El viejo cuento: ecología vs industria
29 de marzo de 2004En 2005 se inaugurará el primer sistema de comercio de licencias de contaminación. Será la Unión Europea (UE) la que comience la fase piloto y a partir de 2008 el sistema de emisiones contaminantes se introducirá a nivel mundial. Esta idea es parte integral del Protocolo de Kyoto y supuestamente permitirá alcanzar las metas acordadas en Kyoto para proteger la ecología.
La idea es muy sencilla. El comercio con los derechos de contaminación se basa en la compra y venta de certificados de dióxido de carbono(CO2). Aquellas empresas que puedan ahorrar en emisiones de dióxido de carbono gracias al uso de tecnologías ecológicas, podrán capitalizar los certificadas contaminantes que no utilicen. Por el contrario aquellas empresas altamente contaminantes podrán comprar estos certificados. Cada año se irá reduciendo el monto total de los certificados disponibles.
La industria se verá obligada a participar en este sistema comercial dependiendo de su tamaño. Según una cláusula de la UE, inicialmente sólo las empresas de alto consumo de energía, como por ejemplo la industria siderúrgica, de cemento, de papel y vidrio, es decir, las responsables del efecto invernadero, son las que tendrán que participar en el sistema.
Según cálculos del Ministerio de Ecología alemán se trata de unas 2.600 fábricas las que tendrán que adquirir certificados. Será la Oficina de Comercio de Emisiones, filial de la Oficina Nacional de Ecología, la encargada de repartir hasta finales de septiembre de 2004 los certificados.
La teoría y la práctica
El principio básico de los certificados es fácil de entender, sin embargo aplicarlo es otra cosa. Primero se debe delimitar para cada una de las industrias participantes, la cantidad de emisiones permitidas, sólo entonces se puede repartir las licencias. Se ha creado un plan nacional que regulará el reparto. Las propuestas deben ser enviadas a Bruselas hasta fines de marzo. Obviamente cada empresa busca el mayor número de derechos contaminantes, pero el número de licencias y la cantidad total de emisiones no puede ser infinita, después de todo lo que se quiere es alcanzar las metas ecológicas aprobadas en Kyoto.
La manzana de la discordia
Actualmente se registra un encarnizado debate sobre la fecha en la que se comenzará a reducir el volumen de contaminación, y también sobre el volumen que se deberá reducir y los criterios según los cuales se repartirán las licencias.
El protocolo de Kyoto impone las bases para los volúmenes de emisión. Alemania quiere reducir la emisión de gases contaminantes en un 21 por ciento por debajo de los niveles de 1990, hasta el año 2012. Un 19 por ciento de este total se ha logrado ya, gracias principalmente al cierre o modernización de viejos reactores nucleares en el oeste germano después de la reunificación del país. La industria alemana se comprometió de forma voluntaria en el año 2000 a reducir hasta el 2010 sus emisiones de dióxido de carbono por unas 45 millones de toneladas. El punto de partida es 1998, en el que el volumen total de emisiones fue de 508 millones de toneladas de dióxido de carbono.
Empleo contra naturaleza
El Ministerio de Ecología se basa en esta promesa de la industria alemana y exige para el primer periodo del comercio con emisiones una reducción del 3,4 por ciento anual de CO2. Según el ministro de Ecología, Jürgen Trittin, esto responde exactamente a la oferta voluntaria de la industria. Por su parte el Ministro de Economía, Wolfgang Clement, exige que no haya reducciones en una primera fase hasta el 2007. En su opinión primero debe observarse como funciona el sistema de comercio y sus consecuencias sobre la industria. De ser así, se seguiría emitiendo 505 millones de toneladas de dióxido de carbono, mientras que Trittin quiere máximo 499 millones de toneladas.
El ministro de Ecología, del partido Los Verdes, no da su mano a torcer. Tampoco lo hace el ministro de Economía, del Partido Social Demócrata. El problema es en primera línea la falta de tiempo, pues en sólo dos días expira el plazo para presentar a Bruselas el plan de reparto alemán. El canciller, Gerhard Schröder, tratará de mediar y llegar a una solución, que bien podría ser en detrimento del Protocolo de Kyoto y de la ecología.