Alondra de la Parra: "Puedo dotar a la música de gran masculinidad"
7 de junio de 2013Tiene espíritu luchador, así como carisma y sensibilidad. La directora de orquesta mexicana Alondra de la Parra (Nueva York, 1980) va trazando con paso firme una sólida trayectoria profesional. Fundó la Orquesta Filarmónica de las Américas, dirige habitualmente prestigiosas orquestas de todo el mundo y lleva adelante mil y un proyectos alrededor de la música.
En Alemania, su presencia es habitual. Solo en 2013 se ha puesto al frente de varias formaciones germanas y ha recibido el premio a la Dirección Musical en el Festival de Mecklemburgo-Pomerania.
Deutsche Welle: ¿Le impacta venir a Alemania, cuyo público es exigente y es cuna de grandes compositores y directores?
Alondra de la Parra: No, porque ya he estado allí en diversas ocasiones. En los últimos años me he sentido en Alemania bienvenida y apoyada, tanto por las orquestas como por el público. Es un territorio en el que me siento cómoda. La eficiencia y el rigor alemanes me motivan, así es como a mí me gusta trabajar.
Está aprendiendo alemán, ¿por qué?
Porque me gustaría poder comunicarme en ese idioma. Alemania es la cuna de la música clásica, muchas de las obras que tengo que interpretar están escritas por personas que hablaban esa lengua. La idiosincrasia del alemán se proyecta en las composiciones. Aprendo para cultivarme y para enriquecer mi música.
Ser mujer, joven y guapa en un mundo de hombres debe de ser un arma de doble filo… ¿Cómo lo vive usted?
Para mí, la riqueza siempre es espiritual, intelectual, musical... Cuando trato con los músicos de la orquesta, no pienso en quién es mujer, hombre, joven o mayor. Las apariencias saltan a la vista en el primer instante, pero después, durante el trabajo, se ven las almas de las personas más allá del físico.
Recientemente se dijo que fue usted la primera mujer en dirigir en China, ¿cómo lleva Alondra de la Parra eso de ser pionera?
Yo fui la primera en hacer una gira con orquesta en China, pero después he sabido que ya otra mujer había dirigido allí. Ese tipo de “logros” son cosas que dicen o escriben otras personas. Pero yo no lo vivo como que estoy haciendo algo por primera vez, sino que abordo el trabajo diario con normalidad. Mi mundo es aprender, crecer, prepararme, estudiar…
¿Hay cualidades intrínsecamente femeninas en algunas obras?
Creo que sí. La belleza de la música es que representa a la humanidad. A veces hay fragmentos muy masculinos, otros donde están ambos géneros, otros que son neutros… No creo que yo, por el hecho de ser mujer, pueda hacer mejor las partes femeninas que las masculinas y viceversa. He visto hombres con una gran femineidad en momentos clave. Y tanto yo misma como otras directoras somos capaces de dar a la música una gran masculinidad, si así lo requiere un determinado fragmento.
Quienes nos servimos de las palabras para trabajar, solemos utilizar etiquetas para describir a las personas, pero usted no encaja fácilmente en ninguna categoría de directores, sino que va trazando una trayectoria personal.
Eso me gusta. Yo soy así. Ser director de orquesta es tener muchos sombreros, como decimos en México, y eso implica muchas líneas de trabajo. Pienso que ser directora me brinda la oportunidad de ser una fuente de inspiración positiva para el mundo… Ese sería el común denominador de mi actividad, que se concreta en el trabajo con los niños, mi quehacer al frente de la Orquesta Filarmónica de las Américas, mi interés por la música antigua y por desarrollar nuevos públicos… Soy muy joven para encasillarme en algo particular.
¿Alondra de la Parra sería la Alondra de la Parra que hoy conocemos de haberse formado íntegramente en México?
No. Tuve la oportunidad de tener mucha mezcla de culturas en mi formación. Mi mexicanidad es extrema: crecí en México, mi familia es mexicana y estoy muy arraigada a mi cultura. Musicalmente, empecé a tocar el piano y el violonchelo en mi país, pero después estuve un año en un internado británico, que fue definitivo para mi formación. Ahí me enamoré de vivir rodeada de música. Después completé mis estudios en Nueva York con profesores americanos y mi maestra de piano fue rusa. Soy una mezcla de muchas influencias.
¿Tiene eso algo que ver en su manera desprejuiciada de mezclar la música culta y la popular?
Al crecer en México, estuve en bandas de pop, rock y folclóricas. En mi casa siempre se escuchaba música de todo tipo: ópera, sinfónica, cubana, brasileña… La música es muy importante en mi familia: se habla sobre ella, se va a conciertos… Crecí sintiendo que la música no tiene por qué estar encasillada en un estilo, sino que basta con que sea hermosa y esté hecha de forma profesional.
Mirar el repertorio centroeuropeo desde la lejanía del continente americano, ¿da una cierta frescura y una cierta libertad a la hora de interpretar las obras?
Estoy de acuerdo en lo de la frescura. Hay fragmentos de sinfonías de Mahler que son parecidos a nuestro folclore, a canciones de la calle, de las bandas de pueblo. Los latinoamericanos no hemos crecido con el fantasma de la música germana, que puede ser apabullante si uno no creció allí. Al viajar por todo el mundo, yo he podido desmitificarlo, porque me he dado cuenta de que todos somos distintos, pero, al mismo tiempo, todos somos iguales. A fin de cuentas, la música clásica viene, en parte, de la música popular.
Autora: María Santacecilia
Editora: Cristina Papaleo