Venezuela y el éxito relativo de Almagro
21 de junio de 2016Este jueves (23.6.2016), en una sesión extraordinaria, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) debatirá la solicitud de su secretario general, Luis Almagro, de activar la Carta Democrática Interamericana para reprender al Ejecutivo de Venezuela por las transgresiones de las cuales se le acusa. Almagro tenía pautado presentar el informe pertinente sin competir con los detractores de su moción por la atención del continente; pero el presidente venezolano, Nicolás Maduro, consiguió que un plan para el diálogo entre Gobierno y oposición fuera expuesto ese mismo día en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
Maduro también logró que a los mediadores propuestos por la UNASUR –los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero (España), Martín Torrijos (Panamá) y Leonel Fernández (República Dominicana)– se les permitiera hablar sobre ese plan ante el Consejo Permanente de la OEA este martes (21.6.2016). Aunque el propio Almagro celebró esa iniciativa, la oposición de Venezuela percibe esa coincidencia de convocatorias como un nuevo intento de impedir que el diplomático uruguayo presente su reporte de 132 páginas sobre las infracciones de Maduro contra el Estado de derecho, el orden constitucional y los derechos humanos.
“Hay demasiados chefs en la cocina”, comentó Michael McCarthy, del Wilson Center, cuando la agencia de noticias EFE le preguntó por los intereses en juego y los actores involucrados en la gestión externa del conflicto interno venezolano. McCarthy, cuyo empleador asesora a la Casa Blanca en materias globales, se refería a Ernesto Samper, secretario general de la UNASUR, “quien está bajo presión para hacer algo antes de que termine su mandato”; a la canciller argentina, Susana Malcorra, “en campaña por la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas”; y a Luis Almagro, el “hombre fuerte” de la OEA.
Discusión sensata
“Almagro tiene que levantar la voz para lograr que la OEA sea relevante de nuevo”, argüía el consultor de Washington, dejando abierta la posibilidad de incluir en esa lista de “amigos de Venezuela” al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que en la primera semana de julio reunirá a los cancilleres de sus Estados miembros con miras a abordar la crisis político-institucional venezolana. Detlef Nolte, vicepresidente del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA), de Hamburgo, desestima que el MERCOSUR vaya a jugar papel alguno en esas lides; a su juicio, de cara a la crisis venezolana, sólo la OEA y la UNASUR pueden luchar por el protagonismo.
“Almagro viene procurando poner fin al bajo perfil de la OEA desde su nombramiento como secretario general. Él empezó sugiriendo que representantes de ese organismo viajaran a Venezuela como observadores con motivo de los comicios legislativos de 2015. Hoy, considerando la gravedad de la situación de ese país, se puede decir que Almagro ha tenido éxito al conseguir que la cuestión venezolana no sólo sea objeto de discusión en la UNASUR, sino también en la OEA”, añade Nolte. De hecho, Almagro ha pedido que la comisión que medie entre el chavismo y el antichavismo se amplíe para incluir a varios exmandatarios iberoamericanos.
Para McCarthy, del Wilson Center, demasiados cocineros estropean el caldo. ¿Es eso lo que ha impedido hasta ahora que tenga lugar una discusión sensata sobre el caso venezolano? “No lo creo”, dice Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín.
“A mis ojos, el problema es que los propios venezolanos –me refiero a las partes en discordia– aún no han llegado al punto de mostrarse dispuestos a debatir con seriedad. Todo lo que los agentes externos están haciendo es allanar el terreno para restablecer la capacidad de diálogo entre el chavismo y el antichavismo, y persuadir al Gobierno de Maduro de abrirse a la discusión de cosas fundamentales. Históricamente, todos los esfuerzos hechos para propiciar una conversación razonable han fracasado porque el Ejecutivo ha apostado a ganar tiempo atizando el conflicto. Y, actualmente, me parece que está haciendo lo mismo”, acota Maihold.
Almagro, ni renuncia ni destitución
“Hay una estrategia a la que todavía no se ha apelado y que puede tener sus bondades: la de llevar la mesa de negociación a un país neutral para evitar que los representantes del oficialismo venezolano y de la oposición se sientan presionados por su entorno habitual a aferrarse a sus roles tradicionales o a buscar el aplauso de los correligionarios. Eso puede contribuir a que estos interlocutores desarrollen confianza los unos en los otros y cierta permeabilidad a lo que la comunidad internacional crea necesario sugerir”, explica el experto del SWP, aludiendo tanto a los mediadores de la UNASUR como a la OEA y a otras instancias.
Maihold no ve posibilidad alguna de que Almagro sea destituido como secretario general de la OEA, como lo ha pedido Venezuela. “El Gobierno venezolano tiende a la desmesura cuando hace sus demandas. Almagro sólo está echando mano a las prerrogativas de su cargo y ejerciendo presión política sobre Caracas al invocar la activación de la Carta Democrática Interamericana. Al mismo tiempo, hay otras fuerzas que hacen otras ofertas; pero Almagro es parte orgánica de esa constelación que busca convencer al Ejecutivo de Maduro de negociar”, señala el especialista de Berlín. Nolte tampoco cree que Almagro vaya a renunciar o a ser depuesto.
“No hay una mayoría en el seno de la OEA que planee apoyar la solicitud de Caracas. No se debe sobreestimar la influencia de Venezuela en esa organización; lo que ella tiene es un poder de veto basado en la relativa lealtad de los países que reciben su petróleo a precios subvencionados. Bloquear una moción es una cosa e imponer agendas –como la remoción de Almagro– es otra muy distinta. Todos los socios de la OEA saben que esa decisión tendría un alto costo político: si Almagro es destituido, lo más probable es que Estados Unidos deje de respaldar a la OEA”, sostiene el vicepresidente del GIGA.