Barroso critica al Gobierno alemán: ¿se acabó el amor?
8 de octubre de 2007Fueron seis meses de idilio, en los que Europa y Alemania vencían las dos o fracasaban juntas. Pero todo pasa, también las presidencias. No queda rencor, sino “buenas relaciones”. Y cada cual vuelve a luchar por lo suyo. Europa por sus competencias. Alemania por su dinero. Las críticas de José Manuel Barroso, el presidente de la Comisión Europea, al Gobierno alemán en un diario belga vienen a recordar que ni la una es la niña mimada, ni la otra es lo que era.
El Consejo de la Unión Europea, también llamado Consejo de Ministros, es uno de los tres órganos en los que se toman las decisiones que afectan a la Unión. A diferencia del Parlamento Europeo y de la Comisión, la presidencia del Consejo es rotativa y pasa cada semestre de Estado miembro a Estado miembro. En julio, Portugal relevó a Alemania.
El presidente está enfadado
“Espero que la política europea de Alemania no pierda el ímpetu que tuvo durante la primera mitad del año”, declaró Barroso a Da Standard, en una entrevista publicada el pasado domingo. Dos cosas enfadan al presidente: el continúo bloqueo germano a sus planes de liberalizar el mercado energético comunitario y la oposición alemana al boceto de rescate del sistema de navegación Galileo tal y como lo traza la Comisión.
Alemania obstaculiza los planes de la UE, piensa en términos nacionales y no entiende el principio de la subsidiariedad, es en resumen la crítica. No es tanto lo dicho en sí lo que ha cogido a Berlín por sorpresa. El Gobierno alemán conoce bien las discrepancias, pero se había olvidado de que ya no ostenta la presidencia y ya no goza de la inmunidad que le concedía el estar llamado a impulsar el Tratado de Reforma europeo, el acuerdo sustituto de la fallida Constitución.
Durante seis meses, Barroso se deshizo en halagos hacia Angela Merkel. Que ahora ataque en público a la canciller es para unos una gran injusticia. “Alemania ha sacado el Tratado de Reforma europeo de la crisis y no tiene nada que demostrar”, aseguró el democratacristiano Elmar Brok al periódico alemán Frankfurter Allgemeinen Sonntagszeitung. Para otros, como describe este mismo rotativo, los desaires del presidente comunitario no son más que “parte de su trabajo”.
Galileo va y viene
“Las posturas están muy alejadas”, era la versión diplomática de la situación descrita desde Bruselas hace unos días. Galileo, el sistema de navegación por satélite europeo, debía empezar a emitir señales en 2008. Hoy nadie cuenta con que esté listo antes de 2015, y eso sólo si los cinco países llamados “grandes” en este proyecto (Alemania, Francia, Gran Bretaña, España e Italia) logran ponerse de acuerdo.
Las diferencias, las desconfianzas y las dudas a su rentabilidad llevaron a la industria a abandonar a Galileo. Si el capital privado no quiere, Galileo tendrá que construirse con dinero público, fue la respuesta de la Comisión, y los franceses propusieron utilizar fondos agrarios y administrativos del presupuesto comunitario de 2007 y 2008.
Alemania se opone. Primero porque sus compañías insisten en que con los 3.400 millones de euros estimados para sacar adelante el sistema, 1.000 millones más de lo que se calculaba hace cuatro meses, no será suficiente. A los germanos no les gusta que se eche mano de un dinero planificado para otros fines.
Pero para la negativa alemana hay más motivos que los contables. La Comisión Europea quiere, si va a pagar Galileo de su propio bolsillo, volver a sacar el proyecto a concurso y que las empresas concurran de nuevo. Las firmas alemanas a las que ya se les adjudicó buena parte del trabajo se resisten, y Berlín pide que no se olvide que la mayor parte de los recursos comunitarios proceden de sus arcas.
Segmentar o no
Otra batalla abierta es la del mercado energético europeo, y de nuevo sale el Gobierno alemán en defensa de sus empresarios.
La Comisión Europea espera poder abaratar el suministro de gas y electricidad liberalizando un sector muy controlado por unos pocos consorcios. La idea es separar compañías y redes de abastecimiento, de modo que las segundas sean administradas por empresas independientes y así accesibles a más proveedores.
Las eléctricas alemanas no quieren ni oír hablar del tema, pero esta vez no están solas, las francesas las acompañan. El Ejecutivo germano alega en su frontal rechazo a la medida razones de seguridad y eficiencia, y miedo a que las inversiones en las redes vayan a disminuir. Y, evidentemente, no se gana con ello las simpatías de Barroso.