Alemania entre el átomo y los elementos
31 de agosto de 2009Cuando los científicos descubrieron, en los años 30 y 40, que a través de la fisión del uranio se liberaba energía y más tarde, en 1951, el primer prototipo de reactor logró en Estados Unidos producir electricidad, la energía nuclear empezó a vivir su boom.
El entusiasmo por la nueva tecnología no tardó en alcanzar a Alemania. Por un lado, para una pujante nación industrial era casi obligación interesarse por las ciencias del futuro. Por otro, se buscaba dar con el modo de cubrir el creciente gasto energético. En 1955 se creó el Ministerio Federal para Cuestiones Atómicas y Franz-Josef Strauss se convirtió en el ministro alemán de la Energía Atómica- luego, la cartera desaparecería como tal para quedar integrada en el Ministerio de Educación y Ciencia. En Alemania empezaron a surgir durante esta época centros e institutos de estudios atómicos. El primer reactor germano, bautizado como "Atom-Ei" ("huevo atómico"), vino al mundo en Múnich.
Y puesto que otros Estados europeos también apostaban por lo nuclear, en 1957 nació la EURATOM, la Organización Europea de la Energía Atómica. Los países fundadores (Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Holanda) esperaban poder dar respuesta a la escasez energética de la década de los 50 y lograr cierta independencia en el suministro de energía. Medio siglo después, estos objetivos y el debate que generaron han cambiado poco.
La euforia inicial se diluye
De 1959 data la ley que en Alemania regula el funcionamiento de las centrales nucleares. En los años 60 empezaron a construirse los primeros reactores. Al principio, las críticas eran escasas. Las protestas masivas llegaron junto con la revolución estudiantil de 1968 y, ya en los 70 y los 80, a éstas les siguieron acaloradas discusiones acerca de la energía atómica, que iban acompañadas de manifestaciones contra cada nuevo proyecto de edificación de una central nuclear.
El miedo a posibles accidentes y a los efectos de la radiación sobre los seres humanos era grande. Y muchos dudaban además de la posibilidad de desarrollar esta fuente de energía para un uso pacífico sin que la industria armamentista se beneficiase de los avances. Todo esto llevó a que se instaurara en Alemania un verdadero movimiento antinuclear, que alcanzó su punto álgido tras la catástrofe de Chernobyl en 1986. También desde dentro del país llegaban una y otra vez noticias de fallos e incidentes, que afectaban tanto a centrales nucleares como las de Biblis o Brunsbüttel, como a depósitos de residuos atómicos como el de Asse.
En los 90, las protestas adquirieron nuevos acentos. El levantamiento de centrales fue suspendido en Alemania y las quejas se concentraron entonces en los residuos nucleares, aunque, eso sí, con menos seguidores que en la década anterior. Hoy, los núcleos de resistencia han quedado restringidos a las zonas cercanas a los llamados "cementerios atómicos" como, por ejemplo, la ciudad alemana de Gorleben.
El Gobierno alemán decide retirarse
En la actualidad, existen en Alemania 17 centrales nucleares en funcionamiento. Según datos del Ministerio de Economía germano, éstas producen el 22 por ciento del suministro eléctrico y su actividad representa la segunda forma más barata de generar energía, después del carbón. Pero, al contrario de las que se alimentan del mineral, estas plantas le ahorran a la atmósfera 150 millones de toneladas de CO2 al año. El sector atómico ocupa en Alemania a alrededor de 30.000 personas.
En 2000, Berlín optó por renunciar a la energía nuclear. Desde 2002, la opción es ley. En 2005, el Gobierno de la Gran Coalición, formada por la Unión Cristianodemócrata y el Partido Socialdemócrata, decidió cesar la producción de energía atómica. De acuerdo con ello, en 2022 debería apagarse la última de las 17 centrales nucleares.
Alemania apuesta por las energías renovables, pero en la renuncia a la nuclear camina en solitario. En la Cumbre del G-8 de 2008, fue el único país que se pronunció en contra de esta fuente. Sin embargo, el debate interno no puede darse por concluido. Los democratacristianos y los liberales apoyan ahora que se alargue el periodo de vida otorgado a las plantas; socialdemócratas y verdes aluden deficiencias en la seguridad de las mismas y se aferran a los plazos fijados.
Sola en Europa, Alemania contempla cambios de opinión internos. ¡Siga leyendo!
Alemania, sola en Europa
La cuestión de la energía atómica no puede contemplarse al margen de su contexto internacional. El pasado invierno, el conflicto entre Rusia y Ucrania por el suministro de gas vivió otro amenazante capítulo. El desarrollo siempre es el mismo: los dos Estados se pelean, Rusia le corta el gas a Ucrania y esto genera problemas en el suministro del resto del contiente europeo. Así se volvió a abrir en el conjunto de la UE el debate sobre la energía nuclear- esta vez como medio para garantizar la deseada independencia energética.
Hace poco, Suecia anunció que daba marcha atrás en sus intenciones de dejar la energía nuclear. La razón esgrimida: el objetivo de reducir las emisiones de CO2 y la necesidad de poder garantizar que se cubran las necesidades energéticas de un país altamente dependiente de las exportaciones. También Italia vuelve a apostar por el átomo. Finlandia y Francia trabajan desde el año pasado en una nueva generación de reactores. Gran Bretaña quiere incluso construir nuevas centrales.
La sociedad cambia de opinión
Los tiempos de las protestas son historia en Alemania. Pero quien antes acudía a las manifestaciones puede hoy hacer pública su opinión con un solo click: el movimiento antiatómico ha tomado Internet. Según el diario alemán Tageszeitung, 45.000 personas han firmado ya el manifiesto "Apagar la Energía Atómica" que circula por la Red.
Pese a ello, y aunque hasta hace poco los opositores a la energía nuclear estaban considerados aquí como una mayoría con el calificativo de estable, una encuesta realizada por el instituto Forsa revela que el 61 por ciento de los alemanes no consideran viable el abandono de la energía nuclear. Los observadores ven en esto, junto a razones como la problemática medioambiental o la dependencia energética, la influencia de un motivo económico que afecta a cualquiera: el miedo a la electricidad cara.
Autor: Yordanka Yordanova/ Luna Bolívar
Editor: Claudia Herrera Pahl