Venezuela: ¿embargo informativo?
11 de marzo de 2013En la reunión semestral de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que culmina este lunes (11.3.2013), los propietarios, editores y directores de medios impresos y agencias de noticias de los países americanos han criticado duramente al Gobierno de Venezuela por restringir el derecho a la información y la libertad de prensa. En una declaración publicada el sábado (9.3.2013) se denuncian, ente otras cosas, la recurrencia de actos de amedrentamiento contra periodistas y la sistemática denegación de acceso a la información de interés público.
El documento de la SIP menciona las agresiones sufridas por trabajadores de la televisora estatal el pasado 23 de enero en un evento de la alianza de partidos opositores Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pero da a entender que ese fue un incidente tan lamentable como excepcional, considerando la frecuencia con que los medios privados y sus representantes son objeto de violencia política, sabotaje técnico, discriminación en oficinas y actos gubernamentales, o presión jurídica y legislativa ejercida por funcionarios adscritos al chavismo.
Según el Bloque de Prensa Venezolano, un decreto que entró en vigor en agosto de 2012 dificulta enormemente la compra de insumos para poner en marcha las rotativas y amenaza con dejar a algunos periódicos “sin papel y sin tinta”. No obstante, el reproche más vehemente de la SIP está reservado para el hermetismo con que el Gobierno de Caracas manejó la información en torno al cuadro clínico del presidente Hugo Chávez, quien falleció el 5 de marzo.
“El secretismo alrededor de la salud de Chávez evidencia la capacidad del estamento bajo su mando para encubrir la realidad y mentir a conciencia. Las firmas del caudillo convaleciente en decretos y otros documentos eran fotocopias de su rúbrica, y tras la circulación de las fotos fabricadas en Cuba, donde aparecía leyendo el Granma, no se le vio de nuevo ni se escuchó más la voz de quien fuera un orador compulsivo”, comenta el investigador venezolano Antonio Pasquali, en entrevista con Deutsche Welle.
¿Se instrumentaliza el luto nacional?
El general José Ornella, jefe de la guardia presidencial, afirmó que el otrora hombre fuerte de Caracas había muerto a causa de un “infarto fulminante”. Su declaración a la prensa venezolana está lejos de despejar la incógnita que rodea a la enfermedad de Chávez; pero esa es sólo una de las interrogantes que se han ido acumulando con el paso de los meses. Preguntas más urgentes relacionadas con el futuro inmediato del país permanecen sin respuesta y se cree que pasarán semanas antes de que el próximo presidente las conteste.
“En Venezuela no habrá mayor movimiento hasta que se celebren las nuevas elecciones presidenciales. De momento, lo único que tiene lugar es el luto nacional. Será en uno o dos meses cuando podamos discutir de nuevo sobre la situación del país”, estima el politólogo Nikolaus Werz, de la Universidad de Rostock, al ser consultado por Deutsche Welle.
Nada indica que las circunstancias en Venezuela estén cambiando a favor de una mayor transparencia estatal o del libre ejercicio del periodismo. El jueves pasado (7.3.2013), el ministro de Relaciones Exteriores, Elías Jaua, dijo que el Gobierno había pedido a los dueños de medios que se inhibieran de transmitir información que pudiera herir la sensibilidad de la población afligida por la desaparición física de Chávez, agregando que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se esforzaba por “canalizar el dolor de este pueblo”.
Jaua desaconsejó divulgar análisis que pudieran sembrar zozobra. ¿Cabe interpretar sus palabras como un llamado a no examinar críticamente la gestión de quien gobernó a Venezuela durante casi tres lustros ni los enormes desafíos que su sucesor tendrá por delante? ¿Están los líderes del “chavismo sin Chávez” instrumentalizando el luto nacional para poner al país bajo un embargo informativo?
