Esclavitud en aras de la economía de Portugal
16 de marzo de 2017Solo en São Teotónio, un pueblo con 6.500 habitantes, hay más de 4.000 inmigrantes ilegales. En la región hay probablemente varias decenas de miles.
Los indocumentados cosechan naranjas, siembran plantas o recogen fresas para la exportación a otros países de la UE. Trabajan a menudo diez o más horas al día, los fines de semana y días festivos. "Y reciben salarios de hambre de entre 3 y 3,40 euros por hora, si tienen suerte", cuenta Mahendra Sapkota, un trabajador nepalí.
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Los portugueses no quieren hacer trabajos mal pagos
"Alguien tiene que hacer este trabajo", explica Tânia Guerreiro, trabajadora social de la ONG Taipa de Odemira, que asiste a los asiáticos en São Teotónio. En Alentejo hay muy pocos trabajadores y en el resto de Portugal hay muy pocos que quieran hacer este duro trabajo.
En algunos casos, las empresas contratan legalmente a trabajadores en sus países, pero la mayoría de los asiáticos en Alentejo entró ilegalmente al país. Muchos de ellos son víctima de redes de trata de personas. Los "criminales”, según el vocero de la Policía GNR, "son europeos del Este e indios”.
Pero es difícil probar el tráfico de personas en la agricultura, admite Rita Penedo, directora del Observatorio Portugués de Trata de Personas. Este es un fenómeno reciente y es muy difícil obtener pruebas.
Condiciones infrahumanas
Según la trabajadora social Tânia Guerreiro, los trabajores asiáticos en Alentejo viven, en parte, en condiciones infrahumanas: hacinados en contenedores o en viviendas en mal estado, a menudo sin electricidad y agua corriente.
La mayoría de los asiáticos en Alentejo no tiene papeles. "Y el nuevo gobierno de Portugal ha hecho la legalización posterior de los trabajadores prácticamente imposible. Pero la realidad es que cada vez llegan más porque la industria agrícola en Alentejo se está expandiendo hacia mercados internacionales", apunta Guerreiro.
Portugal necesita divisas y las exportaciones de fruta a países de la UE, como Alemania. Sin mano de obra barata de Asia parece imposible mantenerse en el mercado. Un círculo vicioso frente al que las autoridades cierran los ojos.
Mientras las empresas agrícolas exportadoras necesiten trabajadores y ni los portugueses ni otros comunitarios estén dispuestos ha hacer este duro trabajo por el salario mínimo de 500 euros, la afluencia de asiáticos no parará, dice Tânia Guerreiro, quien concluye que "los asiáticos son esclavos en aras del crecimiento económico portugués”.
Jochen Faget (jov)