El caso Klar: Alemania debate su calidad democrática

El estado de la discusión actual parece no admitir mesura alguna. Pero tal debate no podía comenzar de otra forma; después de todo, hay de por medio actos sangrientos, víctimas mortales, pronunciamientos políticos, y proclamas ideológicas. En el fuego cruzado aparecen, en un lugar muy discreto, algunas reivindicaciones sociales.

Pasado sangriento

Como se sabe, las ideas corren en torno a la liberación de antiguos militantes de la banda alemana Fracción Ejército Rojo (RAF), cuyas prácticas incluyeron el secuestro y el asesinato a sangre fría, en los años setenta y ochenta. El caso más reciente es el de Christian Klar.

Lo primero que se debate es si por tales acciones los aún presos deben o no ser llamados "terroristas". A nivel internacional, ni siquiera la Organización de las Naciones Unidas ha logrado un consenso universal en cuanto al uso de este término.

Y acaso no habrá avances en un futuro previsible: la palabra significa algo muy distinto para la Agencia Central de Inteligencia, para el Estado colombiano, para el Parlamento Europeo, para el gobierno de Cuba, o para las autoridades de Turquía, por mencionar sólo algunos ejemplos. Es lógico pensar, pues, que en este caso el encontronazo tampoco arrojará conclusiones irrebatibles.

Lo que está claro es que la RAF perpetró diversos crímenes de elocuente crueldad como parte de una supuesta "resistencia contra el capitalismo". Indiferentes a ello, las palabras actuales de Klar no contienen hálito alguno de arrepentimiento. Vistas con frialdad, tampoco son un llamado concreto a retomar la lucha armada, como se sugiere actualmente.

Lugares comunes

Pero eso es lo de menos. Lo que impresiona es, por una parte, que Klar y sus camaradas persistan en una posición fanática per se, o bien, en una palabrería incendiaria que fácilmente puede desatar nuevos fanatismos.

Desde la perspectiva de un hombre que ha estado preso los últimos 24 años en una cárcel de alta peligrosidad, el militante sugiere que la cruzada sangrienta de la RAF aún no está perdida, o no lo está del todo. O lo que es lo mismo, que podría continuar.

Por otro lado, la reacción de algunos políticos y medios de comunicación tiende a lo emocional. Al pedir que este preso no sea indultado, se erigen ambos en jueces para "castigar" de nuevo los crímenes de la RAF y, sobre todo, la falta de un sometimiento total de Klar en la forma de una capitulación explícita. Por ello, no le falta razón al preso cuando reprocha que de este modo se "envenena de manera irresponsable a la opinión pública".

¿Indulto o venganza?

No es posible saber cómo se resolverán estas cuestiones en un estado democrático de derecho, como lo es el alemán. La concesión del indulto sería vista seguramente por algunos sectores como un triunfo del terrorismo y como una burla a las víctimas.

La permanencia de Klar en la cárcel, por el contrario, daría la apariencia de una venganza por parte del Estado contra un individuo y, según la definición clásica, configuraría como tal una violación a los derechos humanos. La ultra en la izquierda alemana tendría así algo de lo que hoy carece: un mártir, pólvora suficiente para emprender quizá una nueva cruzada contra el "Estado burgués".

Desde el punto de vista jurídico, Christian Klar ya fue juzgado y sentenciado por los delitos que le fueron acreditados. Saldría a más tardar en 2009, al completarse la pena decretada por los jueces. Si sus consignas serán adoptadas o no como detonadores de una lucha armada y clandestina, es hasta hoy especulación que luce inevitable como parte de los riesgos de la democracia. La palabra definitiva, aunque quizá no la última, la tiene el presidente alemán, Horst Köhler. Éste, por lo pronto, se va de viaje a Sudamérica.