¿Y si Gadafi hubiera volado a Venezuela…?
22 de febrero de 2011El 3 de febrero, días antes de que estallara la crisis política en Libia, la Unidad de Inteligencia Económica de la revista The Economist sopesaba en su página web, ViewWire, la posibilidad de que las protestas populares de Túnez y Egipto pudieran ser imitadas en países de otras regiones gobernados por longevos regímenes autoritarios. A primera vista, decía el artículo en cuestión, sólo un Gobierno en América Latina parecía correr el riesgo de terminar como el del presidente egipcio, Hosni Mubarak, acechado por manifestantes que exigían su dimisión: el del venezolano, Hugo Chávez; el mandatario latinoamericano con más años –doce– en el poder.
Un rumor verosímil
Titulado Venezuela no es Egipto (todavía), el texto explicaba que “el peligro de contagio” era muy bajo porque las circunstancias políticas de Venezuela y los países del Magreb eran muy diferentes. Según The Economist, entre Chávez y sus opositores media la discordia, pero pocos tildan de fraudulentos los comicios y referendos ganados por el presidente; aunque la popularidad de Chávez va en descenso, aún cuenta con apoyo masivo; y, pese a la creciente polarización política de la población, las tasas de abstención electoral son muy altas. Ni un fallido golpe de Estado, ni una larga huelga general, ni las numerosas protestas multitudinarias del pasado lo han obligado a poner pies en polvorosa.
Sin embargo, fue precisamente Venezuela el país latinoamericano que atrajo la atención de quienes siguen los sucesos del norte de África cuando el ministro de Exteriores británico, William Hague, dijo tener “ciertas informaciones” según las cuales el líder libio, Muamar el Gadafi, había tomado las de Villadiego este lunes (21.2.2011) con destino a Caracas. El propio Gadafi se encargó de desmentir la especie con una breve aparición televisiva, pero su cercanía diplomática, económica e ideológica con Chávez le dio a los rumores un viso de verosimilitud durante las horas en que su paradero era desconocido.
¿Recibiría Venezuela a Gadafi?
Los hombres fuertes de Caracas y Trípoli se han visitado mutuamente en repetidas ocasiones –Chávez ha volado a Libia cinco veces– para firmar acuerdos e intercambiar elogios. La prensa venezolana lleva la cuenta: entre 2005 y 2010 los convenios suscritos aumentaron de diecisiete a más de 150, según el diario El Universal. En 2006, poco después de que Libia reestableciera relaciones con Washington –rotas durante tres décadas–, el presidente venezolano se encontró con Gadafi y declaró en nombre de ambos: “Estamos en contra del imperialismo y en contra de Estados Unidos”.
En 2009, durante la celebración de su cuadragésimo aniversario en el poder, Gadafi secundó a su homólogo venezolano diciendo que Venezuela y Libia compartían “el mismo destino, la misma batalla contra un mismo enemigo”… A juzgar por los acontecimientos más recientes, cabe preguntar si el enemigo aludido por Gadafi no es Washington, sino el pueblo libio, contra el que ha ordenado abrir fuego, y si el destino del mandatario magrebí realmente excluye un exilio dorado en las costas del Caribe.
“Chávez lo pensaría tres veces…”
“Decir que Gadafi voló a Venezuela es una declaración muy atrevida”, responde Klaus Bodemer, ex director del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA, en Hamburgo. “Puede que haya afinidades entre los Gobiernos de Caracas y Trípoli, sobre todo considerando que tanto Venezuela como Libia asumen una posición bastante rígida en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo; pero, aparte de eso, no percibo mayores puntos de coincidencia que conviertan al país suramericano en el destino ideal para Gadafi”, agrega el investigador.
“No estoy diciendo que Chávez le negaría el asilo a Gadafi si éste se lo pidiera, pero estoy seguro de que Chávez lo pensaría tres veces antes de hacerlo porque ese gesto no tendría una buena resonancia en América Latina. El movimiento prodemocrático del mundo árabe es visto con buenos ojos en gran parte del continente americano”, aclara Bodemer, señalando que, aunque las crisis de Túnez, Egipto y Libia no son asuntos que acaparen la primera plana de los diarios latinoamericanos todos los días, la manera en que los sucesos son descritos por la prensa y los comentarios de los lectores al respecto sugieren que las protestas populares son percibidas positivamente.
Ningún riesgo de contagio
Apuntando al aumento en el precio del petróleo, impulsado por la incertidumbre que despierta la crisis del Magreb en los mercados internacionales, Bodemer prevé que el Gobierno de Chávez recuperará su capacidad para financiar los proyectos sociales que satisfacen las necesidades básicas de su electorado, integrado en buena parte por ciudadanos de bajos ingresos. A juicio de los analistas de The Economist, ese es uno de los pocos factores que anulan la posibilidad de levantamientos en Venezuela como los que se han visto en el mundo árabe. Pero otros problemas no se dejan resolver tan fácilmente por entradas circunstanciales de petrodólares.
A Venezuela le espera un año de estancamiento económico con un crecimiento ínfimo del 0,4 por ciento, sostiene la publicación británica. “Esto refleja la falta de disposición de sus autoridades para enfrentar las causas estructurales de los desbalances económicos que están afectando el crecimiento del país al sabotear su sistema productivo, reducir la confianza de los consumidores y empresarios, erosionar los ingresos reales y fomentar la fuga de capitales”, escriben sus redactores, añadiendo que lo que Venezuela tiene en común con países como Túnez y Egipto es la inflación galopante, la escasez y el alza en los precios de los alimentos que atizaron los tumultos en África.
Venezuela y el germen de sus propias revueltas
En otras palabras, aún si Gadafi hubiera aterrizado en Venezuela y los venezolanos hubieran comenzado a protestar masivamente al día siguiente, los motivos de la revuelta habrían de ser rastreados, no en la pérdida de carisma de Chávez entre sus partidarios por su apoyo al dictador libio, ni en el éxito ejemplarizante de la desobediencia civil tunecina, sino en las fallas del programa económico y la administración central del Gobierno venezolano. “La polarización de la sociedad venezolana, sumada a problemas como los altos índices de pobreza y de inseguridad en las calles, puede servir de combustible para la explosión del descontento social a mediano plazo”, acota Bodemer, no sin antes insistir en que, así como Venezuela no es Libia, Chávez no es Gadafi… aunque a veces se le parezca.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz