2010-2020: ¿la década latinoamericana?
27 de enero de 2011Aunque Bolivia se opuso a aceptar los acuerdos finales de la XVI Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, celebrada hace poco en Cancún, los compromisos a los que se llegaron durante la cumbre tienden a ser considerados como un éxito de la diplomacia mexicana. Después de todo, el desencuentro con que culminó la cumbre precedente, realizada en Copenhague, ya había disipado toda esperanza de consenso en torno a la urgencia de controlar los factores que generan el calentamiento global artificial y compensar sus efectos.
De ahí que el estilo de mediación de la ministra de Exteriores mexicana, Patricia Espinosa, sea elogiado desde diciembre de 2010 como un rasgo representativo del liderazgo que algunos Estados latinoamericanos empiezan a demostrar en la arena internacional. Sin embargo, el reconocimiento político que la región se ha ganado viene predicado por su enorme apogeo económico; no todos sus países tienen una imponente política exterior como la de Brasil, pero el desarrollo productivo de muchos de ellos ha terminado por atraer la atención del mundo.
Deutsche Welle conversó con el Dr. Detlef Nolte, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos (ILAS), sobre el auge de América Latina en materia política y económica, un fenómeno que él y la investigadora Christina Stolte abordaron en el artículo Con confianza hacia el futuro: la nueva independencia de Latinoamérica, publicado recientemente por el Instituto Alemán para Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo.
Deutsche Welle : El análisis realizado por Christina Stolte y por usted comienza citando una frase articulada no solamente por mandatarios latinoamericanos, sino también por un número creciente de economistas: ‘el próximo decenio podría ser la década latinoamericana’. ¿Qué señales perciben ustedes como augurios de un futuro tan brillante?
Detlef Nolte : Yo interpretaría esa frase con cuidado, porque su formulación se basa más en la creciente confianza de los latinoamericanos en el futuro que en pronósticos bien fundados. Está claro que América Latina salió de la crisis financiera sin muchos contratiempos, que sus relaciones comerciales se han diversificado y ahora incluyen a Europa y a Asia en mucho mayor grado que antes, que asume posiciones independientes de las de Estados Unidos en materia de política internacional, y que sus países están preparados para hacer grandes aportes para la solución de problemas globales, como lo demostraron en la cumbre climática de Cancún, México.
Pero América Latina no es lo suficientemente fuerte como para sostener que la que viene será la ‘década latinoamericana’. En 2010, América Latina tuvo un admirable crecimiento económico del 6 por ciento y en 2011 es posible que tenga uno del 5 por ciento; sin embargo, lo más probable es que el próximo decenio siga siendo ‘la década asiática’.
No obstante, el crecimiento económico de América Latina está relacionado estrechamente con el de Asia…
Así es. Ese es un nexo relativamente nuevo. Desde hace más de diez años, América Latina no sólo fija la mirada en Europa y Estados Unidos, sino también en los países asiáticos. Y la importancia de China en América Latina ha crecido considerablemente en el curso de los últimos dos lustros: hacia el año 2000, los negocios con China eran casi insignificantes, representando entre un 1 y un 2 por ciento de las transacciones comerciales latinoamericanas; hoy, China es el socio más importante de algunos países de la región.
A su juicio, América Latina está rompiendo lentamente su histórica dependencia económica de Estados Unidos, pero eso no significa necesariamente que sus relaciones comerciales con Europa se estén fortaleciendo…
Europa nunca ha dejado de ser visto como un socio comercial importante en América Latina, pero en los últimos años la relación entre ambos no se ha intensificado. Europa ha estado muy concentrada en sí misma y eso no lo digo en sentido negativo, pero es un hecho; el comercio de los países europeos se concentra dentro de la Unión Europea. De ahí que América Latina sólo sea un socio entre muchos y no precisamente el primero en la lista de las prioridades europeas.
Eso explica parcialmente el peso que ha ganado la presencia china en la agenda de negocios de los países de América Latina. Pero ustedes mencionan en el artículo que las relaciones sino-latinoamericanas se restringen al comercio, pese a que también podrían cooperar para superar los retos que ambas regiones enfrentan en materia de desarrollo. ¿A qué se debe que ninguna de las partes explote realmente el potencial que existe para la cooperación en otras áreas?