Corresponsales extranjeros reportan agresiones
“El Gobierno quiere evitar que la actual situación de malestar degenere en desórdenes, tumultos y saqueos; eso empañaría el proceso de endiosamiento del difunto, que llega a su clímax por estos días. Por eso le pide moderación a los medios opositores que quedan; la meta es impedir que el pueblo chavista se exaspere en un momento tan difícil”, advierte Pasquali, reconocido internacionalmente por sus investigaciones en torno a los procesos de la comunicación y los medios de alcance masivo.
A juicio del catedrático, profesor de filosofía moral y comunicación social en la Universidad Central de Venezuela, contraponer el deber de la prensa local de informar oportunamente –es decir, tomando en cuenta el pesar de los partidarios de Chávez– a su deber de informar verazmente y sin maquillar la realidad es un verdadero dilema; un serio reto para los profesionales de los medios. Oscilando entre esas dos responsabilidades, los periodistas venezolanos corren el riesgo de autocensurarse o el de ponerse en peligro.
También los comunicadores extranjeros sufren en carne propia la polarización política que se vive en Venezuela. “Hasta ahora, tres corresponsales extranjeros han reportado acoso y agresiones físicas. Esa hostilidad selectiva de las bases del chavismo es atizada por el oficialismo. El Gobierno es el instigador de la inmensa mayoría de los dos mil atentados contra la libertad de expresión”, asegura Pasquali, sugiriendo que las aparentes contradicciones del discurso gubernamental –ora agitador, ora pacificador– tienen sistema.
El investigador describe los medios de comunicación del Estado venezolano como meros generadores de “propaganda gubernamental”. “Para quienes estén acostumbrados a radioemisoras y televisoras de servicio público, que respetan las reglas del juego democrático y son consideradas referencias informativas, como las de algunos países europeos, debe ser difícil entender una realidad como la venezolana, signada por la inexistencia de genuinos servicios públicos comunicacionales y la preponderancia de medios comerciales, guiados por intereses mercantiles que los persuaden fácilmente de autocensurarse”, compara Pasquali.
Periodismo de opinión versus propaganda
Manipulaciones políticas aparte, la congoja de numerosos partidarios de Chávez es auténtica y, a lo largo de los años, muchos de ellos se han involucrado activamente en la operación de medios de comunicación comunitarios. ¿No es de esperar que también ellos terminen exigiéndole al Gobierno mayor transparencia o, por lo menos, información detallada sobre el cáncer que presuntamente puso fin a la vida del carismático líder? “Ellos dependen del Estado; yo dudo que lleguen a articular queja alguna contra el Gobierno”, apunta Pasquali.
“Los medios comunitarios son un fenómeno reciente en Venezuela; ellos no cuentan con el glorioso pasado que tienen los de Colombia o Bolivia, por ejemplo. El chavismo conquistó ese terreno casi virgen, comprándole cientos de plantas emisoras llave en mano a una empresa dirigida por Ramiro Valdés, vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de Cuba. A veces, un comisario político era enviado a Venezuela junto con las plantas para que sirviera de instructor”, explica el especialista.
“El Gobierno de Chávez distribuyó unas 300 radioemisoras comunitarias por todo el país, colocándolas en manos de comprobados adeptos del régimen; éstos reciben salarios o ayudas gubernamentales y cursos de adoctrinamiento ideológico para que hagan uso del medio con miras a fortalecer la ‘revolución chavista‘. Como dije, yo veo difícil que bajo esas condiciones de dependencia se produzcan quejas contra el Gobierno”, enfatiza Pasquali.
Sin embargo, el periodismo independiente sigue presente en el país suramericano. “Aunque en Venezuela no ha prosperado el periodismo de investigación –casi ninguno de nuestros medios dispone de recursos suficientes para costearlo–, quedan rendijas abiertas para seguir ejerciendo la libertad de expresión y comunicación. El régimen chavista puede deteriorar aún más nuestro maltratado panorama mediático, induciendo autocensura y silencios; pero, por ahora, los medios venezolanos cuentan con un excelente periodismo de opinión que compensa, hasta cierto punto, sus otras carencias”, cierra Pasquali.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Emilia Rojas Sasse