"Dilma Rousseff deberá gobernar para todos"
5 de noviembre de 2010Con una firmeza casi marcial, típica de las mujeres que saben cómo tuvieron que actuar para llegar a donde están, Dilma Rousseff, después de haber quedado en claro el resultado de las elecciones presidenciales de Brasil, nombró una a una las prioridades de su Gobierno en un primer discurso, dominado por la objetividad y con muy pocos momentos emotivos. La referencia a su mentor fue una de las pocas excepciones.
Muchos fueron los puntos mencionados, entre otros, el crecimiento económico, los programas sociales, la igualdad de género y la libertad de expresión. Dilma agradeció a los medios que hayan ejercido un papel correcto durante la campaña electoral, enviando así indirectamente un mensaje a quienes, dentro de su propio partido, defienden la implementación de órganos de control mediático.
El punto culminante de este primer discurso como presidenta electa fue, ciertamente, el gesto de tenderle la mano a sus adversarios, es decir, la intención de ejercer un gobierno para todos. Y allí reside su gran triunfo.
A diferencia del presidente Lula da Silva, que se confunde con su propio Partido de los Trabajadores (PT), la carrera política de Dilma Rousseff se inició en otro formación, el Partido Democrático Laborista (PDT), de Leonel Brizola.
El resultado de las últimas elecciones presidenciales evidenció que, al final de su mandato, el presidente Lula deja un país dividido: regional, económica y políticamente. La aplastante victoria de Dilma Rousseff en el Nordeste de Brasil, región desfavorecida donde obtuvo el 70 por ciento de los votos, y la ventaja de su opositor, José Serra, en las regiones más ricas como San Pablo y los Estados del sur de Brasil, muestran a las claras esa división.
Es cierto que los programas sociales del Gobierno del PT, que lograron sacar a millones de brasileros de la miseria, también provocan un efecto colateral de garantía de votos para ese partido, principalmente en el interior del Nordeste, donde varios empresarios se quejan de que "la gente no quiere trabajar". Aunque muchos olvidan que esos empleos aún tienen que crearse.
En esa cuestión, Dilma Rousseff se enfrenta a la gran tarea de unir la inclusión social con la inclusión en los procesos productivos. Y, debido a su pasado administrativo y académico, tiene inmejorables posibilidades de conseguir tal proeza. Las palabras de la presidenta electa de Brasil en su primer discurso hacen creer que la economía será una prioridad de su Gobierno. Y nadie como una economista para cumplir con esa tarea.
Al frente del Ministerio de Minas y Energía brasilero durante el primer mandato de Lula da Silva, Dilma Rousseff ya había dejado en claro al enfrentarse a la ambientalista Marina Silva, en esa época ministra de Medio Ambiente, que no arriesgaría el abastecimiento de energía eléctrica del país.
Dilma defendió la universalización del acceso a la electricidad, implementando el programa "Luz para todos", que privilegia principalmente a un Nordeste deficitario que ahora se lo agradece.
Dilma no llegó a la presidencia a través de la política. Así como otras mujeres de América Latina, fue su actuación en la sociedad civil a través de cargos administrativos la que la llevó a donde hoy está. No se puede negar que el apoyo de Lula fue esencial, pero el mismo Lula no contaba con gran experiencia política cuando asumió la presidencia de Brasil en 2002. Y tal vez sea el descreimiento de la sociedad en la política lo que llevó a Lula y a Dilma al cargo de presidentes de la nación.
Dilma encontrará ahora un país políticamente dividido. Lograr que sus adversarios también le tiendan la mano y modernizar su partido para que Brasil evite convertirse en una "república sindical" tal vez sean sus mayores tareas en un momento de vientos económicos a favor.
Autor: Carlos Albuquerque
Editora: Luna Bolívar Manaut