Promesas cumplidas e incumplidas
26 de septiembre de 2010Deutsche Welle: El 3 de octubre se conmemoran 20 años de la unidad alemana. ¿Qué promesas no se han cumplido?
Wolfgang Schäuble: Quizás no se hayan cumplido aún algunas expectativas que tenía la gente entonces. En la ex RDA, muchos pensaron que todo cambiaría de la noche a la mañana y la Alemania Oriental se transformaría en una segunda Alemania Occidental, o, mejor dicho, en la imagen que ellos tenían de Alemania Occidental. En Alemania Occidental, por el contrario, muchos pensaron que poco iba a cambiar. Ahora constatamos que, 20 años después de la unidad, 20 años después del fin de la división entre el Bloque Oriental y Occidente, pero también debido a la globalización, somos un país diferente. Ahora se intenta echar la culpa de algunos problemas a la reunificación, cuando en realidad se deben más a que el mundo y nuestra sociedad se transforman aceleradamente.
Las expectativas tienen que ver también con las promesas que se realizaron, cuando se habló de que en la ex RDA pronto habría “paisajes florecientes”. ¿Se prometió demasiado?
Quien hoy viaja por los nuevos Estados federados y se acuerda de cómo se veía la RDA, mal puede negar que esas promesas en gran parte se cumplieron. La expresión “paisajes florecientes” fue utilizada por el entonces canciller federal, Helmut Kohl, entre otras cosas porque quería alentar a la gente, darle esperanza, también a la población en la antigua Alemania Occidental, que podía haber temido a los cambios y a una eventual pérdida de bienestar. Pero la transformación era necesaria, imprescindible, y para ello se necesitaba valentía.
El 60 % de los ciudadanos del este de Alemania piensa que la justicia social ha empeorado entre 1990 y 2010. ¿Qué opina usted?
Algo hay de cierto. Las diferencias entre los exitosos, los ricos, y los otros crecen en el mundo globalizado. Pero ello no sucede por la unificación de Alemania, sino que ocurre en todo el mundo, tanto en Europa como en China. La razón son las increíbles transformaciones que trae consigo un mundo que se globaliza, en el que el intercambio económico y la competencia por los puestos de trabajo tiene lugar en todo el planeta. Los cambios son enormes. Y si no hacemos nada en contra, las diferencias seguirán aumentando, tal como lo experimentamos dolorosamente hace dos años con la crisis financiera y bancaria.
¿Es decir, que a la unificación se le endilgan culpas injustamente?
Creo que sí. Pero no todo es negativo. La mayoría de la gente piensa que hoy las cosas están mejor que hace 20 o 40 años. La mayoría de la población es consciente de que hoy vivimos tiempos mejores.
No obstante, muchos alemanes del este siguen sintiéndose discriminados. ¿Por qué?
En el oeste, a menudo la vida de la gente en la RDA se identifica falsamente con el sistema entonces existente. El sistema oprimió a la población. Pero la gente tenía una vida también más allá de la dictadura y la odiosa burocracia, buscaba la felicidad e intentaba vivir decorosa y decentemente. En el oeste no se respetan lo suficiente esos valores, porque se identifica a la población de la ex RDA un poco con el sistema. Ése es efectivamente un problema.
¿No debería haberse tenido eso más en cuenta en el proceso de reunificación? ¿No deberían haberse conservado cosas que funcionaban bien en el este?
En lo que se refiere al sistema político, nada funcionaba bien. Y la gente no hizo la Revolución Pacífica para conservar el sistema, sino porque quería vivir lo más rápidamente posible como creía que vivía la gente en Alemania Occidental, como lo conocía de la televisión.
En el Tratado de Reunificación está escrito que se aspira a lograr niveles de vida comparables en ambas partes de Alemania. El objetivo es lograrlo hasta el 2019. Actualmente, la productividad en el este es un 70 % de la del oeste y los sueldos, un 85 %. ¿Se alcanzará ese objetivo?
Si por ello entendemos una igualdad total y absoluta, no se va a alcanzar. Pero hasta el 2019 seguirá en vigencia el Pacto Solidario, que garantiza ayudas al este. Con ello se superan antiguas desventajas, a través de la transferencia de considerables sumas de los antiguos a los nuevos Estados federados. Ello es correcto y nadie lo pone en duda. Y demuestra que la sociedad está dispuesta a realizar grandes esfuerzos en un largo periodo –serán entonces 30 años– para lograr niveles de vida unitarios o comparables en ambas partes de Alemania y, sobre todo, curar las heridas que suponen 40 años de dictadura y división.
No obstante, también se oyen voces críticas, gente que dice que las ayudas para el este ya son suficientes. ¿Qué les responde usted?
Es la ventaja de la democracia que existan diferentes opiniones y voces críticas. Sin duda, hay gente que dice que las ayudas para los nuevos Estados federados son suficientes. Eso no significa que quienes tomamos decisiones tengamos que dejar de hacer lo correcto. Y eso es continuar con la ayuda.
La unificación se llevó a cabo a través de la adhesión de la ex RDA a Alemania Occidental. ¿No fue un procedimiento demasiado técnico, con escasa emoción?
Bien, la “adhesión” es una formulación legal. En ese sentido, tiene usted razón. La verdadera reunificación tuvo lugar el fin de semana después de la caída del Muro, cuando millones de ciudadanos de la RDA vinieron a Alemania Occidental y todo el mundo estaba de buen humor. Fue una fiesta del reencuentro y de la reunificación. Pero esos sentimientos deben ser plasmados en un orden legal. Para ello fue necesario el Tratado de Reunificación. Ese tratado estuvo bien hecho, de acuerdo con la mayoría de los observadores. Pero eso no es lo esencial. Lo esencial es que ya no estamos divididos, que logramos la unidad, la paz y la libertad, y que formamos parte de una Europa que crece y se une cada vez más, a la que pertenecen también los polacos, los checos, los húngaros, los eslovenos y los eslovacos. Ello es un logro grandioso. Y es un proceso. La unidad nunca estará acabada, porque es un proceso permanente. Pero tenemos una comunidad, un sentimiento de unión. Nos sentimos todos alemanes y nos identificamos con ello.
Autor: Sandra Schulz / Pablo Kummetz
Editora: Luna Bolívar Manaut