En lo que respecta a los chinos, su interés principal es la exportación de mercancía hacia América Latina y el acceso a las materias primas que las tierras latinoamericanas ofrecen. Y los países latinoamericanos celebran la oportunidad sin precedentes de contar con un mercado adicional en Asia que salió de la crisis financiera casi sin rasguños.
Además, aunque ambas partes enfrentan dificultades que parecieran tener mucho en común, en realidad se trata de problemas que ameritan soluciones locales, soluciones que no estimulan el intercambio sino-latinoamericano de ideas: América Latina todavía tiene como reto disminuir la pobreza y la desigualdad social o los índices de criminalidad, y China, controlar la masiva migración hacia las ciudades, por ejemplo.
Seguramente existen episodios más o menos aislados de cooperación, sobre todo entre China y países latinoamericanos con un sector industrial desarrollado y un bagaje tecnológico considerable. Como Brasil, cuyos especialistas en tecnología satelital trabajan codo a codo con los chinos. Quizás la cooperación se intensifique cuando ambas partes se conozcan mejor…
En América Latina también se han alzado voces que advierten sobre el peligro de reemplazar la dependencia económica de Estados Unidos por la dependencia económica de China, en cuyo caso muchos países latinoamericanos quedarían relegados nuevamente a la posición de monoproductores de materia prima. ¿Es tan difícil para un país latinoamericano diversificar su producción para salirse de este esquema, en lugar de ceder al impulso de temerle a China?
Tomemos como ejemplo a un país como Paraguay, que en este momento vende muy bien su soya en el mercado internacional. Proponer que ese país aplique una estrategia comercial alternativa que implique un mayor grado de industrialización sería algo muy difícil de llevar a la práctica. Claro que existe un potencial en los países que tienen un sector industrial más o menos desarrollado, como México y Brasil; de hecho, existen empresas multinacionales latinoamericanas con actividades comerciales en todo el mundo, China incluida. Pero para los países más pequeños en América Central y en los Andes, las opciones de desarrollo económico son muy limitadas.
Entonces no hay otra salida para los países proveedores de materias primas que asegurarse condiciones de negocio ventajosas con China…
Esa es la aspiración de los latinoamericanos. Pero debemos considerar que China no es percibida de la misma manera por todos los países de América Latina. Aquellos que la ven como un mercado para sus exportaciones y sacan provecho a los altos precios de sus propias materias primas la perciben con menos recelo que aquellos obligados a competir con ese gigante y cuyas industrias se ven fustigadas por las masivas y baratas exportaciones chinas.
¿Hasta qué punto dependen las perspectivas de auge de América Latina del desarrollo económico de Brasil?
En los años noventa, el Mercosur no cumplió su promesa de convertirse en el motor de crecimiento económico de la región y países como Chile, que evidenciaban altos índices de crecimiento, tenían un mercado pequeño que no conseguía estimular las economías de sus vecinos.
Ahora, Brasil tiene altísimas tasas de crecimiento y un robusto mercado interno caracterizado por la demanda creciente. Si esta tendencia se mantiene, Brasil, por sí solo, puede erigirse a mediano plazo en un factor de crecimiento económico para la región aún más importante de lo que ya es.
Ustedes cierran el análisis sobre América Latina comentando el efecto positivo que ha tenido sobre la región la desideologización de la política exterior, tras la pérdida de influencia continental del presidente venezolano, Hugo Chávez, y la preferencia de varios gobernantes recién electos por el estilo de mando pragmático y conciliador del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. ¿Cómo ve usted el futuro cercano del ‘factor Chávez’?
Hay que aclarar que el ex presidente colombiano Álvaro Uribe tampoco era un interlocutor fácil para sus homólogos latinoamericanos. Pero, en lo que respecta a Hugo Chávez, yo creo que su influencia política se ha sobreestimado. Él siempre tuvo influencia en países relativamente pequeños y necesitados de respaldo económico; pero en países más grandes o con economías eficientemente organizadas –como México, Colombia, Brasil, Chile, Uruguay o incluso Argentina–, la influencia de Chávez fue muy limitada.
Mientras mejor les vaya a los países latinoamericanos, menor será la probabilidad de que Chávez ejerza influencia política sobre ellos mediante ofrendas de carácter económico. Lo importante es que en la región empieza a predominar un estilo político ajeno a las amenazas y más bien tendente a la búsqueda de soluciones; eso lo vemos en la actuación del presidente de Chile, Sebastián Piñera, y en la del presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Emilia Rojas Sasse