Verdades que escuecen
6 de septiembre de 2011Hay verdades que escuecen. Saber que la seguridad contra el terrorismo islamista es ahora más eficaz que nunca es una verdad que gusta oír. Pero saber que, para ello, los servicios secretos han llevado a cabo tratos de favor con el ex-líder libio Muammar Al Gadafi ya provoca ciertos resquemores. Y saber que parte de esos tratos incluían el traslado de presos a Libia para ser torturados con el fin de “extraerles la verdad” ya provoca que se le erice la piel a más de uno.
Estas son las reacciones que se tienen ante el descubrimiento de una serie de documentos encontrados en edificios gubernamentales libios, que demuestran la participación de la Agencia de Inteligencia Central estadounidense (CIA) y el servicio de inteligencia en el extranjero británico MI6 en este tipo de maniobras. Los documentos, descubiertos por oficiales de la autoridad transicional de Libia e investigadores de la ONG Human Rights Watch, exponen que ambos servicios utilizaron a Libia como base de sus llamadas “ejecuciones especiales”: envío de sospechosos de terrorismo para ser interrogados mediante métodos éticamente dudosos.
Operaciones desapercibidas
“Tras los sucesos del 11-S, la CIA parecía tener relaciones con varios países del norte de África, entrenando a fuerzas de seguridad y distribuyendo pequeñas armas con el fin de detener a Al Qaeda y la generalización del terrorismo”, comentó Patricia DeGennaro, profesora de seguridad internacional en el departamento de Política de la Universidad de Nueva York en una entrevista con Deutsche Welle. “Es bien sabido que hubo campos de ejecución en diferentes países, incluyendo Marruecos. Puesto que Libia está tan aislado y recibía tan poca atención internacional, era fácil para la CIA utilizar este lugar y mantenerse básicamente fuera del radar”.
Los documentos demuestran, de hecho, una cooperación tan estrecha, que la administración de George W. Bush consideró incluso establecer una “presencia permanente” en Libia, en forma posiblemente de cárcel secreta u oficina de campo. Las cartas descubiertas por Human Rights Watch muestran un tratamiento de nombre de pila entre el ex-ministro de Asuntos Exteriores libio Moussa Koussa y Stephen Kappes, ex-director adjunto de la CIA.
Asimismo, los servicios británicos colaboraron con la CIA en el traslado a Libia del comandante de la seguridad de los rebeldes libios Abdul Hakim Belhaj para interrogarlo. Los textos muestran también que el ex-primer ministro británico, Tony Blair, ayudó al hijo de Gadafi, Saif al Islam, con su tesis doctoral.
Las manos alemanas, limpias
Ante las preguntas que tales revelaciones han provocado en Alemania, Fritz-Rudolf Körper, diputado del partido socialdemócrata alemán (SPD) y ex-jefe del Servicio Federal de Inteligencia alemán (BND), se ha apresurado a negar la posible participación alemana en este tipo de operaciones en una entrevista con la emisora Deutschlandfunk: “El BND no ha tenido ninguna colaboración con los servicios secretos británicos o estadounidenses en materia de lucha contra el terrorismo o lucha defensiva”, afirmó Körper.
“Es importante añadir que las tareas de los servicios de inteligencia en cada país son diferentes”, agregó el diputado socialista. “Por ejemplo, en Alemania nos dedicamos a recopilar y evaluar información, mientras que en el caso de otros países europeos o Estados Unidos, los servicios de inteligencia pueden dedicarse a perseguir criminales”.
La tarea de los servicios de inteligencia alemanes es, según Körper, esencial, tanto para solucionar problemas como para prevenirlos: “Estar informado es un importante requisito para tratar los conflictos políticos de forma preventiva. Por ello, nuestros servicios tienen también una función primordial en la labor política”.
Una declaración que, aplicada igualmente a los servicios secretos británicos o estadounidenses, tiene ahora mismo incómodas implicaciones.
Autora: Lydia Aranda Barandiain
Editor: Enrique López Magallón