Alemania y el tratamiento de la extranjería
Según las estadísticas que maneja el Ministerio alemán del Interior, Alemania era en el año 2001 uno de los países de la Europa de los 15 con mayor índice de población extranjera. Careciendo de la población de las ex colonias –con la que cuentan varios de sus vecinos europeos-, la explicación a este alto porcentaje de población no alemana se encuentra en la política de extranjería observada por Berlín.
Después de la guerra
En la República Federal de Alemania, las grandes olas de inmigración tuvieron lugar después de la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de una política de contratación de mano de obra, a causa de la gran necesidad que imperaba en el país. En 1955 entra en vigencia el primer acuerdo entre Alemania e Italia para contratación de mano de obra. Le siguieron en 1960 un acuerdo del mismo tipo con España y Grecia, en 1961 con Turquía, en 1963 con Marruecos, en 1964 con Portugal y en 1965 con Túnez.
Para el verano de 1964, en menos de una década, habían inmigrado a Alemania un millón de gastarbeiter, trabajadores invitados a laborar en el país como residentes, pero sin mayores derechos a optar por la nacionalidad. Por ello, en pocos años, hubo una segunda generación de extranjeros nacidos y criados en Alemania, pero con pasaporte extranjero. En Alemania regía el ius sanguinis, el principio por el cual la nacionalidad se traspasa de padres a hijos y no se adopta por el lugar donde se haya nacido, ius soli. Por su parte, la República Democrática Alemana había firmado acuerdos con similares propósitos con Hungría, Mozambique, Polonia, Argelia, Cuba y Vietnam.
Para 1973 había 2,6 millones de gastarbeiter en Alemania, de los cuales 605.000 eran turcos. El mercado laboral se encontraba saturado, y los trabajadores que no fueran de la Comunidad Económica Europea –que a la sazón contaba con 9 miembros: Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia, Alemania, Dinamarca, Irlanda y Reino Unido- ya no eran bienvenidos.
Las leyes de migración tampoco facilitaban el establecimiento de residencia en el país: un permiso de residencia indefinido se emitía apenas después de ocho años de haber laborado en el país legalmente. Y en la escala de preferencia para los puestos de trabajo, los alemanes venían primero, los comunitarios después y luego cualquier otra nacionalidad, en caso de necesidad comprobada.
Los movidos años ochenta
La migración hacia Alemania en los años ochenta estuvo marcada por el tema del asilo y la apertura de las fronteras del este y alemanes repatriados, por un lado, y por la creación de programas retorno para los países de origen a los gastarbeiter y extranjeros en general. Por otro lado, la Comunidad Económica Europea llegó a los doce miembros con la adhesión de Grecia (1981) y España y Portugal (1986).
La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana –que juntaba, entre otras muchas cosas, el número de gastarbeiter- logró que la cifra de inmigraciones en 1992 llegase a un récord: 1.129.348 de personas entraron a Alemania, con fines de quedarse. De ellos, 4,25% buscaban asilo. Mientras tanto, en 1991 se había modificado la Ley de Extranjería, facilitando la nacionalización de los gastarbeiter y su descendencia.
Una mirada al tratamiento del tema extranjeros en Francia y Reino Unido pone el asunto bajo otra luz: para las antiguas potencias colonialistas el fenómeno no era nuevo y, si bien la inmigración había sido masiva, los ex colonizados gozaban de por sí de la nacionalidad de la potencia colonial.
Las últimas reformas a la Ley de Extranjería
El gobierno de coalición socialdemócrata-verde, que asumió el poder en noviembre de 1998, reformó la Ley de Extranjería. Entre los detalles del nuevo reglamento de visados para extranjeros, que entró en vigor en el año 2000, lo más interesante fue, en realidad, algo fundamental: Alemania abandonó la idea de que alemán se era sólo por sangre y adoptó, aunque parcialmente, el ius soli. Los niños de extranjeros que gocen de permiso de residencia pueden ser alemanes hasta la mayoría de edad, momento en que tienen que decidirse.
La otra gran reforma fue que el tiempo de estancia en Alemania –cualesquiera sean los tipos de visado por los que haya pasado- sí cuenta para efectos de nacionalización. También en ese año, el canciller alemán, Gerhard Schröder, lanzó una nueva iniciativa para ganar personal altamente cualificado para el ramo de la informática. Las pocas ventajas que ofrece para un empleado cualificado el saber que después de cinco años en un país tiene pocas oportunidades para prolongar su estadía hicieron que no se produjese la esperada avalancha de pedidos de Green-Card.