"Fidel Castro ordenó asesinato de Kennedy"
4 de enero de 2006
Sabemos que Lee Harvey Oswald fue el asesino, pero quién ordenó el crimen y por qué, ha sido uno de los rompecabezas más difíciles de armar. A la búsqueda de las pistas abandonadas por los investigadores estadounidenses se lanzó el cineasta alemán Wilfried Huismann, experto en temas latinoamericanos y uno de los mejores conocedores de la política y la sociedad cubanas que hay en Alemania.
Tras 3 años de trabajo investigativo de un equipo estadounidense, mexicano y germano, dirigido por el documentalista Huismann, se logró establecer que "el crimen fue el resultado fatal de un duelo a muerte, aunque nunca pactado oficialmente, entre los hermanos Kennedy, John Fitzgerald, el presidente y Robert, su hermano menor, para hacer desaparecer del mapa a Fidel Castro y éste último para darle un golpe al Imperio", revela Huismann a DW-WORLD.
Cita con la muerte
En el documental "Cita con la muerte", que se estrena en Alemania, Huismann reconstruye "la guerra secreta del Gobierno estadounidense bajo John F. Kennedy contra el régimen comunista de Castro". Sin que ni el Congreso de Washington y ni la opinión pública se enteraran de las acciones desestabilizadoras contra Cuba, se estaban gestando actos de sabotaje e intentos de asesinato, por lo demás, ya en esa época una contravención de las leyes estadounidenses.
"Una figura protagónica la desempeña el cubano Rolando Cubela quien, por encargo de los Kennedy, debía matar a Castro", cuenta Huismann. Con la elección de Cubela como agente al servicio de los Estados Unidos, la administración de Kennedy habría de cometer el más garrafal de los errores. Rolando Cubela era un doble agente: le servía a Washington, pero también a La Habana. Así que no es ahora de extrañarse que Castro y su gente estuvieran, perfectamente, informados de los pasos de los hermanos Kennedy. Una especialidad de la Guerra Fría.
En "Cita con la muerte", el documental que presenta los resultados del trabajo investigativo, Huismann muestra las dos tésis centrales: los planes de asesinato mutuo que se tejen paralelamente en la segunda mitad del año 1963. La CIA arma a Cubela con bolígrafos-pistola y veneno letal y los cubanos llaman a México a Lee Harvey Oswald para ordenarle disparar contra Kennedy.
En México también se tejió la red
México, según Huismann, se convierte en la torre de control del complot. Pedro Gutierrez Berrío, jefe de la policía secreta mexicana, era muy amigo de Castro y el país tenía, según las pesquisas, un acuerdo de cooperación con Cuba. Los agentes cubanos se movían por doquier con identidades mexicanas y la Embajada de Cuba en Ciudad de México acogía a Lee Harvey Oswald durante las reuniones para ultimar los detalles de la acción homicida.
Y es en ese país en donde las pistas del asesinato se pierden por décadas. O, para ser más exactos, se desdeñan adrede por las autoridades estadounidenses. ¿La razón? "A Washington nunca le ha interesado que por seguir las pistas mexicanas se develen los planes concretos de los Kennedy de asesinar a Castro".
El asesino, un fanático y el autor intelectual, un Jefe de Estado
Importante es saber ahora cómo llegó el régimen cubano a saber de la existencia de Lee Harvey Oswald y a establecer el decisivo contacto. En las más de 4.000 páginas de los archivos que reposan en México está la solución: los rusos le recomendaron a los caribeños integrar al fanático joven estadounidense. "Oswald fue entonces utilizado como un arma humana contra los Estados Unidos, aprovechándose que éste odiaba a muerte el sistema capitalista y quería convertirse en héroe de la revolución cubana", acota Huismann.
Una vez develada la autoría intelectual del asesinato de John F. Kennedy ¿le espera acaso a Fidel Castro el exilio en Guantánamo? Wilfried Huismann no cree que Washington tome ninguna represalia ni política ni jurídica, pues de lo que se trata es de esclarecer un amargo capítulo de la historia pasada.
Carrera por la desaparición del contrincante
Lo que se dio fue un "duelo de la Guerra Fría en donde dos líderes competían en, prácticamente, el mismo campo". Kennedy, muy popular en el mundo por sus ambiciones de paz y proyectos de atención a los pobres, sobre todo en América Latina y Castro, muy popular también por su ímpetu para acabar la injusticia social que cundía en la Cuba de Batista.
Sea como sea, la desaparición violenta de Kennedy sigue siendo un trauma y el muerto un mito. A ello se suma la certeza, según el documental, de la autoridad intelectual de Castro en el magnicidio que bien puede causar un shock entre quienes han odiado o han amado, tanto al fallecido como al aún gobernante.
Habrá más sorpresas
Vivo también está aún el personaje a quien le debe Castro la información de que se tejían planes letales contra él: Rolando Cubela que vive en Madrid, como cualquier pensionado, después de dejar su más loable profesión de cirujano.
Pero ahí no parece pararse esta ruleta cubana de engranaje estadounidense y fichas mexicanas. Las miles de páginas que hay aún por estudiar prometen traer más sorpresas.