“En Chile existe un desprecio socioracial muy grande”
26 de noviembre de 2006“Los españoles no los pudieron vencer. Sin embargo, los criollos y muchos extranjeros, a través del engaño, leyes aparentemente protectoras, discriminaciones, de guerras espantosas… hicieron una verdadera masacre, un genocidio, logrando que un pueblo que era populoso se redujera a la décima parte de lo que fue 200 años atrás”, cuenta sobre el destino de los mapuches, la mayor etnia de Chile, Juan Guzmán Tapia, más conocido como “el juez Guzmán” porque fue él quien en su día dirigió el archifamoso proceso contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet.
Alejado de los tribunales, Juan Guzmán es hoy “werken” y “peñi”, es decir, “portavoz” y “hermano” de los mapuches, la gente de la tierra, y de los lafkenches, la gente del mar. Así se lee en los papeles que oficialmente lo han convertido en embajador de los indígenas ante Chile, “porque ellos no se sienten chilenos”, y ante los restantes Estados y organismos internacionales.
DW-WORLD: El reconocimiento de los mapuches como pueblo requeriría en Chile una modificación de la Constitución…
Juan Guzmán: En efecto. En Nueva Imperial, muy cerca de una ciudad que se llama Temuco, el candidato a la presidencia de la república en 1989, Patricio Alwyn Azocar, se comprometió a tratar de modificar la Constitución para que se reconociera a los mapuches su calidad de pueblo. En 17 años de gobierno de esta “seudodemocracia”, o yo le llamo también “proceso hacia la democracia”, puesto que no estamos en democracia, no se ha obtenido el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas y, sin embargo, se pretende introducir una frase en la Constitución que dice “Chile es uno solo, e indivisible”. Lo que en el fondo es de Perogrullo. Nadie está diciendo que vayamos a dividirnos en Estados. Lo único que quieren los pueblos originarios es su reconocimiento como pueblo, con derecho a la diversidad, como lo exigen los tratados internacionales.
Obviamente que esto significa ir trabajando paralelamente con los beneficios para los indígenas. Ellos no quieren dejar de ser quienes intrínsecamente son. No quieren convertirse en sombras de la clase baja chilena. Porque, en la práctica, cuando no tienen trabajo, cuando no pueden continuar con sus tradiciones, con su cultura, se convierten en este híbrido que pasa a ser el indígena en las grandes ciudades. De lo que eran, dueños de la tierra, pasan a ser chilenos. Pero chilenos de última categoría.
DW-WORLD: ¿Qué es lo que impide ese reconocimiento constitucional?
J.G: Es el miedo. Miedo a las multinacionales que están explotando inescrupulosamente este país, destruyendo el hábitat de norte a sur. Miedo a Endesa. Miedo a la gran minería del cobre en el norte de Chile, que seca y contamina los ríos. Los ríos son la vida de los lickan antai, los atacameños. Con esta catástrofe se les obliga a emigrar hacia las ciudades, quedando el norte de Chile plagado de pueblos fantasmas. A la larga, son los poderes económicos los que prevalecen y se benefician.
DW-WORLD: En relación al porcentaje de indígenas que hay en Chile nadie parece ponerse de acuerdo. ¿Cuántos indígenas viven en Chile?
J.G: Yo diría que el porcentaje es inferior al 10%. De 16 millones de chilenos, hay aproximadamente 1.200.000 indígenas. No puros todos, pero que tienen por lo menos un apellido indígena, rasgos indígenas o quieren ser indígenas. Porque, el indígena, a veces hasta con apellidos, no quiere asimilar su pueblo y prefiere adaptarse a la forma de vida del chileno estándar con televisión, con casa con parquet, lavadora automática, con todo lo que muestra la propaganda sobre este modo “criollo” de vivir.
DW-WORLD: También hay quienes sostienen que en Chile no hay indígenas, que en Chile sólo hay chilenos…
J. G: Eso pasa en toda América. Hace poco di una charla sobre los derechos de los indígenas en España, en Valladolid, y me discutió con vehemencia una abogada joven peruana diciéndome: “Señor Guzmán, ¿y por qué usted, en vez de defender lo imposible, no les dice a los indígenas que se vayan mezclando con la actividad nacional, estudiando carreras, incorporándose a las universidades, al profesorado, a la industria…?” Yo le contesté: “Señorita, muy sencillo, porque lo que ellos no quieren es perder su calidad de pueblo con todas sus características. Y si ellos quieren ser agricultores, pequeños o grandes, ese es su derecho”.
DW-WORLD: Más allá de lo que digan la Constitución y las estadísticas, ¿existe conciencia entre la población chilena de la diversidad social del país?
J. G: En Chile existe un desprecio socioracial muy grande. El criollo con más mezcla europea se denomina equivicadamente aristocracia. Hubo algunos títulos aquí, pero fueron pocos y, obviamente, hoy carecen de sentido. Luego está el criollo producto de una mezcla entre español e indígena, que es el 90% de nuestro pueblo.
El grupo más alto, con colores más claros, con mejores ropas, desprecia al “medio pelo”, que pasa a ser la mayor parte del pueblo chileno. Y el “medio pelo” desprecia a su vez al indígena, porque son indios, porque son cochinos, porque son borrachos y flojos. Así que hay una especie de escalamiento de desprecio socioeconómico.
DW-WORLD: ¿Qué posibilidades tienen los pueblos originarios de Chile de ver cambiar su situación?
J. G: Es evidente que debe haber un gran cambio y el cambio debe empezar por una modificación constitucional, para lo cual se requiere un quórum importante. Se podría lograr este quórum si realmente el parlamento chileno fuera representativo de las mayorías. Pero aquí, el 15% de la población, la que está cercana al capital, es la que recibe representación. El otro 85% es el que está cerca de la pobreza, de la miseria.
DW-WORLD: ¿Y Michelle Bachelet?
J. G: Tengo aún esperanzas en ella. No quiero que se convierta en el Hamlet de nuestro tiempo: “ser o no ser”, sino que debe ser la primera en solucionar los miles de dramas, lamentaciones y discriminaciones que afectan a nuestros pueblos originarios.