Venezuela: con mano dura hacia el precipicio
15 de marzo de 2014Por estos días, el establishment chavista de Venezuela debe estar extrañando a quienes fueron sus amigos más íntimos. Hoy, hasta Heinz Dieterich, otrora ideólogo del Gobierno cuando Hugo Chávez vivía, dice ver al presidente Nicolás Maduro al borde del precipicio; él le augura un par de semanas más en el cargo. No más. El delfín y sucesor del “comandante” exhibe una incompetencia demasiado grande. Maduro no está en capacidad de enfrentar ni resolver los numerosos problemas del país suramericano, sostiene el sociólogo alemán.
En Venezuela solo crece el número de muertos
Por ahora, Maduro consigue aferrarse a la silla de mando. Pero su gestión está amenazada por la falta de crecimiento y la inmovilidad que afligen al país. Tras cinco semanas de furiosa protesta y brutal represión, lo único que crece en Venezuela es el número de muertos, heridos y detenidos; y no la economía. Y el poco movimiento político que se registra tiene lugar por inercia: el presidente celebra su añeja retórica de guerra izquierdista mientras los estudiantes protestan en las calles de las grandes ciudades, poniendo en riesgo sus vidas, todos los días.
De momento no hay espacio para un diálogo franco. “¡Esos no son manifestantes!”, sostiene Jacksy Silva, aludiendo a los estudiantes; a los ojos de esta entrenadora de fútbol de 24 años ellos son unos vándalos. “Si ellos fueran manifestantes llevarían pancartas y llamarían la atención con sus voces, en lugar de ir por las calles golpeando a todos y destrozando todo a su paso. ¡Esos no son manifestantes! Lo que son es una pila de malhechores que quieren destruir nuestra revolución”, acota Silva.
En la otra acera, cada vez más estudiantes desconocen la legitimidad del Gobierno de Maduro y se unen a las protestas para que el ánimo no decaiga. “Nosotros luchamos aquí porque queremos trabajar aquí, porque queremos tener a nuestros hijos aquí. En Venezuela vive mucha gente ambiciosa y diligente. Gente como nosotros. Nosotros luchamos por Venezuela porque creemos en ella”, comenta la estudiante Vanessa Eissig de 22 años. Pero, ¿saben los estudiantes lo que vendrá tras luchar “hasta el final”, como muchos dicen?
Después del conflicto
La mayoría de las ofertas de mediación han sido rechazadas por el estamento chavista y descritas como “interferencias en los asuntos internos del país”. Sobre todo la Organización de Estados Americanos (OEA) es percibida como el alguacil de Estados Unidos. De ahí que Caracas sólo haya aceptado la “ayuda” de los cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un grupo que es cualquier cosa, menos imparcial. Recibirlos como moderadores de su diálogo con la oposición es un éxito de la política exterior de Maduro.
El conflicto venezolano divide al continente americano: por un lado están los países que se muestran solidarios con el Gobierno de Maduro y, por otro, los que exigen que se ponga fin a la represión estatal de las manifestaciones. Eso sí, lo que todos esos Estados tienen en común es que ninguno de sus dirigentes sabe cómo terminará el enfrentamiento en Venezuela ni qué vendrá después. Ni siquiera la oposición venezolana confía en que una instancia pueda unir a la población y reconstruir el deteriorado tejido social del país.
No obstante, los cambios por venir son inevitables. De eso está convencido Diego Moya Ocampos, analista del acontecer latinoamericano en IHS, una empresa estadounidense que presta servicios de información económica y de mercados. “En Venezuela se está armando una tormenta perfecta: tras la muerte del presidente Chávez, impera en Venezuela un vacío de poder. Las protestas a favor y en contra del Gobierno se hacen cada vez más grandes y frecuentes”, sostiene Moya Ocampos.
La solución debe venir de adentro
“La economía decrece, la inflación alcanza niveles sin precedentes, los alimentos, las medicinas y otros productos de primera necesidad escasean. Ese es el sustrato ideal para que tengan lugar cambios profundos en el país”, explica el experto del IHS. Pero ni siquiera Washington, que a estas alturas critica abierta y duramente al Gobierno venezolano, parece tener un plan para la etapa que viene después de Maduro.
“Estados Unidos tiene una larga tradición como impulsor de movimientos rebeldes que, tras llegar al poder, sólo traen desgracias a sus respectivos países”, se comentaba recientemente en el Centro MacMillan para la Política Internacional de la Universidad de Yale. Y eso es algo que los latinoamericanos saben muy bien. Por eso, el conflicto venezolano sólo puede resolverse desde adentro.
Aunque el Gobierno de Maduro insista en aplicar el principio de “mano dura” contra los manifestantes, la infraestructura que lo mantiene en pie empieza a desmoronarse. Chavistas de línea dura ubicados en las más altas posiciones empiezan a pronunciarse contra la violencia estatal y la represión de las protestas. E incluso entre quienes apoyan las políticas del Gobierno crece la insatisfacción con el actual presidente. Cuando las protestas no sólo se vean en los barrios de clase media, sino también en los vecindarios más pobres, la inestabilidad será insoportable.
Los militares, a la espera
“Mientras más débil se vuelva el país, más fuerte será la influencia de las Fuerzas Armadas tras bastidores”, agrega Moya Campos. “Los problemas políticos y económicos seguirán creciendo, y eso conducirá a nuevas divisiones en el partido de Gobierno, el PSUV, y en la institución castrense. Esas divisiones podría propiciar una intervención directa o indirecta de los militares”, prevé el especialista del IHS. Lo peor para Nicolás Maduro es que él no pertenece al ala militar del chavismo. Los militares simpatizan más bien con el presidente de la Asamblea Nacional y principal rival de Maduro, Diosdado Cabello.
A Maduro no le quedan muchos amigos. Y todo apunta a que no le queda mucho tiempo tampoco.