El mocito estremece en la Berlinale
18 de febrero de 2011El primer largometraje del dúo de cineastas chileno-francés proyectado en la Sección Foro de cine joven de la Berlinale relata la historia de Jorgelino Vergara, un hombre lleno de contradicciones que sigue sufriendo tormentos por las terribles torturas de las que fue testigo hace treinta años.
Vive en la provincia en el sur de Chile, su tierra natal adonde ha vuelto con una carga de culpa que no lo deja en paz. Hombre de pocas palabras, vive de la caza y la pesca en una choza rudimentaria.
Jorgelino Vergara viaja a la capital para preguntar si tendría acceso a alguna pensión o indemnización, a final de cuentas fue testigo de los crímenes en el centro de torturas Simón Bolívar contra su voluntad.
No fue verdugo, explica a un funcionario que lo mira atónito. Era el que traía el café, el que llevaba la comida a los prisioneros y también el que sacaba los cuerpos.
Durante la conversación, el funcionario le pregunta si vio viva a la comunista Carmen Reinalda Pereyra, que estaba embarazada. Sí, responde Vergara. Ya no tenía reacciones, la tiraron al gimnasio y al día siguiente estaba muerta. La mataron a palos.
Víctima y verdugo
“Buscábamos a los victimarios y de casualidad encontramos a este personaje, que tenía una historia tan fuerte que nos dimos cuenta que la película era él, alguien que estaba del lado de los perpetradores y que aunque tenía un bajo rango, era a la vez cómplice”, afirma Marcela Said en conversación con Deutsche Welle.
La cineasta debutó en el 2001 con el documental "I love Pinochet" que documenta el mundo de los simpatizantes del ex dictador. Posteriormente exploró entre los grupos más conservadores de Chile con su cinta "Opus Dei", realizada junto con su marido, el francés Jean de Certau.
Jorgelino Vergara, apodado "el mocito", quien fuera el mozo del coronel Manuel Contreras, examina junto con la cámara su antiguo centro de trabajo. En una de las habitaciones hay un letrero que reza: "sala de torturas". Vergara recuerda como los militares parecían disfrutar viendo a los prisioneros colgados.
En otra escena cuenta que le ordenaron sacar el cuerpo de Víctor Díaz López, que tenía que meter en el portamaletas donde había otros cuerpos que serían arrojados al mar. “Ningún detenido salió vivo de ese centro, los mataron a todos”.
Tema tabú
“Sé sobrevivir y no me quiebro porque me enseñaron a ser perro”, dice Vergara claramente alcoholizado. La cinta documenta las protestas de familiares de las víctimas que siguen pidiendo justicia.
"Los hijos de las víctimas no olvidan lo sucedido. No puede haber perdón sin justicia y esto tiene que ver con la verdad y con actos de reparación", dice Said.
"Esta película provocará que la sociedad se confronte con su pasado, se está haciendo justicia a duras penas, pero no hay todavía una cifra oficial de personas que trabajaron en la DINA y la CNI. Se cree que fueron entre 3.000 y 5.000, pero hasta ahora hay sólo 50 personas en prisión", explica.
La cineasta chilena concluye que en su país sigue habiendo un sentimiento muy grande de impotencia entre las familias de las víctimas y hay vergüenza en las familias de los victimarios, pero de eso no se habla, es tabú.
Autora: Eva Usi
Editor: Pablo Kummetz