Cumbre alternativa: Bush divide a la política medioambiental
27 de septiembre de 2007Los 16 países que más emisiones de gases nocivos generan, responsables en solitario del 80% de la contaminación mundial, Naciones Unidas y la Unión Europea están invitados en Washington por George W. Bush a una Conferencia sobre el Clima.
Los críticos temen, entre ellos el ministro de Medio Ambiente alemán, Sigmar Gabriel, que el presidente estadounidense esté tratando con este encuentro de hacer sombra a la mismísima ONU. La sospecha se fundamenta en la indiferencia con la que Bush castiga al organismo. Y en que no hayan pasado más de tres días desde que la institución convocara a sus miembros para tratar el mismo tema. 80 jefes de Estado y de gobierno viajaron a Nueva York desde todos los rincones del planeta. Bush mandó a Condolezza Rice, su secretaria de Estado. Sólo en una cena de pocos comensales y a invitación del secretario general, Ban Ki Moon, se dejó ver el presidente.
El Gobierno de Bush se ha presentado una y otra vez como un enemigo frontal de las reglas climáticas que sean vinculantes para todos, como piden la ONU y Europa. Rice volvió a hacer hincapié en esta enemistad en el acto de apertura de la Conferencia de Bush en Washington. Bush busca aliados, “está intentado meter su cuña en las negociaciones de Naciones Unidas”, considera Gabriela von Görne, experta en clima y activista de Greenpeace.
El espectáculo del gran pecador
Para la Asociación Alemana para el Medio Ambiente y la Protección de la Naturaleza, BUND por sus siglas en alemán, la Conferencia de Washington no es más que un burdo espectáculo. “El presidente Bush quiere con este encuentro presentarse a sí mismo como un defensor del medio ambiente, pese a que se niega desde hace años a ratificar el Protocolo de Kyoto”, dice Angelika Zahrnt, presidenta de BUND.
El tratado, firmado en 1997 y con vida hasta 2012, es en opinión de Greenpeace el único acuerdo internacional que contribuye realmente a frenar el cambio climático, obligando a los países industrializados a reducir sus emisiones de gases contaminantes: cosa a la que Estados Unidos no quiere estar obligado y por lo tanto evita ver estampado su nombre en el documento.
Estados Unidos es, si no el mayor pecador medioambiental del planeta porque corren rumores de que China podría haber superado ya a los norteamericanos, sí uno de los principales responsables de los gases que ensucian nuestra atmósfera. En 1990, sus emisiones aumentaron un 15%. En 2006, los estadounidenses produjeron casi 7.000 millones de toneladas de CO2. Como punto de referencia: Japón generó 1.300 millones, Alemania 890 millones y Francia 437 millones.
Poca claridad y ningún objetivo
No es de esperar que en la Conferencia de Washington Estados Unidos presente grandes cambios en su política medioambiental. Y volviendo al discurso de Rice se confirma la dirección: “todos los Estados deben movilizarse contra el cambio climático del modo más acorde a ellos”, dijo la secretaria. El encuentro trata más bien, aseguran los ecologistas, de que Bush tenga la oportunidad de asentar su propuesta de un fomento sin compromisos de las nuevas tecnologías ecologistas.
Es la política que aplica Bush desde la reunión del APEC, la Cooperación Económica del Asia-Pacífico por sus siglas en inglés, en Sydney a principios de septiembre de 2007. En el evento estuvieron presentes, junto a Estados Unidos, China, Indonesia y Australia: los países más contaminantes del mundo, el último debido a los enromes incendios. El resultado de las conversaciones fue muy del agrado de Bush: una declaración final poco clara y sin objetivos concretos. Lo mismo que se espera ahora de Washington.
“Eso ni siquiera se puede llamar política medioambiental”, critica von Görne, “lo único que les importa es mantener la productividad de Estados Unidos asegurando el abastecimiento energético, no la protección del medio ambiente”.
Entre flor y flor
La política europea y alemana intenta mantenerse a la altura de las críticas ecologistas, puesto que en esta cuestión existe un claro desacuerdo a ambos lados del Atlántico, pero sin perder las formas diplomáticas.
Y entre tanta flor para adornar el disgusto, se pierde la fuerza. El ministro alemán Gabriel, por ejemplo, consideró un “gran paso” que Estados Unidos se preocupe por el medio ambiente, “aunque me gustaría mucho más que lo hiciera dentro del marco de Naciones Unidas”, dijo.
“Se han producido enormes cambios en la conciencia medioambiental de Estados Unidos”, declaró Gabriel a la cadena de televisión pública alemana ZDF, “por otro lado, tememos que con lo que se está organizando aquí se puedan entorpecer las negociaciones internacionales”.