Xi Jinping y el “sueño chino”
7 de mayo de 2018En solo tres décadas, China ha pasado de ser un país pobre y subdesarrollado a convertirse en una potencia económica global. Y, entretanto, se encamina a transformarse en potencia mundial. En el resto del mundo, a más tardar en este punto, la admiración se mezcla con el temor.
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Los chinos, y en especial la clase política, ven en cambio el fortalecimiento del país como la corrección de una anomalía de la historia. Desde la llegada al poder de Xi Jinping, en 2012, el jefe de Estado promete al pueblo el retorno a la grandeza de antes. Su "sueño chino” apela al sentido histórico de la población.
El "siglo de la vergüenza”
Por una parte, también los chinos modernos se conciben como herederos de una civilización milenaria, que hasta el siglo XVI era líder mundial en materia de cultura, ciencia, técnica y administración. Por otra, contrasta con este trasfondo el llamado "siglo de la vergüenza”. Esta etapa tiene un inicio oficial: la apertura de los puertos chinos al opio, impuesta por Inglaterra a través de las armas en 1842. China se vio obligada también a entregar a Inglaterra Hong Kong. El término de este período está marcado oficial y propagandísticamente por la fundación de la República Popular China en 1949.
Este "siglo de la vergüenza” constituye el polo opuesto al surgimiento de China. En 1820, al país le correspondía aún más del 30 por ciento del comercio mundial. Tras las rebeliones internas, la explotación colonialista, el desmoronamiento del Estado, la ocupación nipona y la guerra civil, la cifra se había reducido al 5 por ciento en 1950.
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El dolor por la pérdida de la grandeza imperial se mantiene vivo en la memoria colectiva a través de los libros de historia, series de televisión y artículos en periódicos. Esa cultura de la memoria ha abonado el camino para el "sueño chino” de Xi Jinping, que es la antítesis del "sueño americano” de la realización individual.
La meta de 2049
Los planes del "gran renacimiento de la nación china” apuntan a 2049. Para el centenario de la República Popular China, el país aspira a ser nuevamente una verdadera potencia mundial. Ante la magnitud del objetivo, Pekín considera que no se puede tener consideración con asuntos como las libertades cívicas. Disidentes, activistas de derechos humanos e incluso sus abogados, van a parar a la cárcel.
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La visión del "sueño chino” es muy vaga y a la vez muy amplia. En su ambigüedad, sirve también como herramienta para fomentar el cada vez más marcado nacionalismo chino. Este tiene importancia como fuente de legitimación del poder del partido comunista. Porque, ideológicamente, se ha socavado, y el PC se ha convertido en el organizador de un capitalismo de Estado, si bien muy efectivo. Los beneficiaros son los funcionarios, pese a las campañas anticorrupción sin precedentes.
La nueva "Ruta de la Seda”
En el "sueño chino” se enmarca también el gran proyecto de Xi Jinping: la nueva "Ruta de la Seda”. Con cuantiosos recursos se ponen en marcha proyectos de infraestructura y de vías de transporte en regiones cercanas y más distantes. Con esta iniciativa, China es en la actualidad el único país del mundo que persigue una visión global. Y de seguro no es casual que también idiomáticamente la "Ruta de la Seda” haga alusión al pasado esplendor.
Con su hábil política de inversiones, China puede transformar su fortaleza económica en influencia política. Las nuevas vías de comunicación y los nuevos lazos económicos contribuirán naturalmente al desarrollo del "sueño chino”.
Autor: Matthias von Hein (ERS/MS)
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