Uwe Seeler, uno de nosotros
7 de noviembre de 2016¿”Nuestro” Franz? A nadie se le hubiera ocurrido nombrar así a Beckenbauer. No en vano le dicen "el Káiser”, sobre todo por el estilo ligeramente petulante que lo ha distinguido tanto dentro como fuera de las canchas. ¿”Nuestro” Günter? ¡Jamás! Netzer era demasiado excéntrico. ¿”Nuestro” Wolfgang? Overath nunca fue una figura que promoviera la integración. ¿”Nuestro” Gerd? Tampoco. El inolvidable "bombardero de la nación” era demasiado boquiflojo. No. El atributo "nuestro” en Alemania solo puede pertenecerle a Uwe Seeler, porque además le sienta a la perfección.
Hamburgo en el alma
Seeler nació hace ocho décadas, claro, en Hamburgo. Ahí permaneció siempre. Su hogar es el puerto hanseático, y su pasión, el club Hamburgo. La ciudad lo nombró ciudadano honorario hace 13 años, y el Hamburgo presenta en su estadio una figura del pie derecho del ex seleccionado alemán. Si en Hamburgo se llevara a cabo una votación para conocer qué persona aún en vida representa mejor a esa ciudad, Uwe Seeler ganaría con toda probabilidad. Seeler es para los hamburgueses, y para muchos alemanes, simple y sencillament, "nuestro Uwe”.
600 goles para el Hamburgo
Mucho de esto le viene desde la cuna, dijo recientemente Seeler. En cuanto a su estilo de juego, su misión era mantener el balón sobre el pasto; evitar levantarlo y correr riesgos. "Somos gente muy normal, y eso es maravilloso”, dice el exatacante. "Siempre me ha ido bien así”.
En realidad, Seeler hubiera tenido muchos motivos para ser arrogante. Era un delantero poco convencional. Anotó en más de 600 ocasiones para el Hamburgo, con el cual una vez fue campeón en 1960 y ganó la copa en 1963. Con 30 goles, fue el primer campeón de goleo individual en la Bundesliga, en 1964.
Hasta con la nuca
Aunque no pudo ganar ningún gran título a nivel de selecciones, Seeler acuñó momentos inolvidables. Como aquel en el que abandonó el estadio de Wembley con la cabeza baja luego de que la selección alemana perdiera la final del Mundial de 1966. O con el que quizá fue su gol más célebre: el 2-2 poco antes del final del tiempo reglamentario en los Cuartos de Final del Mundial de 1970, también contra Inglaterra (que al final ganaron los alemanes 3-2 en tiempo extra). Todos los niños alemanes de aquella época trataban de emular en calles y traspatios aquel gol de Seeler con la parte trasera de la cabeza.
Sin duda, Seeler llegó a ser toda una estrella en sus tiempos de jugador activo. Pero siempre mantuvo su calidez humana y su sencillez. En 1961, el delantero recibió la entonces increíble oferta para jugar en el Inter de Milán, primero por 90.000 y luego por 1.500.000 de marcos alemanes. Pero él rechazó la propuesta y decidió quedarse a jugar en Hamburgo. Fue una gran demostración de amor hacia su ciudad. Después de todo, decidió ser "nuestro”: alguien que consigue logros a base de arduo esfuerzo y que jamás pierde el piso.
Siempre auténtico
Nunca se le conocieron escapadas nocturnas ni escándalos, y tampoco exabruptos verbales. Está casado desde hace 57 años con su esposa Ilka. Hasta hoy es visto como un personaje altamente popular, al que a menudo se le consulta su opinión, sobre todo en cuanto al destino de su club, el Hamburgo. Cuando Seeler dice que le duele la debacle deportiva que actualmente sufre el equipo, la gente lo escucha. Incluso las jóvenes generaciones se dan cuenta de lo raro que es en el fútbol actual un personaje tan auténtico como el antiguo seleccionado alemán. El "fútbol moderno” es dominado hoy por los contratos exorbitantes y los gigantescos salarios; y éstos provocan que los futbolistas se comporten como si el fútbol no fuese posible sin ellos. En este sentido, "nuestro” Uwe es seguramente un dinosaurio. Pero es uno que cae bien a muchos. Y con suerte, lo hará durante mucho tiempo más.
Autor: Stefan Nestler (EL/ERS)