El nazismo, una dictadura brutal
27 de noviembre de 2012Es una imagen extravagante. 50.000 adolescentes de las Juventudes Hitlerianas formados disciplinadamente en un estadio inmenso, escuchan atentamente, fascinados, el discurso que seguramente se extenderá por más de una hora. El orador, un hombre pequeño, poco atractivo, con un cuello meticulosamente abotonado y un uniforme peculiar bastante ceñido. Algunas de sus palabras las enfatiza enérgicamente con su puño cerrado al aire. Frecuentemente debe interrumpir sus palabras a causa del saludo fascista coreado por la multitud: ¡Sieg Heil! Los jóvenes están extasiados por el discurso y cuanto más dure, mejor.
Adolf Hitler habla de la debilitación de los jóvenes en la República de Weimar y formula el “nuevo” ideal nazi: “Ágil como un galgo, resistente como el cuero y dura como el acero de Krupp”, así debía ser la juventud alemana a partir de ese momento. No se puede deducir de la foto si todos los jóvenes estaban realmente entusiasmados con el discurso, si lo entendieron o solo se dejaron arrastrar por la experiencia colectiva. Las grabaciones que se han conservado del discurso de Hitler ante las Juventudes Hitlerianas en el Congreso Nacional de Núremberg, el 14 de septiembre de 1935, son puestas en escena muy al estilo de la tristemente célebre película propagandística de Leni Riefenstahl, El triunfo de la voluntad, de un año antes: tomas de primer plano de jóvenes rubios, fotos de un estadio lleno a más no poder y del Führer y canciller imperial que todo lo domina, crean la atmósfera de una ceremonia religiosa pagana, tan calculada, como las marchas multitudinarias que caracterizan al nacionalsocialismo y los discursos de Adolf Hitler.
Othmar Plöckinger, del Instituto de Historia contemporánea de Múnich, trabaja en una edición crítica de Mi Lucha y lleva tiempo investigando los discursos del líder nazi. “Hitler fue sin duda un orador exitoso”, dice el investigador. Y agrega: “Sobre todo al comienzo de su ascenso. A partir de 1930 y más específicamente a partir de 1933, la escenificación de sus discursos rebasa el contenido de los mismos.” Según Plöcklinger, ya en las elecciones de 1932 era evidente que la puesta en escena y la representación de sus discursos habían causado efecto en la prensa de derecha.
Propaganda perfectamente escenificada
La grotesca fastuosidad que había tras la organización de estos eventos, la dejó plasmada el escritor expresionista Franz Jung en su relato, como testigo presencial, del desfile del 1º de mayo, después de la llegada de los nacionalsocialistas al poder en 1933: “Según los informes de prensa, por primera vez en la historia se aglomeraron en un solo lugar, los campos de Tempelhof, un millón y medio de personas. El Ministerio de Propaganda expidió un informe de la situación: Con un ancho de seis filas, desde un lugar de encuentro pueden partir en una hora 18.000 personas. […] la avanzada de la primera multitud llegará a las 2 pm. a los campos del Tempelhof, a las 8 pm. comenzará la manifestación.”
La difusión a través de los medios bajo control, también se encargaba de que los discursos de Hitler causaran el efecto esperado. Casi todos los grandes diarios publicaban al día siguiente el texto de la alocución, que a su vez era la noticia más importante de las cadenas radiales, y cuyas tomas en video eran presentadas poco después en el noticiario semanal de los cines alemanes. La exhortación de Hitler a ser “ágil como un galgo, resistente como el cuero y duro como el acero de Krupp”, se hizo popular de esta manera, hasta llegar a ser un aforismo que hoy en día se cita en Alemania desprevenidamente, olvidando que su autor fue el líder más reconocido del nazismo alemán.
Militarización de la sociedad
¿Resistente como el cuero? ¿perros como modelo para los jóvenes? Son curiosos ideales los que Hitler enunciaba en su prosopopeya. Pero Hitler no concibió este símil con ocasión de su discurso ante las Juventudes Hitlerianas en 1935, sino que lo había plasmado diez años antes en su manifiesto Mi Lucha. Allí enuncia estos atributos como “virtudes militares”, pero sin atribuirles fines pedagógicos, como lo recalca Othmar Plöckinger: “En Mi Lucha no hay un vínculo directo con la educación o la formación de los jóvenes, si bien es evidente lo importante que era para su autor la forma de actuar y pensar castrenses. Visto así, es claro que para el orden social nacionalsocialista lo militar es un punto de referencia fundamental”.
En 1935, ya se había consolidado el dominio del Führer, el partido nacionalsocialista alemán contaba con 3 millones y medio de miembros y la oposición había sido neutralizada. Era el momento propicio para que el nacionalsocialismo alemán pensara en expandir su poder. Poco antes había introducido nuevamente el servicio militar obligatorio, removiendo con ello el último obstáculo del Tratado de Versalles, por medio del cual los vencedores de la Primera Guerra Mundial habían buscado evitar un nuevo fortalecimiento militar de Alemania.
Las palabras de Hitler dirigidas a las Juventudes Hitlerianas en Núremberg trajeron finalmente consecuencias. En 1936 las Juventudes Hitlerianas se convertirían en la única organización juvenil de Alemania y la pertenencia a ellas se haría obligatoria a partir de 1939. Casi 8 millones de jóvenes, a partir de los diez años, marchaban uniformados, se entrenaban en los patios de sus escuelas y tomaban parte en ejercicios de polígono y juramentos a la bandera. Todo ello con el fin de ser “ágil como un galgo, resistente como el cuero y duro como el acero de Krupp”, y para matar y caer muertos durante la Segunda Guerra Mundial.