Una escuela de Berlín enseña biodiversidad
4 de septiembre de 2018Son las ocho de la mañana y, apoyados al otro lado de una puerta, un grupo de adolescentes observa las cómicas travesuras de Oreo, Agro y Wilma. Las tres cabras han captado la atención de los niños de tal manera que momentáneamente son más interesantes que el indispensable teléfono móvil.
La escena tiene lugar frente a una granja escuela, que alberga patos, gallinas, cerdos y muchos otros animales, además de las cabras. La granja, al igual que el huerto contiguo, pertenecen a la escuela secundaria de Hagenbeck, en el distrito nororiental de Pankow, en Berlín. Unos 400 niños estudian en esta escuela poco espectacular, ubicada en un edificio prefabricado de mediana altura, pero que, sin embargo, ejerce una gran atracción.
"Elegí esta escuela porque me gustan mucho los animales y los huertos”, cuenta Yara de 12 años, junto a sus compañeras, Lina y Elodie. Las tres niñas cortan y preparan las manzanas, que han recogido del propio manzano de la escuela para alimentar a las cabras.
"Hay que tener cuidado de alimentarlas de una en una”, explica Elodie. "De lo contrario, si alguna se queda con hambre, pueden llegar a pelearse”. Cuando se le pregunta si es más divertido esto que sentarse en el aula, responde sin dudarlo.
"Definitivamente, sí”.
No solo animales
Esto no significa que no haya clases en la escuela. Los estudiantes de Hagenbeck reciben clases de matemáticas, alemán, deporte, física e idiomas, al igual que otros alumnos de escuelas más convencionales. Es solo que aquí, la biodiversidad está presente en todas las asignaturas.
"Todos los profesores se reunieron y discutieron sobre la mejor manera de integrar la biodiversidad”, explica a DW la subdirectora, Claudia Krötenheerdt.
El resultado fue un plan de estudios en el que la biodiversidad no sólo se encuentra en las clases de biología, sino también en las lecciones de matemáticas, donde se incluyen actividades como la medición de los bancales elevados del huerto; así como en las clases de tecnología, donde se construyen soportes para las plantas de judías; o en las clases de alemán, donde "Rebelión en la granja” se establece como lectura estándar en relación con la granja escuela.
"Por lo que sé, somos la única escuela en Alemania que lo hace”, afirma Krötenheerdt.
El proyecto se inició en 2007, después de que el gobierno alemán introdujera una estrategia nacional para contrarrestar la pérdida de hábitat y de biodiversidad. Cumpliendo con su función social, Krötenheert y sus colegas buscaron una forma de involucrar a la escuela en este asunto y surgió la idea de que la biodiversidad fuera el tema clave de la escuela. De esto hace ya ocho años.
Aprendiendo con palas y rastrillos
En el huerto escolar, contiguo a la granja, los alumnos deben podar las plantas. Kolja, de 12 años, pregunta si debe cortar todo y recibe una respuesta contundente.
"No te haría ningún daño escuchar”, le reprende Elke Mahrenholz, responsable del huerto. "Corta sólo lo que está seco”.
Avergonzado, juega tímidamente con sus tijeras de podar, pero no es tan distraído como parece. Más tarde, nos revela que ya ha aprendido mucho como, por ejemplo, "qué es la fotosíntesis”. Así como, "la sostenibilidad, mediante la cual se pueden convertir cosas que ya no se necesitan en algo nuevo con otro propósito”, explica.
De este modo, algunos de los bancales elevados del huerto están hechos de los potros de salto que se empleaban anteriormente en las clases de gimnasia.
"Aquí se puede añadir un poco más de estiércol de caballo”, aconseja Mahrenholz a los estudiantes, que ya han retirado las plantas secas y ahora colocan nuevos vegetales en los bancales.
A finales de verano, la pala y el rastrillo son parte de las herramientas de enseñanza, además del lápiz y el cuaderno. En invierno, cuando no hay mucho que hacer en el huerto, Mahrenholz acerca a los alumnos a la ciencia del suelo. Les enseña, por ejemplo, cómo mejorar la calidad de la tierra con fertilizantes naturales, o qué diversidad de especies alberga el suelo.
Las tres hermanas
Detrás de los bancales, algunos estudiantes se ocupan de "las tres hermanas”.
"Cada año, plantamos una mezcla de cultivos. Este año nos centramos en las tres hermanas, que consisten en maíz, calabaza y judías", explica Eric, de 13 años, muy serio.
"El maíz es tan alto que se eleva por encima de las hermanas menores y les da sombra”, añade Charlotte. "La hermana mediana, la judía, crece en la planta de maíz y le proporciona apoyo”.
Por último, "la calabaza es la hermana más pequeña, cuyas hojas grandes mantienen el suelo húmedo y evitan el crecimiento de malas hierbas”, explica Tabea. Con una tímida sonrisa recoge la calabaza que ha señalado durante su pequeña charla.
"De este modo, los niños aprenden que las mezclas de cultivos son una alternativa válida a los monocultivos de la agricultura convencional”, explica Mahrenholz. Esto "les ayuda a entender que nuestra agricultura tiene que alejarse de los monocultivos hacia cultivos más mixtos”, añade.
Los estudiantes pueden incluso saborear el éxito de su aprendizaje probando los frutos de su trabajo, cuando se reúnen para cocinar las verduras y hierbas que han cosechado en el huerto.
Se requiere pensamiento creativo
Entre clase y clase, los niños vienen al patio de la escuela a pasar el rato. Pero no es un patio común. Una parte está llena de juncos altos que dan la impresión de estar en otro lugar. Sólo cuando el viento los balancea, quedan a la vista el edificio de la escuela y la otra parte del patio.
Por ahora, esta otra parte sigue siendo un desierto de hormigón estéril, pero hay planes para cambiarlo. Tan pronto como haya suficiente dinero.
Sin embargo, para que esta escuela galardonada siga avanzando no todo es cuestión de financiación.
"Se necesita mucha iniciativa y creatividad”, señala la subdirectora.
Padres, profesores y otros miembros del personal continuarán trabajando para conseguirlo. Y es que todos quieren que las tres cabras y las tres hermanas sigan en el plan de estudios de la escuela berlinesa de Hagenbeck.
Autor: Mabel Gundlach (AR/ER)