Pálpito orquestal en el corazón de Uruguay
24 de mayo de 2013Puede adquirir mil y una caras: una orquesta de papel, un coro de manos blancas, aprendizaje grupal lejos de la gran ciudad, instrumentos hechos de basura reciclada... Todos estos proyectos se dan en distintos puntos de Latinoamérica, pero tienen un denominador común: la música clásica. Y la ilusión y el esfuerzo de quienes creen que otro mundo es posible mediante la formación de los jóvenes en la disciplina, la atención y el trabajo conjunto que requiere tocar un instrumento en una orquesta.
El violinista Jorge Risi impulsa en Uruguay desde hace tres años el proyecto “Grupos sonantes”. Formado en el ámbito académico del violín, Risi no solo ha desempeñado activamente el papel de solista y músico de cámara -fue miembro fundador del mítico Cuarteto de Cuerdas Latinoamericano-, también es investigador, pedagogo y artífice de “Grupos sonantes”. Risi admite que en Latinoamérica hay un boom en el terreno de la música clásica, con Venezuela como cara internacionalmente más visible. “Pero se olvida mencionar que en Chile hay aproximadamente 400 orquestas juveniles, en Paraguay unas 80 y en Colombia, Argentina y Brasil, incontables. Las razones de este florecimiento no son solo de índole musical, sino también política, social y económica”, asegura.
Vocación social
El propio “Grupos sonantes” nació con una vocación que va más allá del arte de los sonidos. Jorge Risi lo define como “un programa de interés no solo musical, sino de acercamiento e integración social. Se lleva música clásica y popular al interior de Uruguay, a sitios donde nunca la hubo. En este momento estamos presentes en diez lugares, pero en dos años esperamos llegar a por lo menos a veinte”.
André Seijas tiene 14 años y toca el violín. Está encantado con la posibilidad que “Grupos sonantes” brinda a los jóvenes para estudiar música clásica sin tener que viajar a la capital. “Y sin pagar”, añade. “Me parece espectacular que nuestro país se interese cada vez más por la cultura y la música académica”.
Financiado por el Ministerio de Educación y Cultura y la Fundación Uruguay Musical, “Grupos sonantes” hace hincapié en la formación grupal. Jorge Risi piensa que precisamente “la misión conjunta del músico da resultados muy superiores desde el punto de vista humano a la tradicional enseñanza en solitario. En cuanto están mínimamente capacitados, los estudiantes aprenden a convivir juntos en cameratas, cuartetos e incluso en encuentros con 100 o 200 integrantes”.
Esto es lo que más le gusta a Manuela Petrosino, de 15 años. La joven violinista cuenta que, cuando se juntan todos, “somos como una gran familia”. Solange Castellano, por su parte, tiene 17 años y lleva ya tres tocando el violín en “Grupos Sonantes”. Llegó al proyecto por casualidad. Un sábado por la mañana, al cruzar por la Casa de Cultura, escuchó el hermoso sonido de las cuerdas y, sin saber nada al respecto, se inscribió en el proyecto. “Luego de comenzar las clases, me enamoré del instrumento. Lo más lindo es conocer gente, compartir conocimientos, sentimientos y aprender de personas a las que les gusta mucho hacer lo que hacen”, asegura Solange.
El poder de la música
Jorge Risi está convencido del poder de la música no solo para la formación e integración social del individuo, sino que además piensa que puede ayudar a resolver otros conflictos. “La música puede canalizar problemas psíquicos, anímicos, de autoestima…”, explica el violinista. “Hay niños con déficit cognitivo según ciertos test tradicionales –cuyos resultados son absolutamente discutibles-, que a lo largo del proceso musical mejoran su rendimiento escolar. No disponemos aún de estadísticas, pero estamos trabajando en ello. Desde nuestra plataforma de investigación esperamos obtener conclusiones serias, no solo casos anecdóticos que pueden resultar fortuitos”.
Por el momento, la música clásica sigue siendo percibida por parte de la sociedad como algo extraño y difícil. André Seijas dice que “siempre hay algún chistoso que gasta bromas sobre nosotros, como, por ejemplo, que somos muy serios y anticuados. Pero si es lo que a uno le gusta hacer, no hay que prestar atención”, asegura. Jorge Risi trabaja con la convicción de que la música debe ser considerada “como un derecho para todos, tan necesario como el agua o la alfabetización tradicional”. Podemos plantear la hipótesis de cómo sería un futuro con jóvenes formados en la música clásica. ¿Hasta dónde se puede llegar con las orquestas que proliferan en Latinoamérica? “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, concluye Risi.
Autora: María Santacecilia
Editora: Claudia Herrera Pahl