DaimlerChrysler: ¿sacrificios por parejo?
19 de julio de 2004Alemania es campeona en lo que respecta al tiempo libre. Al menos se sitúa entre los países con más vacaciones y feriados. De ahí que la demanda de algunas empresas de aumentar la semana laboral a 40 horas no parezca descabellada. Claro está que, para los afectados, la idea no tiene gracia alguna, máxime cuando va aparejada de lo que algunos sindicalistas califican de "chantaje": la amenaza de cerrar plantas de producción y, por ende, de dejar al personal en la calle.
Efecto dominó
Para aplacar las iras de los trabajadores de la planta de Mercedes en Baden-Wurtemberg, donde la intención de la empresa de incrementar las horas de trabajo está provocando serias tensiones, el directorio de DaimlerChrysler se ha declarado dispuesto a hacer también un sacrificio, en aras de un acuerdo global. Así lo indicó un portavoz de la empresa que, sin embargo, no confirmó informaciones del diario Bild, según las cuales los ejecutivos podrían renunciar a un 10% de sus salarios.
Aunque en el caso de Mercedes las partes muestran optimismo en cuanto a que se logrará un arreglo satisfactorio, el tema está levantando olas en el resto del sector económico alemán. Los sindicatos tienen claro que el asunto no quedará ahí. En Siemens se acordó ya un aumento de las horas de trabajo, sin compensación salarial, y no sólo DaimlerChrysler pretender seguir sus huellas. También podrían sumarse MAN, Opel y otras varias empresas.
Repercusiones políticas
En la esfera política el tema también ha tenido repercusiones. El canciller federal, Gerhard Schröder, aboga por la mayor flexibilidad posible. En el curso de la actual polémica entre empresarios y trabajadores, no se ha cansado de repetir que hay que tomar en cuenta la situación particular de cada firma. Algunas necesitan una semana de 40 horas y otras una de 35, indica, asegurando que sería un error aferrarse a un tiempo fijo de trabajo.
Pero esa posición también lo lleva a una confrontación con los sindicatos, que insisten en hacer valer los acuerdos colectivos por área de producción. En la práctica, no obstante, las reivindicaciones sindicalistas han perdido fuerza. Poco pueden hacer las organizaciones laborales ante la perspectiva de que las empresas opten por trasladar sus plantas a otros países donde los costos de la mano de obra son más baratos. Sea como fuere, la posibilidad de que también los máximos ejecutivos llegaran a renunciar a una tajada de sus jugosos sueldos no será un gran consuelo.