América Latina - Europa: ¿relaciones que todavía pasan por España?
21 de marzo de 2010Desde que el 28 de julio de 1977 España solicitara formalmente, y por segunda vez en su historia, el ingreso en la Comunidad Económica Europea, hasta que el país pasara efectivamente a formar parte del conglomerado comunitario transcurrieron 9 años. Si bien los vecinos europeos coincidían en que España era parte indiscutiblemente del continente, las negociaciones fueron arduas. Madrid tuvo que jugar todas sus bazas, y una de ellas se llamó América Latina.
España, se planteó entonces, podía ser el socio del club que se entendiese con Latinoamérica. El intérprete cultural; el “puente” que uniera ambos lados del Atlántico. La “voz” de América Latina ante las instituciones europeas; el “representante” de Europa ante los países del subcontinente.
El 1 de enero de 1986, España adquiría, junto a Portugal, el título de miembro de pleno derecho de la CEE. Aquel año, Carlos Westendorp se trasladó a Bruselas. El diplomático español iba a ocupar un nuevo cargo: el de embajador permanente de su Gobierno para los Asuntos Comunitarios. Una década más tarde, Westendorp diría en una famosa conferencia que Europa “descubrió” a América Latina en 1986.
Mucho ha cambiado el mundo, evidentemente, a lo largo de dos siglos. Mucho ha cambiado España en sus 30 años de democracia y sus 24 como Estado de la Unión. Muchas transformaciones se han dado en América Latina. ¿Qué queda hoy de aquella tesis del intermediario? ¿Sigue España, 200 años más tarde, conservando el monopolio en las relaciones entre Europa y América Latina?
“¿Puente… puente de qué?”
Si se le plantea la pregunta del monopolio a expertos como Rafael Grasa, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Instituto Catalán Internacional por la Paz; o Carlos Malamud, del Real Instituto el Cano de Madrid, la respuesta es clara: no. España no es ruta obligada para los intercambios, sean éstos de la naturaleza que sean, entre Europa y América Latina. En realidad, nunca lo fue- ni siquiera hace 200 años.
“Esa función de portavoz no existe de hecho, y formalmente aún menos”, comenta Malamud. “La idea de ‘puente’ proviene del periodo en el que España negociaba su ingreso en la CEE, cuando el Gobierno español trató de jugar ese papel”, explica Grasa, “pero ya entonces, los restantes países miembros que, como por ejemplo Alemania, mantenían niveles de relación con Latinoamérica que superaban a los españoles, se preguntaban ‘¿puente… puente de qué?’”.
El as latinoamericano no les sirvió, por lo tanto, a los españoles en el largo póquer librado hasta su entrada en la Comunidad. Y es que la carta estaba trucada. Hasta finales de los 80, principios de los 90, España era un país cuya inversión en terceros mercados se mantenía generalmente baja, de lo que América Latina no quedaba exclusa, mientras Alemania, Francia, Holanda, Gran Bretaña o incluso Italia cultivaban sus intereses y habían sabido posicionarse cómodamente en la región.
Pero, al contrario de lo que se creyó entonces- que los compromisos con Europa absorberían tanto a España que la harían olvidar a Latinoamérica-, Madrid supo, sobre todo a lo largo de la última década, explotar su ventaja relativa, ese “vínculo singular”, esa “sensibilidad especial” que convierte, según define el secretario de Estado para Iberoamérica del Gobierno español, Juan Pablo de Laiglesia, al subcontinente en una “dimensión natural de la política exterior de España”. Los españoles, que en 1986 jugaban de farol, superan desde finales de los 90 a Estados Unidos en inversión directa en la zona.
“España no se arroga ni ha pretendido nunca ejercer de intérprete entre la Unión Europea y América Latina. Los países latinoamericanos son mayores de edad, celebran ahora los 200 años de sus independencias, y no necesitan intermediarios para relacionarse con Europa. Pero nosotros siempre estamos dispuestos a hacer uso de nuestro mayor conocimiento, de nuestros contactos más estrechos, para mejorar el diálogo con América Latina”, sintetiza de Laiglesia la postura actual de España.
“América Latina no es el hobby de los españoles”, ¡siga leyendo!
Asignarse un rol y publicitarlo
“Yo no diría que España sea la voz de América Latina ante Europa. No, no, de ningún modo”, comenta Asunción Valdés, directora general de la Fundación Euroamérica, “pero es una realidad que el ingreso de España, y también de Portugal, en la CEE hizo que se diera un salto cualitativo en la relación entre ambas regiones, pasando ésta de económica a de asociación estratégica”. De nuevo nos topamos con algo similar a lo planteado por Westendorp en 1996- una teoría ante la que Grasa y Malamud mantienen las distancias.
