Walter Reuter, el fotógrafo que ayudó a enjuiciar a Hitler
16 de noviembre de 2021Walter Reuter vivió una odisea por varios países de Europa, África y América, como combatiente, perseguido por los nazis, exiliado, apátrida, aventurero y preso. También fue un fotógrafo fundamental para la historia del siglo XX al que un premio periodístico en México honra desde hace 15 años.
Nació en Berlín, en 1906, en una familia humilde prusiana y murió en la ciudad mexicana de Cuernavaca, en 2005. En su juventud, Reuter tuvo que escapar de Alemania, donde sus fotografías ayudaron a enjuiciar a Adolfo Hitler en 1931 por el ataque de los Camisas Pardas un año antes al Palacio Edén, centro de reunión de la izquierda.
"En 1929, mi padre, quien era fotograbador, pidió una cámara prestada e hizo un reportaje gráfico de la manifestación del 1 de mayo, en que hubo muertos, y se lo llevó a la revista Arbeiter Illustrierte Zeitung que le pagó seis veces más que lo que ganaba en la imprenta donde trabajaba”, dice a DW su hija menor, Hely Reuter, radicada en Cuernavaca.
Eso marcó el inicio como fotoperiodista para distintas publicaciones de izquierda de Walter Reuter, cuyo padre, chofer de tranvía, peleó en la Primera Guerra Mundial, mientras su madre limpiaba los camerinos de un tren.
Hitler nunca olvidó la afrenta. Una vez que se hizo con el poder, ordenó a sus esbirros capturar a Hans Litten, el abogado judío que lo sentó en el banquillo, apoyado por las imágenes que durante largo tiempo Reuter captó de las atrocidades cometidas por la Sturmabteilung (SA).
Aunque parte de su trabajo se perdió, producto de las circunstancias, la familia Reuter cuantifica su acervo gráfico en más de 100.000 piezas. La mayoría está en México, a donde el fotógrafo llegó en 1942 con su primera mujer, Sulamith Siliava, de origen judío, y su primogénito Jasmín, quien vino al mundo en Málaga en 1934.
La cámara de la guerra civil
Al huir de Alemania, narra Hely, "le dejó todos sus negativos a su hermano Erich, quien los escondió. Luego los quemó porque los nazis buscaban a mi papá y sus fotos. Mi padre y su familia se quedaron un tiempo en España, pero al empezar la guerra civil mandó a su esposa e hijo a Francia”.
Hombre de firmes convicciones libertarias, pero de gran sensibilidad, Reuter se enlistó en las Juventudes Socialistas Unificadas para pelear contra el fascismo español. La violencia no era lo suyo; en vez de balas, disparó la cámara cada día, de 1933 a 1939.
"Fotografió prácticamente toda la Guerra Civil Española. Era el fotógrafo del gobierno. Recién encontraron allá una lata con algunos negativos”, la que está siendo catalogada y estudiada por tres expertos.
En una trinchera en la batalla de Teruel conoció a Ernest Hemingway. Entabló amistad con su compatriota Gerda Taro y trabajó para Robert Capa, quien le pagaba con papel para imprimir sus fotos.
Pese a todo, Walter Reuter nunca se avergonzó de ser alemán, nacionalidad que le quitó Hitler, ya como Canciller. No la recuperó hasta 1957. Cantaba canciones antiguas o populares de Alemania, a la que regresó 27 años después de su escape.
Hely, quien custodia las 97 mil imágenes del acervo de África y México, recuerda: "Estaba muy orgulloso de su origen germano. Le preguntabas si era alemán y decía soy berlinés. Leyó siempre en alemán, hablábamos alemán con él en casa, pero en México encontró una vida, aunque nunca se nacionalizó mexicano”.
En ese país murió Sulamith, con quien procreó su segunda hija, Almuth. Poco después, Reuter conoció a Ana María Araujo, su segunda esposa y madre de otras tres hijas, una de ellas Hely, durante una unión de casi medio siglo.
Sin perder la sonrisa
Antes del episodio mexicano, a poco de comenzar la Segunda Guerra Mundial, el que fuera prófugo de los nazis y un hombre siempre pacífico, fue detenido por ser alemán en Francia, a donde cientos de personas como él escaparon al caer la República española.
Hely cuenta: "Al terminar la guerra civil llegó a Francia por los Pirineos. Era uno de los inviernos más terribles y decía que mucha gente murió, niños y ancianos por montones. El podía hablar de todo, pero de España casi no hablaba. Creo que fue muy duro”.
De carácter afable, amaba conocer gente, tomar café y fumar. Tocaba armónica y guitarra. Iba a funciones de danza y teatro, muchas captadas por su lente. En su patria probó la actuación en 1924, incluso protagonizó una obra de teatro en Heidelberg, sin embargo "eso no le daba de comer”.
Cinco veces lo perdió todo, excepto la sonrisa, el entusiasmo, el coraje, la alegría de vivir y un carisma que le salvó hasta en los momentos más trágicos. Su hija relata un sinfín de anécdotas para ejemplificarlo, como cuando Walter Reuter convenció a sus captores franceses de mandarlo a África, o cuando en Casablanca, Marruecos, a bordo de un barco, él y dos alemanes más fueron secuestrados, encadenados y enviados a Argelia a construir el tren transahariano, bajo el mando de la Legión Francesa.
"En Argelia estuvo de 1939 a 1942 en campo de trabajos forzados, comiendo lentejas con moscas, mientras Sulamit desde Francia hace todo lo posible por conseguir una visa para salir de Europa”, cuenta cual si se tratase de un filme.
Su mujer obtuvo el anhelado documento del diplomático Gilberto Bosques, "el Schindler mexicano”. Notificado por carta y ayudado por sus amigos argelinos, Walter logró fugarse de nuevo, reunirse con los suyos en Casablanca y partir rumbo al puerto mexicano de Veracruz en el barco portugués Saint Thomé. Solo llevaba un abrigo y un negativo en la mano.
El legado fotográfico
Conflictos europeos, reuniones políticas e intelectuales, la cotidianidad de las sociedades que conoció, paisajes o figuras públicas son algunos temas tomados por sus cámaras Leica y Contessa Nettel o con la que consiguió en préstamo de un guardia galo en África a cambio de su ración de vino.
Una pequeña selección de ellos quedó resguardada en una maleta creada por Hely, encuadernadora de profesión, con el nombre "Walter Reuter, viajero por la libertad 1906-2005”. Se mostró en el Goethe-Institut de México a diez años del fallecimiento del fotógrafo que vivió 63 años en ese país.
"Un mes antes de ser fusilado Federico García Lorca, mi papá lo visitó en Granada. De qué hablaron, no lo sé”, explica la autora de la singular exposición al desplegar un acordeón con miniaturas de sus fotos sobre un montaje de "La casa de Bernarda Alba”.
Walter Reuter incursionó también en el séptimo arte. Fue cinefotógrafo y camarógrafo en más de 50 documentales, resguardados en la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Al morir, la mitad de sus cenizas se dispersaron en Chicahuaxtla, un poblado del estado de Oaxaca, habitado por indígenas triquis, a los que admiraba y respetaba. De ahí obtuvo sus imágenes favoritas, una serie llamada El viento limpia el alma, descrita así por su hija: "Hay mucha neblina. Es la feria del pueblo y hay una enorme fila de gente esperando subir al carrusel, una y otra vez. Él les pregunta por qué intentan subir y una señora le dice: porque el viento limpia el alma”.