No se necesitaba una bola de cristal para hacer esta predicción: al término del recuento de votos, el nombre del ganador de estas "elecciones presidenciales” no será el de Abdullah Salloum Abdullah ni el de Mahmud Ahmad Marei. Ambos candidatos ampliamente desconocidos, contrincantes de Bashar al Assad, eran solo comparsas en esta farsa electoral.
Está claro: el presidente seguirá en el cargo. Igualmente claro está que estos comicios nada dicen acerca de los intereses políticos de la población siria. Tanto más revelan sobre la correlación de fuerzas en el país. Quizá radique en eso el incómodo mensaje de esta elección: aun cuando tras una década de guerra Siria esté en ruinas, cientos de miles de personas hayan sido asesinadas y millones hayan huido, Assad no solo ha sobrevivido. Sigue teniendo el poder.
No se vislumbra un cambio de régimen
Es cierto que las grandes potencias, Rusia y Estados Unidos, se involucraron militarmente en Siria, al igual que potencias regionales como Turquía e Irán, y también Israel. Es cierto que el régimen de Damasco solo controla aproximadamente dos tercios del país. Pero, a pesar de, todo, el gobierno de Al Assad se ha impuesto en la guerra civil. No hay un cambio de régimen a la vista, ni tampoco una repartición del poder por la vía de negociaciones. Es hora de reconocer esta realidad.
Porque Siria es un país en dificultades. Hay millones de desplazados. A la década de guerra le sigue ahora una catastrófica crisis económica. Once millones de sirios, entre ellos, cerca de cinco millones de niños, requieren ayuda humanitaria. La mayor parte vive en regiones controladas por Damasco. Lo que queda de las estructuras estatales corre peligro de sufrir una implosión.
Eso no puede dejar indiferentes a Alemania ni a Europa. Sobre todo, por razones humanitarias. Pero también porque nadie puede querer que Siria siga siendo una fuente de conflicto, terrorismo y corrientes de refugiados. En consecuencia, la comunidad internacional se enfrenta a una interrogante para la que no hay respuestas fáciles: ¿cómo se puede generar estabilidad, sin fortalecer a un régimen de es origen y parte del problema?
Ayuda en el terreno
La respuesta es compleja. Ha llegado el momento de despedirse de la poco realista meta de un cambio de régimen en Damasco. Al mismo tiempo, no puede haber una vía de normalización de las relaciones con Assad. Los procesos por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad deben proseguir en los tribunales europeos. Pero, simultáneamente, hay que buscar formas en las que Europa pueda contribuir a la recuperación económica.
Hasta ahora, los europeos únicamente han entregado ayuda humanitaria. Los países de la Unión Europea son los mayores donantes de dinero. Pero la ayuda humanitaria se limita a la asistencia de emergencia para desplazados, refugiados y personas necesitadas. La recuperación económica, la reconstrucción, se dificulta en cambio activamente mediante sanciones.
Se requiere ahora una estrategia que apueste por una ayuda perceptible en el terreno, sin llenar los bolsillos del régimen. Una estrategia que sondee qué concesiones se podría conseguir de Al Assad, por debajo del umbral de una transformación política, a cambio de contraprestaciones. Diplomacia, en el mejor sentido de la palabra: entendida como el arte de lo posible, en interés de las personas.
(er/cp)