Un festejo con desafíos
15 de septiembre de 2010El tradicional “¡Viva México!” que los políticos de ese país pronuncian cada 15 de septiembre, cerca de la medianoche, conmemora el momento en el que el cura Miguel Hidalgo y Costilla proclamó el inicio de la lucha independentista y la separación de México de la corona española. Este es uno de los actos oficiales más importantes en tierras mexicanas, y se lleva a cabo tanto en el Zócalo de la capital como en otras ciudades del país y del extranjero.
Intenso debate
Pero en 2010, año del Bicentenario, el festejo de la Independencia es motivo de debate especial entre los mexicanos. El Gobierno del conservador Felipe Calderón hace todo lo posible por mantener el tono festivo de la celebración: se encargó a un compositor de música pop la creación de un “Himno Bicentenario”, y el mismo día del “grito” la fecha es festejada con conciertos musicales y desfiles. Las autoridades decretaron un feriado especial de tres días para conmemorar los 200 años de independencia.
Hay una gran cantidad de mexicanos que, en cambio, no ven razón alguna para celebrar. Los efectos de la crisis financiera internacional son sentidos por la población. Muchos atribuyen la mala situación económica del país precisamente a acciones u omisiones del Gobierno de Calderón: 57 por ciento de los participantes en una encuesta reciente piensa que México está peor hoy que en 2006, cuando tomó el poder el actual presidente.
Según el estudio realizado por la empresa Demotecnia, 64 por ciento de los mexicanos considera un desperdicio la construcción de monumentos relacionados con el Bicentenario de la independencia mexicana.
Alma Noser, coordinadora para México de Amnistía Internacional (capítulo Suiza), coincide. En entrevista con Deutsche Welle, señala que “el Gobierno mexicano gastará miles de millones de pesos para suntuosas y gigantescas fiestas representativas, con invitados de todo el mundo y de gente ilustrísima de la política y del espectáculo.”
Al mismo tiempo, “la población festejará verdaderamente en los barrios y los pueblos, sin la participación del Estado. Se organizarán ellos mismos, como siempre. Las fiestas populares son parte de la cultura mexicana y no tienen mucho que ver con bicentenarios u otros eventos oficialistas.”
Violencia e incredulidad
Un tema adicional que alimenta el pesimismo entre los mexicanos, al cumplirse 200 años de la Independencia, es la violencia del narcotráfico y la respuesta del Estado mexicano: la llamada “guerra contra las drogas”.
El caso de Chihuahua es emblemático de esta situación. Otra encuesta reveló que, debido a la violencia en Ciudad Juárez y diversos puntos de ese Estado del norte mexicano, 70 por ciento de los habitantes considera que la batalla del Gobierno mexicano contra las bandas del narcotráfico está perdida.
“Miedo, histeria, rebeldía, todos son síntomas de una sociedad desesperada que no sabe cómo reaccionar ante tanta violencia”, escribió en el periódico El País María de las Heras, autora del sondeo de opinión.
La desesperación afecta el concepto que estos mexicanos tienen de sus propias libertades individuales. El 50 por ciento de los habitantes de Chihuahua demanda que se decrete ahí el estado de excepción, según la encuesta hecha por de las Heras.
Independencia y libertades
Sin embargo, la intervención del ejército no es la panacea que muchos esperan. El pasado 5 de septiembre, soldados abrieron fuego contra un vehículo en el que viajaban civiles, cerca de un puesto de control militar en el Estado de Nuevo León.
En ese incidente murieron un joven de 15 años y su padre. El hecho causó indignación en todo el país, pero no es el único caso de “daños colaterales” en la guerra entre el Estado mexicano y el crimen organizado.
De hecho, “la impunidad por las violaciones de derechos humanos en México es un mal endémico y constituye una negación del Estado de derecho”, considera Alma Noser. Las bandas criminales “representan un Estado dentro del Estado. Cometen terribles masacres (como últimamente en la frontera con Estados Unidos, donde mataron a 72 migrantes centroamericanos). Muchas veces funcionarios estatales están involucrados en la persecución y el maltrato de los migrantes. Se puede entonces hablar de un Estado con deficiencias muy graves y con violaciones masivas de los derechos humanos.”
Es verdad que México ha abierto las puertas a organismos de derechos humanos y que ha promovido instrumentos jurídicos contra la tortura, dice la observadora internacional.
Sin embargo, “es un país muy dividido, altamente polarizado, con un potencial de conflictos sociales muy alto, con pérdida de legitimidad de las instituciones políticas, con enorme corrupción estatal, con muchos conflictos electorales, con profundo desprecio de los derechos indígenas, con un racismo chocante, con tortura, impunidad, ausencia de justicia en muchos Estados mexicanos, con un fracaso de la política neoliberal y una problemática migratoria enorme y una pobreza extrema, especialmente en los Estados con una gran presencia indígena.”
A título personal, Alma Noser considera que asuntos como la creación de empleos, la abolición de la justicia militar en casos de violaciones a los derechos humanos cometidas por el ejército mexicano, o incluso la legislación de las drogas, serían regalos mucho más valiosos para la población, en lugar de los festejos oficiales por el Bicentenario de la Independencia.
Autor: Enrique López Magallón
Editor: José Ospina-Valencia