¿Cura la fe?
22 de septiembre de 2008Muchos norteamericanos creen hoy en la fuerza de la fe. Y uno de cada cinco médicos no sólo trata a los pacientes con los métodos convencionales, sino que también ora con ellos. En otras palabras, la religión tiene ya un firme lugar en los consultorios médicos y las clínicas, se lee en la última edición alemana de la revista Geo Compact.
Los médicos creyentes, que están firmemente convencidos de que Dios u otro ser superior tienen influencia sobre el desarrollo de una enfermedad, afirman que la medicina entra en una nueva era, en la que las ciencias médicas y el Todopoderoso se dan la mano.
Cada vez más investigadores se dedican a analizar la relación entre la religión y la salud. Y en estudios, los médicos, muchos de ellos cristianos practicantes, tratan de medir empíricamente las eventuales fuerzas curativas de la fe, tanto de las oraciones a favor de otros como de los efectos autocurativos de la religión, dice el autor del estudio.
Los resultados publicados son sorprendentes: según numerosos informes, la fe no sólo puede ayudar a superar depresiones, sino que quien acude regularmente a misa goza de un mejor sistema inmunológico, menor presión arterial y pulmones más sanos.
Religión y ciencia: historia de una reunificación
Hasta hace pocos años, ese tipo de investigaciones hubiera sido impensable. Si bien la religión y la medicina estuvieron unidas en la mayor parte de la historia de la humanidad, desde el siglo XVIII, la medicina confía sólo en los conocimientos científicos, los medicamentos y las operaciones quirúrgicas. Ahora se trata entonces de reunificar ambos sistemas.
También en Alemania se llevan a cabo cada vez más investigaciones sobre la relación entre religión y salud. Pero en Alemania, es escepticismo es mayor que en Estados Unidos. ¿Son las personas religiosas realmente más sanas que los agnósticos o los ateos? ¿Puede la fe prevenir enfermedades?
Quien analiza los estudios objetivamente, muchas veces llega a conclusiones más sobrias. Efectivamente, estadísticamente puede demostrarse que quienes van a misa viven en promedio más. Pero no se registra el mismo efecto cuando los creyentes escuchan, por ejemplo, las misas por radio o las ven en la televisión.
Si bien estadísticamente se puede constatar una relación entre acudir a misa y un mejor sistema inmunológico, menor presión arterial y mejores funciones pulmonares, no está igualmente claro que ello se deba a la fe. Probablemente, suponen investigadores críticos, la mejor salud de quienes van a misa se deba a sus numerosos contactos sociales y la disposición a ayudar, que proporciona más sentido a la vida y ayuda a evitar depresiones.
Además, quienes van a misa, parecen vivir con menos riesgos, por lo menos en Estados Unidos: sus matrimonios son más estables, discuten menos, fuman menos y evitan en lo posible tomar bebidas alcohólicas o drogas. El resultado es un estilo de vida más sano.
También los ateístas tienen contactos sociales
Pero ello lo pueden hacer también los agnósticos o ateístas. Y la disposición a tener contactos sociales y a ayudar a otros no está difundida sólo entre los creyentes: de ello pueden beneficiarse también, por ejemplo, miembros de coros y afiliados a clubes deportivos.
El juicio de la mayoría de los investigadores alemanes sobre el tema es por lo tanto bastante reservado: según éstos, no existen pruebas fehacientes de que la fe haga bien para la salud. No obstante, no ponen en tela de juicio que la espiritualidad pueda ayudar a lograr un mayor equilibrio mental y a confrontarse mejor con enfermedades graves, como el cáncer.
Por otro lado, la influencia de la religión no siempre es positiva. Particularmente en el caso de creyentes con una interpretación literal de la Biblia y la imagen de un Dios que castiga puede observarse claros efectos negativos. Pacientes que descargan su ira en Dios o se sienten no amados por el Todopoderoso tienen probadamente menos posibilidades de curarse.
Trágicas consecuencias puede tener finalmente la fe cuando por motivos religiosos se rechazan tratamientos médicos o vacunas. Si bien son grupos muy minoritarios, casos de muerte de pacientes, muchas veces niños, que pudieran haber sido salvados con un tratamiento médico rechazado por motivos religiosos, sacuden una y otra vez a la opinión pública.