Alemania y el espionaje de los hackers rojos
27 de agosto de 2007La historia parece increíble, propia de una película de espías. Uno de esos filmes en los que hombres que desprenden importancia, marcados con ojeras por el cansancio, con el nudo de la corbata deshecho y las canas alborotadas, discuten acaloradamente en torno a la mesa de alguna sala gubernamental. Uno de los presentes es el jefe del servicio secreto. O, en este caso, Hans-Elmar Remberg, vicepresidente de actividades de contraespionaje en la Oficina Federal alemana para la Protección de la Constitución. Y es que el hecho tiene lugar y fecha, y no ha sido ideado por ningún guionista de Hollywood.
Vigilados desde el exterior
Angela Merkel, la canciller alemana, no había puesto aún un pie en China y la noticia, título de portada esta semana en la revista Spiegel, corría ya como la pólvora por todas las redacciones de Alemania.
A la escena que describe el magazín le falta algo de glamour cinematográfico. Los ministros alemanes de Interior, Exteriores, Defensa y Justicia que escuchan a Remberg no son tan atractivos como los cuarentones de la gran pantalla, y entre ellos lo que reina no es el agotamiento, sino el desconcierto.
Remberg les explica, cuenta Speigel, que han sido víctimas de un ataque de espionaje sin precedentes en la historia de la República Federal de Alemania. No sus personas, pero sí sus ordenadores, y con ellos sus ministerios, sus trabajadores, sus informaciones… han estado siendo vigilados desde el exterior por hackers a sueldo del Estado chino.
Cuando los funcionarios abrían los aparentemente inofensivos archivos Word o Powerpoint con los que se camuflaban los hackers del sol naciente, éstos recibían pista libre para entrometerse hasta en el último byte ministerial. Y se desconoce aún si el mismo procedimiento ha sido utilizado o no contra empresas y consorcios germanos.
Los reyes del plagio
“No sólo roban secretos de Estado, lo que ya hubiera sido suficientemente terrible, sino que además hurtan bienes nacionales: el know-how alemán, el único recurso que posee Alemania para concurrir en el mercado internacional y asegurar así el bienestar de sus ciudadanos”, escribe Spiegel en un largo y duro reportaje que podría resumirse bajo el título de “aquellos que lo roban todo”.
La estrategia china consiste en ver, y copiar. No hay producto que se resista al plagio. Escandaloso, que no único, fue a principios de 2006 el caso del Transrapid. Siemens y sus socios pusieron en marcha en Shangai un primer tramo de este tren electromagnético, hasta ese momento único en el mundo. Poco después, China anunció que ya no compraría más Transrapid germanos: disponía de información suficiente para construirlos por sí misma.
“El riesgo de no estar es mayor que el riesgo de estar”, resumió por aquel entonces un directivo de Siemens. China juega ventaja: ningún país quiere enfrentarse hoy por hoy a las puertas cerradas del mercado chino. Así, ellos establecen las reglas del juego, exigen los planos de las patentes antes de conceder las licencias y copian lo que les place.
Espinoso encuentro
Las exportaciones son el motor de la economía alemana. Éstas se basan en el desarrollo de tecnología punta, en la innovación, y en la calidad del made in Germany. China, sumida en su explosivo crecimiento económico, parece tener como objetivo desbancar a Alemania del puesto de exportador número uno. La moralidad de los medios para tal fin ocupa aquí un lugar secundario.
Para Spiegel no cabe la menor duda de que Pekín está tras el espionaje a los ministerios alemanes, cosa que China niega pero que en el Gobierno alemán nadie se ha atrevido a desmentir. Berlín se esfuerza por tranquilizar asegurando que los hackers no lograron su objetivo, mientras Merkel trata de gestionar lo mejor posible su encuentro con el primer ministro chino, Wen Jiabao.
La canciller, que llevaba preparado un pequeño tirón de orejas por las violaciones de los derechos humanos y los ataques al medio ambiente, respirará seguramente aliviada cuando se encuentre, con los acuerdos económicos bajo el brazo, de regreso a Alemania.