Chile tras el triunfo de Bachelet
17 de diciembre de 2013El triunfo de Michelle Bachelet al frente de una amplia coalición en Chile, con un 62% de los votos, promete el inicio de un proceso de transformaciones estructurales, pendientes desde que el país transitó a la democracia. Pese a su impecable desempeño económico, que rebasa la media latinoamericana, el talón de Aquiles es la distribución inequitativa de la riqueza, que perpetúa la enorme brecha social. Las reformas educativa, fiscal y constitucional, serán las tareas prioritarias de la presidenta electa, que será la primera en volver al Palacio de La Moneda con un segundo mandato desde el fin de la era Pinochet.
El expresidente del Partido Socialista de Chile, Ricardo Núñez, ex senador y dirigente de la Concertación, habló con DW en Berlín, en donde pasó tres años exiliado tras el golpe contra Salvador Allende. Núñez fue invitado por la Fundación Friedrich Ebert, cercana al Partido Socialdemócrata alemán (SPD) para participar en un congreso que analizó el legado del líder socialdemócrata y excanciller Willy Brandt, con motivo del centenario de su nacimiento.
DW ¿Cuál es el ambiente que hay en Chile tras el triunfo de Michelle Bachelet?
Ricardo Núñez: Es un ambiente de regocijo, de gran alegría, pero al mismo tiempo de incertidumbre. Las demandas son muchas, el país requiere cambios. Hay una gran conciencia de que en Chile se pueden hacer cambios importantes pero al mismo tiempo sabemos perfectamente que hay muchos que tratarán de impedirlos. En Chile, las fuerzas conservadoras, aún cuando han sacado el 38% de los votos, siguen siendo una fuerza poderosa que por todos los medios tratará de impedir esos cambios, ya sea en el Parlamento, en la sociedad civil, o a través de los medios de comunicación (…) Michelle Bachelet ha sido insistente en la necesidad de un cambio por lo menos de tres ejes fundamentales de la vida económica y social del país: una reforma educativa, una tributaria, y una nueva Constitución.
Bachelet vuelve al Palacio de La Moneda con el porcentaje de votos más alto desde el retorno a la democracia. ¿Refleja ello las altas expectativas de los votantes que demandan cambios?
Uno podría pensar que en Chile hay una situación de tal holgura económica y social que no se requieren cambios. Es uno de los países de Latinoamérica que más ha crecido, cuyo ingreso per cápita se encuentra a la cabeza, y sin embargo en los últimos años, incluso antes del gobierno de la derecha, las demandas de una transformación de fondo de la sociedad chilena se han intensificado. Curiosamente una sociedad que podría estar “satisfecha”, hoy en día está más insatisfecha y requiere más solución a los problemas que demanda. Tendremos un nuevo ciclo en la historia de Chile, como ha dicho Bachelet, con cambios estructurales como nunca los habíamos pensado durante los últimos 20 años.
Chile ha crecido a un ritmo de 5.5% desde el 2010, el desempleo también es relativamente bajo. Sin embargo la riqueza no llega a todos, se dice que el sistema educativo es la fábrica de las desigualdades...
La educación básica, media y la educación superior se incorporaron al mercado. Lo que ha ocurrido en el país, así como ha ocurrido en otros ámbitos de la vida nacional, es que se concentró la mejor calidad en los grupos mas poderosos, los de mayores ingresos. Estos son los que tienen las mejores posibilidades de acceder a las mejores universidades, en detrimento de la gran mayoría de los chilenos y chilenas, que sólo tienen la posibilidad de acceder a universidades de muy bajo nivel, o no llegar a la universidad y quedarse con educación básica muy elemental y normalmente muy desprovista de la capacidad de enfrentar creativamente el mundo laboral. Lo que ha ocurrido en el país es una privatización que ha llevado a la generación de una verdadera industria de la educación. Tanto es así que los estudiantes y la nueva mayoría reclaman terminar con el lucro. Si en alguna actividad no debe existir lucro, una ganancia como se obtiene de la venta de cualquier otro producto, es en la educación. Existen otros factores sin duda, el factor étnico también es un factor importante. El pueblo mapuche hoy en día sufre marginación, no está incorporado plenamente a la actividad económica y social, y cuando lo hace es en los sectores peor remunerados. Un porcentaje muy menor de la población concentra la mayor parte de la riqueza que genera el país y un porcentaje bastante mayoritario concentra muy poco.
¿Qué significa la llegada de líderes estudiantiles al Parlamento, como Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Kariol Kariola? Ellos cambiaron la agenda política con las protestas callejeras. ¿Son un apoyo para Bachelet?
Son un apoyo, pero crítico. Ellos encabezaron las protestas que dijeron “basta” a las desigualdades, “basta” también a la existencia de una sociedad que no da oportunidad para que todos tengan acceso a los bienes espirituales y materiales más elementales. Es una juventud inquieta, que ha valorado la democracia, pero que no está dispuesta a que esa democracia sea un factor de desigualdad permanente en la sociedad chilena, no está dispuesta a aceptar que sea un país tan desigual como lo es Chile. Es un apoyo, pero crítico y vigilante. Son jóvenes que saben perfectamente que la sociedad chilena está movilizada, que no se aletargó a pesar de los 20 años de la concertación. Hicimos bien las cosas, pero no tanto como para haber generado las transformaciones que la sociedad chilena requería. Es una juventud que ha sufrido este proceso de transición desde un punto de vista crítico, que ha llegado al Parlamento, que representa a un sector de la población que quiere una sociedad mejor y más igualitaria y más participativa, en donde la política no esté reservada para unos cuantos.
