenador portátil en improvisado estudio, es el lugar de encuentro. Matteo pincha de vez en cuando en bares de la ciudad y produce su propia música, a medio camino entre el techno minimalista y el house. Josephine ha venido a escuchar las últimas canciones.
La música es un elemento central en la vida de Matteo. La política le interesa, pero no participa de ella activamente. Hace poco, en un concierto de punk electrónico en Leipzig, le llamó la atención que los jóvenes del este están más politizados. "Muchos llevaban camisetas contra la derecha o con eslóganes como 'Make love, not war'. Aquí eso sólo se ve en las manifestaciones, pero allí llevan esas camisetas a diario", cuenta. Al parecer, los alemanes orientales hacen públicas sus ideas políticas más que los occidentales.
Josephine observó algo similar, aunque en la dirección contraria. Los chicos de Usedom, un pueblecito del Estado federal de Mecklemburgo Pomerania Occidental, en el este germano, la dejaron un tanto consternada. "En Usedom todo el mundo escucha Böhze Onkelz", un grupo de música que niega ser de extrema derecha, pero que es conocido en esta escena. "Me pareció muy fuerte verlos andar por ahí con camisetas de grupos de extrema derecha ", dice.
En el oeste está el mañana
También en la Alemania oriental los extremistas de derechas son minoría, recuerda Thomas Gensicke. Hechos como los que describen Matteo y Josephine los explica el sociólogo aludiendo a que los jóvenes del este cuestionan más la política, la economía y la sociedad germanas que sus compañeros en el oeste. La razón es que padres, maestros y medios de comunicación transmiten en la zona occidental del país una imagen mucho más positiva del sistema.
Josephine podría imaginarse viviendo en el este de Alemania; ahora, eso sí, sólo en una gran ciudad. La mayoría de los chicos y chicas del oeste, sin embargo, no son tan abiertos a un traslado de ese tipo. La opinión general es que del lado occidental las perspectivas a la hora de encontrar un lugar de formación y un trabajo son mejores. Lo mismo cree la juventud en el este: muchos de ellos ven su futuro al otro lado de la frontera que ya no existe, donde el sistema funciona mejor.
Autora: Birgit Görtz/ Luna Bolívar
Editor: Pablo Kummetz