“Lo que pasa es que”, explica Grasa, “con el final de la Guerra Fría, América Latina pierde atractivo para Europa”. “Y si con una Europa de 15 miembros la atención que se le brindaba a la zona era relativa”, continúa Malamud, “con una Europa de 27 ha decaído aún más”. Es decir, que España vino a llenar el vacío político dejado por otros, a medida que su presencia económica en el subcontinente fue creciendo. Al final, “Latinoamérica dejó de ser la mera cuestión de prestigio que era para los españoles en 1986 y se convirtió, principalmente en estos últimos 10 años, en un tema de verdaderos intereses”, indica Grasa, cosa que, puntualiza, no le concede a Madrid posición más destacada que la de un “interlocutor privilegiado”.
América Latina es, hoy por hoy, lo que no era hace 20 años: una rama real- sea “natural” o no la dimensión- de la política exterior española. El concepto de puente con Europa ya no se verbaliza- aunque algunos sigan creyendo en él y “dentro de la UE haya sobrevivido en parte esa idea de que España es una especie de abanderado de la región”, comenta Grasa. En aspectos latinoamericanos, Bruselas le deja hacer a Madrid. “Eso no es nada extraordinario”, asegura Malamud. Dentro de la UE existe reparto de tareas. “Otros países con mayores intereses en África o en Asia se ocupan más de esas partes del mundo”, indica el experto. Mientras Zapatero critica ante la Asamblea General de Naciones Unidas el golpe de Estado en Honduras, a la canciller alemana, Angela Merkel, se la escucha cuando se trata de derechos humanos en China.
“La política exterior española no sería creíble si en la Asamblea General España no se alinease con la postura que, en la teoría o en la práctica, defienden la mayoría de los Estados latinoamericanos. Europa lo sabe, y entiende que España no puede hacer otra cosa- aparte de que a la UE, y también a Estados Unidos, les conviene que del discurso duro se encarguen los españoles", asegura Grasa.
El título de vocero de Iberoamérica lo coloca el profesor catalán, por lo tanto, más entre lo que a España le gustaría ser, que entre lo que ciertamente es. Sin embargo, también recuerda Grasa que, al fin y al cabo, "la política exterior es una mezcla de historia, deseos e intereses. Nosotros solemos decir que, si en este campo tú te asignas un rol y lo publicitas, aunque en un principio no sea más que retórico, al final se acaba convirtiendo en realidad”.
Una ayuda, pero poco más
Norbert Glante conoce la Unión Europea y sus relaciones con América Latina desde dentro: el socialdemócrata alemán es miembro del Parlamento Europeo desde 1994 y de la Asamblea Parlamentaria UE-América Latina (EUROLAT) desde 2009, habiendo pasado por diversos gremios encargados de los contactos con los socios latinoamericanos. Su visión es otra- él vive el día a día en el trabajo de la Eurocámara y, con respecto a Latinoamérica, “se mueven muchas cosas que no generan grandes titulares”, sostiene.
“Yo no creo que el interés por América Latina haya decaído en Europa. Con la última ampliación tuvimos que hacer grandes esfuerzos para decidir qué colegas entrarían en los grupos de trabajo dedicados al subcontinente porque se trataba de puestos muy cotizados”, cuenta Glante. Desde luego, una cosa es el PE y otra el ambiente que se respira entre líderes políticos. “Sobre lo que sucede en el Consejo [Europeo, el órgano comunitario en el que están representados los jefes de Estado y de Gobierno de la UE] no puedo hablar: al contrario que las del Parlamento, sus sesiones son a puerta cerrada. Pero lo que sí puedo decir es que en nuestros gremios todos los países, España incluida, participan por igual.”
También sin España hubieran encontrado los latinoamericanos el camino hacia el Viejo Continente. “Europa no mantiene relaciones con Latinoamérica porque seamos muy buena gente, sino porque existen importantes intereses económicos y estos se hubieran activado con o sin España”, sentencia el eurodiputado. Tampoco en el hecho de que el presidente de la EUROLAT, José Ignacio Salafranca, sea un español distingue Glante símbolo de posición alguna: “éste no es un puesto hereditario reservado a una determinada nacionalidad”.
“Por supuesto que los contactos, el conocimiento y el interés que tienen los colegas españoles en la región ayudan”, reconoce Glante, “pero no se puede decir que América Latina sea el hobby de los españoles en Europa.”
Autora: Luna Bolívar Manaut
Editora: Claudia Herrera Pahl