Bombas contra intereses británicos
20 de noviembre de 2003Por segunda ocasión en el transcurso de seis días, terroristas islámicos perpetraron una cadena de devastadores atentados que provocaron un baño de sangre en dos concurridos barrios de Estambul. Dos explosiones se produjeron casi simultáneamente en la mañana del jueves cerca del banco británico de inversión, HSBC, y del consulado británico en la ciudad turca. Entre las víctimas mortales se encuentra el cónsul general británico, Robert Short. Los nuevos atentados en la metrópoli financiera turca, realizados con coches bomba, levantaron una ola de repudio y consternación en todo el mundo y sacudieron a los mercados financieros, que cerraron a la baja.
En numerosos países de la UE fueron reforzadas las medidas de seguridad en las representaciones diplomáticas de Gran Bretaña y Estados Unidos. Las voces de condena y mensajes de solidaridad hacia Gran Bretaña y Turquía se alzaron en todas las capitales del viejo continente, desde Madrid hasta Moscú. Bush y Blair, reunidos en Londres, renovaron su compromiso con la lucha antiterrorista.
El ministro alemán del Exterior, Joschka Fischer, envió telegramas de condolencias a sus homólogos británico y turco. Autoridades alemanas no descartan el riesgo terrorista sobre territorio alemán. "Alemania sigue formando parte del ámbito de peligro de actividades extremistas", dijo el ministro del Interior, Otto Schily. En Berlín, el ministerio del Exterior recomendó postergar todo viaje 'no estrictamente necesario' a Turquía, mientras no se aclare la situación. Según declaraciones transmitidas por la televisión alemana, la población en general entiende que esta secuencia de atentados continuará como respuesta al apoyo dado por Turquía a Estados Unidos y sus aliados en la guerra contra Irak.
‘Habrá mas ataques similares’
En una llamada a la agencia semi-oficial de noticias, Anatolia, una persona que dijo hablar en nombre del Frente de Combatientes Islámicos del Gran Oriente, FCIGO, y de la organización Al Qaeda, reivindicó los atentados y advirtió que habrá más ataques similares para demostrar al mundo que ‘los musulmanes no estamos solos’. El FCIGO ya se había atribuido los atentados contra dos sinagogas en Estambul el fin de semana pasado que mataron a 25 personas y dejaron 300 heridos. Entonces las autoridades turcas no dieron credibilidad a la llamada, pues la organización, activa en los años 90, está prácticamente diezmada al tener a casi todos sus líderes y activistas encarcelados. No había tampoco ninguna constancia de los vínculos entre dicha organización y el grupo terrorista Al Qaeda.
Quien quiera que haya planeado los ataques suicidas ha puesto una señal clara. En la mira se encuentra el ‘imperialismo británico’, como éste es entendido por los agresores, ni más ni menos que en un momento en que la simbiosis británico- estadounidense era sellada con la visita de Bush a Londres. Durante la guerra en Irak, el gobierno de Ankara quedó entre la espada y la pared cuando Washington exigió a su aliado y miembro de la OTAN, un respaldo incondicional a la política belicista estadounidense frente a Bagdad. El rechazo turco, considerando posibles resentimientos iraquíes, a poner a disposición su territorio para el avance de tropas aliadas, provocó un trastorno de la estrategia militar del Pentágono. Ankara intentó en vano de mantenerse al margen del conflicto.
"La lógica terrorista"
Turquía se ha convertido ahora en escenario de una ola terrorista, hasta ahora desconocida en el país, que ataca con ceguera y mata inocentes. Según la lógica y visión del mundo de los autores de los atentados, quien es aliado de Estados Unidos es también un agresor. A su juicio, Gran Bretaña es el co-responsable número uno, mientras que el gobierno turco no es otra cosa que un traidor. Detrás de la ola de atentados en Turquía se encuentra el fanatismo islámico. No el Islam, sino un extremismo político que se escuda en argumentos religiosos para justificar su fanatismo criminal.
Los autores de los atentados especulan también con una "solidaridad del miedo" entre la población turca, que la haría acabar rebelándose ante su propio gobierno. Éste, a su vez, no tendría más remedio que suspender todo apoyo y cooperación con Estados Unidos e Israel.
Sin embargo lo más probable es que ocurra lo contrario: que el gobierno turco reaccione con fuerza militar al desafío, como lo hizo cuando combatió con mano dura al separatista Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK.