Deuda exterior Argentina merma arcas fiscales alemanas
28 de abril de 2007“Resulta incomprensible, que los gobiernos de dichos países (Alemania, EE. UU., Italia) no tomen medidas para presionar a Argentina para que vuelva a la mesa de negociaciones”, sostiene el ex subsecretario de Hacienda de EE. UU., Robert Shapiro.
Shapiro acaba de concluir una gira que él llama “educativa” por Europa, durante la cual se entrevistó con diputados y representantes gubernamentales en Italia y Alemania. Su objetivo es incluir el tema de la deuda exterior argentina en la agenda de la cumbre del G8, que tendrá lugar en junio en Alemania. En su calidad de presidente de la "Argentina Task Force America", (ATFA), una organización que defiende los intereses de los acreedores institucionales de Argentina en EE. UU., Shapiro sostiene que “la reestructuración de la deuda exterior de Argentina representa una seria amenaza para el sistema internacional de créditos de las economías emergentes, un tema que afecta también directamente a aquellos países que encabezan la globalización”.
En 2005, Argentina había ofrecido a los pequeños bonistas el pago de 27% del valor de los bonos, o perderlo todo. Acto seguido, el parlamento aprobó una ley que prohíbe al Presidente ofrecer negociaciones posteriores a aquellos bonistas que rechazaron ese corte.
Los peligros de la globalización
Shapiro ilustra su tesis con cifras contundentes: el default argentino provocó pérdidas fiscales de 6.400 millones de euros al estado alemán. “Debido a las pérdidas, los acreedores pagaron menos impuestos, lo cual al final de cuentas afecta a todos los contribuyentes alemanes. Además hay que considerar las pérdidas que sufrieron los accionistas alemanes. Como consecuencia del default, el peso argentino se desvalorizó y las acciones alemanas en empresas argentinas cotizaron a la baja – otro factor que redujo la recaudación tributaria del estado alemán.”
"Es la otra cara de la medalla de la globalización", analiza el economista austriaco, Kunibert Raffer, asesor del gobierno alemán en materia de finanzas, y crítico del papel del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la crisis argentina. En la década de los 90 el FMI convenció a cientos de miles de accionistas a invertir en bonos argentinos, celebrando por todo lo alto que el país implementara al pie de la letra las políticas neoliberales de privatización y apertura dictadas por esa entidad financiera. Sin embargo, dice Raffer, “como consecuencia de la privatización a ultranza, el estado no dispone ya de bienes, ya se trate de líneas aéreas, compañías marítimas, etc., que en caso de impago de la deuda externa, puedan ser requisados por los acreedores. Los propulsores de la globalización terminan siendo sus víctimas.”
Estrategia peligrosa
Más grave aún se presenta el panorama para los demás mercados emergentes, que en algún momento simpatizaron con la idea de imitar el modelo argentino y suspender el pago de la deuda internacional en favor del gasto público en los sectores salud, educación e infraestructura. Los sistemas económicos son sistemas inteligentes, apunta al respecto Robert Shapiro, y explica: “Si el modelo argentino se propaga, y los países en vías de desarrollo deciden incumplir el pago de su deuda, o simplemente pagar solo 25 centavos por dólar, como lo ha hecho Argentina, en lugar de los 45 o 50 centavos que suelen negociarse en caso de default, pues, nadie se los podrá impedir. Pero los mercados van a reaccionar, y como consecuencia se reducirán los flujos de capital disponible para los mercados emergentes. A corto plazo son los acreedores los que salen perdiendo, pero a la larga, serán los países en desarrollo los que pagarán cara esta estrategia.”
El que ya está pagando caro es el estado Argentino, que de momento no tiene acceso al mercado financiero internacional. La única vía de acceder a créditos nuevos es a través de Venezuela, que está comprando bonos argentinos en grandes cantidades. Sin embargo, explica el economista alemán Hans Willi Brandt, co-presidente de la asociación alemana de pequeños bonistas “IG Argentinien“ (IGA), “si Argentina pagara su deuda, obtendría la clasificación de solvencia A, o A-, de acuerdo a los criterios de la agencias de rating como Standard & Poors o Moodies. Venezuela sólo tiene un ranking de BB-. Eso se traduce en una diferencia de cien a 150 puntos base en los intereses. Sobre un volumen de crédito de unos 10 mil millones de dólares, resulta que los créditos a través de Venezuela le ha salido a Argentina alrededor de 3,5 millones de dólares más caros.”
Los economistas internacionales son conscientes de que hay una dimensión en este debate que escapa a su influencia: el Presidente, Néstor Kirchner, goza de gran popularidad en Argentina. Las encuestas más recientes pronostican que tanto él como su esposa, la senadora, Cristina Fernández de Kirchner, podrían ganar las elecciones presidenciales que se celebran el 19 de octubre. No existe por lo pronto motivo alguno para el Gobierno argentino para modificar su conducta frente a los acreedores particulares, que no cuentan con ningún instrumento jurídico internacional para hacer efectivos sus reclamos.