Venezuela tras el huracán Trump
14 de agosto de 2017Este lunes (14.8.2017), tres días después de que el presidente de Estados Unidos sopesara públicamente la posibilidad de enviar tropas a Venezuela con miras a resolver la crisis político-institucional que amenaza con convertir al país caribeño en un Estado fallido, el “hombre fuerte” de Caracas, Nicolás Maduro, se pronunció en contra de las declaraciones de Donald Trump. Con mayor o menor énfasis, opositores y amigos, dentro y fuera de Venezuela, articularon su rechazo a una solución militar mucho antes.
El tono con que respondería generó expectativas porque, hasta el pasado jueves (10.8.2017), Maduro se había esmerado en tener un contacto cordial con el nuevo ocupante de la Casa Blanca: el mandamás del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) le pidió al canciller, Jorge Arreaza, que gestionara una conversación telefónica con Trump. Veinticuatro horas más tarde, Washington ignoró la llamada señalando que el presidente estadounidense hablaría “con el líder de Venezuela tan pronto se restablezca la democracia en ese país”.
El discurso patriótico
Ese desplante, sumado a la fanfarronada de Trump, debe haber sentado mal en Caracas, aun después de que el Pentágono negara haber recibido orden alguna de intervenir militarmente en Venezuela. Después de todo, Maduro no sólo se ha abstenido de vilipendiar a Trump como su predecesor, Hugo Chávez, lo hacía con George W. Bush o Barack Obama, sino que donó 500.000 dólares –a través de Citgo Petroleum, filial de la petrolera estatal venezolana PDVSA– para cofinanciar su ceremonia de juramentación como presidente.
¿Y ahora? ¿Qué será del vínculo Washington-Caracas de aquí en adelante? Más importante aún: ¿cómo incidirá el hostil comentario de Trump sobre la relación entre la élite chavista y sus adversarios? ¿Sabotea el magnate neoyorquino los esfuerzos diplomáticos hechos por países latinoamericanos para propiciar el restablecimiento del orden constitucional en Venezuela? “La amenaza del presidente estadounidense puede perjudicar a la oposición”, dice Daniel Flemes, docente en la Fundación Getulio Vargas, de Río de Janeiro.
“Maduro apelará al fervor nacionalista de los venezolanos y les pedirá que lo sigan en su supuesta lucha contra los ataques imperialistas”, agrega Flemes, quien también es investigador del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA). La mayor alianza opositora –la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)– ha sido acusada durante años de alentar la intromisión de otros Gobiernos en los asuntos internos de Venezuela. Hoy, dada la ligereza con que el delito de “traición a la patria” es imputado en el país, sus dirigentes corren peligro.
Estados Unidos y Cuba
Aunque abundan los opositores de a pie que celebrarían una invasión como la que libró a Panamá del dictador Manuel Noriega en 1989 –la última operación militar estadounidense de ese tipo en América Latina–, no son pocos los antichavistas que repudian ese escenario. “La mayoría de los habitantes de la región sigue viendo con malos ojos la injerencia de Washington al sur del Río Bravo”, comenta Wolfgang Muno, profesor en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia.
Pero, ¿qué hay de la influencia sobre Venezuela que se le atribuye al régimen de Raúl Castro? Este domingo (13.8.2017), la MUD rechazó tanto la “opción militar” de Trump como la “presencia” cubana en las Fuerzas Armadas y otras instituciones del Estado venezolano. “Venezuela tiene años intervenida militar y políticamente por Cuba”, se asegura en un comunicado de la MUD. Las reacciones al bluf de Trump tienen razones históricas harto conocidas; el silencio continental frente a la aludida intromisión cubana, no.
“Eso se debe, quizás, a que, apartando el gesto de solidaridad cubano de enviar personal médico a Venezuela, la injerencia de La Habana en el país no es oficial. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos militares o policías cubanos han sido estacionados en Venezuela”, especula Muno. Y de agentes secretos, ni hablar. “Yo supongo que es eso lo que dificulta que en la región se alcen voces para condenar ese fenómeno”, agrega el especialista de Maguncia. Esa omisión es otra de las cosas que la oposición venezolana les reprocha a los países vecinos.
Diplomacia latinoamericana
No obstante, son cada vez más las naciones americanas que ejercen presión sobre Maduro para que detenga el avance y el arraigo de una Asamblea Nacional Constituyente que, a juicio de sus Gobiernos, atenta contra la institucionalidad democrática y el Estado de derecho en Venezuela. Aunque Daniel Flemes, de la Fundación Getulio Vargas, le endilga una “relativa ineficacia” a la diplomacia latinoamericana, Wolfgang Muno, de la Universidad de Maguncia, cree que ésta ha asumido un rol protagónico beneficioso para el subcontinente.
“No está mal que los Estados que firmaron la Declaración de Lima (8.8.2017) debatan con los de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) sobre cómo lidiar con la crisis venezolana. Todos ellos están haciendo uso del margen de maniobra que les da la relativa pasividad de la diplomacia estadounidense en lo que concierne a Venezuela. Lo que sí es perjudicial es que Trump haya salido de la nada, ufanándose de su capacidad para enviar marines a Venezuela, porque eso desplaza el foco de la discusión hacia otro punto y endurece los frentes. Eso es lo último que necesitaban los diplomáticos latinoamericanos”, sostiene Muno.
Evan Romero-Castillo (VT)