¿Logrará Bachelet reformar la Constitución, que tiene todavía remanentes de la era Pinochet?
Es enorme la cantidad de chilenos que por primera vez están exigiendo que la nueva Constitución que ha de darse sea a través de una Asamblea Constituyente. Este es un hecho histórico. En Chile las tres Constituciones que hemos tenido a lo largo de la historia, que han marcado la existencia jurídica de nuestro país, han sido hechas entre cuatro paredes. Y las modificaciones que le hicimos a la Constitución de Pinochet fueron importantes pero no suficientes. En consecuencia, a Bachelet se le abre la gran posibilidad de generar una movilización social, política y cultural de enorme trascendencia para generar una nueva Constitución. La derecha se queja de que esto va a significar que vamos a mantener permanentemente al país discutiendo. Sí señor. De eso se trata. Que el país sea capaz de discutir cada uno de los elementos que contiene una Constitución. Desde el tema del matrimonio homosexual, de la fe en un estado laico como el chileno, hasta el tema de la propiedad, la importancia que tiene el Estado en la economía del país y los problemas de las relaciones internacionales. El país ha recibido a unos 500.000 inmigrantes provenientes de países amigos a quienes se mira con mucho recelo. Son hermanos latinoamericanos que vienen a Chile a trabajar, a aportar con su fuerza de trabajo al desarrollo del país, de modo que la Constitución también tiene que estar abierta a que Chile se convierta en un país atractivo para la fuerza laboral de la región. Eso tiene que estar en la Constitución. Es parte de la demanda cultual y política que están exigiendo los chilenos. Significa que sea una sociedad más participativa. No estamos siguiendo el ejemplo de nadie, sencillamente es la maduración de un proceso de larga data, en el cual lamentablemente la Carta Magna, que representa el alma de la nación, no siempre fue discutida por todos los chilenos. Se abre esa posibilidad para que se de un cuerpo legal y constitucional que nos permita vivir en paz y en progreso.
¿Cuál será el discurso de Bachelet en la política exterior de Chile? El presidente Piñera dio prioridad a la Alianza del Pacífico, las relaciones con Perú, con México y Colombia. Se espera que Bachelet se acerque más ahora a Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, países de izquierda.
Hay un primer desafío que va a tener Michelle Bachelet, del que incluso no se salvará Piñera. El próximo mes de enero, la Corte Internacional de La Haya dará a conocer su veredicto sobre el diferendo entre Chile y Perú en materia de limitación marítima. Ha sido muy bien llevado por el gobierno de Piñera y así lo hará el gobierno de Bachelet. Cualquiera que sea el resultado del problema planteado por Perú, las relaciones entre ambos países tendrán que continuar de buena manera. La prioridad serán los países vecinos. La segunda prioridad son otros países que son muy importantes en América Latina: Brasil y México. La Alianza del Pacífico, que incluye a México tendrá que ser debidamente equilibrada con una buena relación con Brasil, con el que tenemos una relación muy fructífera. Brasil hoy en día acoge el mayor porcentaje de inversiones de empresarios chilenos, y hay muchos capitales brasileños que están trabajando en Chile, de modo que tenemos que equilibrar las relaciones entre Brasil y México, que se disputan una cierta hegemonía en Latinoamérica. Asia Pacífico es una prioridad muy importante por el peso de los países de Asia, sobre todo los ribereños del Pacífico. Luego le siguen Estados Unidos y Europa. Ellos siguen siendo los principales destinos de las exportaciones chilenas. Tenemos con Europa y con Alemania en particular, una relación muy positiva, que es histórica. Esperamos que con el ingreso del SPD al gobierno se fortalezca aún más. También en Chile el eje entre la socialdemocracia y la democracia cristiana es vital. La política exterior será audaz y al mismo tiempo moderada.
¿Cómo han evolucionado los grupos conservadores en Chile desde el fin de la era Pinochet?
La mayor parte de los grupos económicos, los que han tenido éxito en sus actividades, beneficiados incluso con los gobiernos de la Concertación, son una pequeña minoría que nació gracias a la dictadura, son hijos de Pinochet. Iniciaron su acumulación de riqueza bajo el régimen militar. Son muy pocos los grupos económicos que vienen desde tiempos de la República. Sin embargo tenemos que reconocer que son sectores que han comprendido que la democracia es mejor. Yo no diría que estos sectores empresariales sean fascistas, o pinochetistas. Casi todos han dejado esa herencia atrás. El mundo conservador que hace difícil los procesos de cambio está más ligado a la Iglesia católica, no vienen de esos sectores, aunque no quieran una reforma tributaria que les haga aportar más al erario, ni un sector laboral que se sindicalice, pero se dan cuenta de la necesidad de vincularse con sectores más progresistas que han ganado una elección y que se aprestan a gobernar el país en condiciones muy distintas. Los cuatro años de la derecha han abierto en Chile la posibilidad cierta de seguir avanzando en un país más próspero, más de ciudadanos, que se abre a un proceso de cambio como no lo habíamos vivido en los últimos 50 años.
¿Hay algo que quisiera usted añadir?
Desde Berlín, donde viví tres años de mi exilio, siento una certeza muy estimulante: el saber que todos estos años de nuestra lucha contra Pinochet y a favor de la generación de mejores condiciones de vida para nuestro pueblo no han sido en vano. Hemos tenido muchos errores, pero en estos años de democracia y ahora con el triunfo de Michelle Bachelet se abre la posibilidad de seguir construyendo aquel país que soñábamos cuando estábamos exiliados.