¿Cómo viven los alemanes y sus vecinos?
23 de noviembre de 2005En un proyecto de investigación de mercado, llevado a cabo por la agencia alemana Jung von Matt, según informa el semanario Der Spiegel, se recabaron datos acerca de las costumbres habitacionales en los tres países germanoparlantes. En base a estadísticas de población y datos acerca de hábitos dentro de las cuatro paredes, el departamento estratégico de los publicitarios logró el perfil de la familia promedio, a fin de ofrecer a sus empleados cursos de capacitación.
La familia virtual
En Viena vive la familia promedio austriaca: Franz Gruber, de 40 años, su esposa María y Michael, el hijo de 13 años, o, para ser más precisos, la decoración de interiores que tendría esta familia si viviera allí.
Se trata de una puesta en escena que refleja las costumbres de la familia tipo austriaca: La sala, con su armario empotrado en una de las esquinas, y, frente a éste, el juego de sillones en azul. Debajo de la mesa ratona descansan las revistas, y delante del televisor, la consola de videojuegos de Michael. El toque deportivo lo dan los trofeos futbolísticos de Franz sobre el armario. “Nuestros empleados más jóvenes aprenden mucho sobre la gente en esta simulación de la vida real. Vale la pena el esfuerzo y la inversión”, dijo Karen Heuman, directiva de la agencia y responsable del área estratégica de la misma al Spiegel.
El hábitat de la primera familia alemana se escenificó en febrero de 2004 y Heuman dio vida a la morada de los Müller, que viven en Hamburgo: Thomas, el padre de 43 años, Sabine, la mamá de 40, y su hijo Alexander de 13. En la sala de los suizos, en Zurich, vive una familia con el mismo apellido, el más común del habla germana.
Alcohol, zapatos y otras yerbas
Los resultados de la investigación hicieron notar, a primera vista, el orden, la limpieza y la infaltable mesita ratona como denominadores comunes. Pero no todas las salas son iguales. En Suiza, los bares no se esconden detrás de mamparas, sino que están a la vista y, lo que es más notable, al alcance de todos, incluso de los niños. En cambio, en Alemania, las bebidas están bien guardadas en el armario.
Otro dato curioso es que, en cuanto llega un visitante a un hogar austriaco o suizo, se debe sacar inmediatamente los zapatos y, en el mejor de los casos, el anfitrión le ofrece unas cómodas pantuflas. Los alemanes son, en general, menos rígidos y dejan a sus huéspedes decidir si caminan descalzos o no. Esta costumbre tiene como fin evitar que se ensucie la casa. En Alemania los pisos son alfombrados y cuestan 12 euros por metro cuadrado, teniendo cada alemán unos 90 m2 de superficie alquilada a su disposición para vivir. Los austriacos tienen casas más grandes, de 114 m2, e invierten más en ellas porque son de su propiedad. Allí se usa más el parquet o laminado, que cuesta más caro. Algo que también une a los vecinos son las plantas de interior, que dan vida al comedor, la sala y otras habitaciones.
Los une el amor por el orden, el detalle y la funcionalidad. Detalles como pueden ser la novela “El código Da Vinci” en la biblioteca, la botella de Bacardi, y alguna que otra escultura comprada en un mercadillo callejero. Los visitantes de la exposición no dejaron de hallar objetos que les recordaban a su hogar, y hasta el entonces canciller Gerhard Schröder se sorprendió al ver los mismos interruptores de luz de su casa en Hannover.
Pero la homogeneidad no es sinónimo de casualidad, ya que cada objeto tiene su lugar prefijado. Mesas, sillas, alfombras, cortinas y hasta la elección de las puertas están confirmadas por estudios estadísticos. De este modo, los publicitarios de Jung von Matt definieron hasta qué tipo de televisor, de armario y de interruptores se vende más en cada país.
Lo real supera siempre a lo virtual
Si la agencia no podía definir, por ejemplo, cuál era el sofá preferido de los austriacos, preguntaba en las mueblerías. Pero las “pruebas de laboratorio” no alcanzaron a mostrar, sin embargo, cómo era la disposición de los muebles en una vivienda real, así que los empleados se pusieron en marcha y visitaron a diez familias de verdad, de características similares a los Müller de las estadísticas. El conocimiento cosechado allí se volcó en la decoración de interiores, y un dato que salta a la vista es que, en los tres países, son las mujeres quienes se dedican a embellecer el hogar, contribuyendo el hombre, a lo sumo, con un autito Ferrari de colección o un encendedor de mesa.
Las salas de estar se modernizan a medida que va pasando el tiempo, y las familias virtuales, por ejemplo, cambian su videograbadora por una reproductora de DVD. Mientras tanto, los empleados de Jung von Matt, relata el Spiegel, se reúnen a conferenciar en la sala, que, según ellos dicen, invita a pensar.