Alemania: ¿Cómo frenar a la ultraderecha?
7 de septiembre de 2007El Partido Nacional Demócrata (NPD), de extrema derecha, supera al Partido Socialdemócrata (SPD) alemán en las intenciones de voto para el parlamento regional de Sajonia. Un 9% de los consultados en un sondeo, realizado por encargo de un canal de televisión, votaría por los extremistas de derecha, mientras que sólo un 8% lo haría por los socialdemócratas. Semejante noticia cayó como un balde de agua helada en la esfera política alemana y provocó sendos titulares, para satisfacción de la ultraderecha, que celebró el resultado calificándolo de “verdaderamente sensacional”.
La popularidad de la extrema derecha
Tan “sensacional” no es, sin embargo, la cifra, si se toma en cuenta que en las elecciones regionales sajonas de 2004, el NPD obtuvo el 9,2% de los votos. Lo que sí resulta espectacular es la caída en picado del partido socialdemócrata, que participa en el gobierno local de Sajonia y vive uno de los peores momentos de su historia en lo que a popularidad respecta, no sólo a nivel de ese estado federado del Este de Alemania. Pero esa es otra historia.
La atención general se centra en la fortaleza de la ultraderecha en Sajonia, donde hace poco se produjo un incidente xenófobo de mayores proporciones, en el cual un grupo de indios fue víctima de la agresión brutal de una cincuentena de neonazis en una fiesta popular callejera. Evidentemente, el NPD no ha registrado desde los comicios de 2004 ningún ascenso meteórico. Pero tampoco ha perdido vigor en Sajonia, pese a todos los esfuerzos por combatir a la ultraderecha. Y eso es lo más inquietante.
¿Prohibir o no prohibir?
En vista de que nada parece surtir efecto, recobra aliento el debate sobre una eventual prohibición del NPD. El presidente del SPD, Kurt Beck, volvió a demandarla con vehemencia ante su bancada. “No permitiremos que el Estado sea puesto en ridículo con dinero del Estado”, afirmó el dirigente socialdemócrata, aludiendo a la financiación fiscal de parte de la campaña electoral de aquellos partidos con representación parlamentaria. Sin embargo, el asunto no es nada sencillo, como quedó en evidencia con el fallido intento de hace un par de años. En esa oportunidad la iniciativa terminó en un fiasco: la máxima instancia judicial la echó por tierra ante la evidencia de que gran parte de los dirigentes que propagaban el racismo y otras lacras eran en realidad espías infiltrados por los servicios de inteligencia en el NPD.
El temor a que pudiera repetirse un bochorno de este tipo induce a la cautela a figuras como la canciller Angela Merkel. También hay quienes opinan que la proscripción legal del NPD no resolverá el problema de fondo y los neonazis y afines seguirán haciendo de las suyas en la clandestinidad o bajo otro alero. Coincidencia hay en cuanto a la necesidad de tomar muy en serio el peligro que supone la extrema derecha, sobre todo en regiones como Sajonia. Lo que no se consigue, en cambio, es dar con una fórmula eficaz para neutralizar la amenaza.