Ttecnología alemana sideral
31 de octubre de 2011Hacia China se dirigen las miradas del Centro Alemán de Aeronáutica y Astronáutica (DLR) con sede en Bonn, pues la nave Shenzhou lleva consigo tecnología alemana destinada a la investigación. La llamada Simbox es tan grande como dos cajas de zapatos, una sobre la otra. No obstante, ofrece el espacio suficiente para desarrollar 17 tipos de experimentos biológicos y médicos; éstos han sido concebidos por equipos de ambos países. Dentro de la Simbox, para cada tipo de experimento hay asignado un espacio similar al de una cajetilla de cigarrillos.
En busca de grandes conclusiones
Entre otras cosas, se trata de investigar cómo se comportan en la ingravidez las células cancerígenas y las células del sistema inmunológico humano. También se tratará de determinar el por qué de que las plantas echen raíces hacia abajo y brotes hacia arriba. De todos los experimentos, los científicos esperan sacar conclusiones importantes para el futuro de la astronáutica, como por ejemplo los efectos de la falta de gravedad en el cuerpo humano.
No obstante, la importancia de la Simbox supera el ámbito de lo científico. “Se trata del comienzo de una nueva era”, afirma Gerd Gruppe del DLR. Es que esta cooperación germano-china representa un estreno doble: para los alemanes es la primera vez que envían tecnología al espacio sideral en un cohete chino y para los chinos, es la primera vez que cooperan con otro país en una de sus misiones Shenzhou.
Aunque el primer impulso para esta cooperación surgió de la China, Alemania se mostró dispuesta desde el comienzo. “Que China haya escogido a Alemania es para nosotros un hito, comparable a cuando en 1992 Klaus-Dietrich Flade fue el primer cosmonauta occidental en volar en un cohete ruso a la estación MIR”, explica Gruppe.
Ventajas para ambos
Debido a los altos costos, en este momento la cooperación internacional es un imperativo en el ramo. Con todo, según Gruppe, el proyecto chino-germano subraya la posición de liderazgo que tiene Berlín en la investigación. Por otro lado, para China será ventajoso contar con Alemania como socio, al lado de Estados Unidos y Rusia. Desde ya, Pekín y Berlín planean nuevas cooperaciones en el ámbito de misiones espaciales de investigación en el campo de la biología y la física.
“Hay sólo tres naciones tecnológicamente capaces de enviar misiones tripuladas al espacio”, explica Peter Preu, encargado de temas de investigación en el espacio sideral del DLR. “La nueva cooperación con China aumenta el número de vuelos espaciales y con ello amplía las posibilidades de investigación para científicos alemanes”, añade Preu. Según Preu, esta cooperación representa prestigio para China, pues pone de manifiesto que otras naciones confían en el alto nivel que ha alcanzado su astronáutica.
Con todo, no siempre todo han sido rosas entre ambos y primero hubo que llegar a un consenso en cuanto a maneras de trabajar, estándares de seguridad y condiciones tecnológicas. Tras tres años de preparación, se puede hablar de un equipo científico binacional que funciona bien.
Sin temores
Desde la década de 1980, ambas naciones cooperan en el campo científico; desde 1996, el DLR y la Academia China de las Ciencias organizan talleres conjuntos. Esto ha aportado primordialmente a la confianza, explica Gruppe. Por ello, a diferencia de lo que sucede en la industria, los científicos no sienten temor de posibles “robos de tecnología”. Pues aunque los componentes sí pueden ser copiados, “ellos funcionan sólo con el know-how que está en el cerebro de los investigadores y éste difícilmente puede ser copiado”, explica Michael Lebert, catedrático de biología celular de la Universidad alemana de Erlangen-Núremberg.
Una nación con ambiciones
Para Pekín este vuelo espacial es especialmente significativo, no sólo por la cooperación con Alemania. Shenzhou 8 orbitará la Tierra por 17 días antes de aterrizar en el desierto chino; durante ese tiempo el cohete intentará acoplarse con el módulo espacial Tiangong 1, en órbita desde septiembre. El éxito de este proyecto representará un primer paso hacia una estación espacial que China quiere lograr hasta el 2020 y que podría ser la sucesora de ISS.
El nombre del módulo -Tiangong, el palacio del cielo- habla de la gran ambición que encierra. China quiere también desarrollar su propio sistema satelital de navegación, quiere lanzar en dos años una misión no tripulada a la Luna y hasta 2020 haber enviado al espacio misiones tripuladas. Previsto está que con Shenzhou 10, planeado para 2012, salgan dos o tres astronautas –para China, taiconautas- con dirección a Tiangong.
Autor: Thomas Latschan/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas