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Una Constitución para Europa

20 de junio de 2003

La UE tendrá en el futuro un presidente y un ministro de Relaciones Exteriores, si se cumple lo previsto en el borrador de Constitución presentado por el presidente de la Convención europea, Valery Giscard d’Estaing.

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Giscard d'Estaing (der.), celebra el acuerdo logrado en la Convención.Imagen: AP

Hablar de un "hito histórico" ya se ha vuelto una costumbre bastante recurrente en el ámbito político. Pero en esta oportunidad, el borrador para una Constitución de la Unión Europea (UE) bien podría merecer el calificativo... si no fuera porque se trata aún de un esbozo, que deberá ser discutido por una conferencia gubernamental de los países miembros. Falta mucho para que se haga realidad. Pero estamos hablando de meses y no de décadas. La idea de la "unión política" comienza a tomar cuerpo y a adquirir una dinámica propia, gracias a los 15 meses de trabajo de la Convención presidida por el ex presidente francés, Valery Giscard d’Estaing.

"Revolución jurídica"

El borrador que se dio a conocer oficialmente este viernes y que será presentado a en la próxima cumbre de la UE en Salónica, el 20 de junio, constituye sin duda "un paso muy, muy grande hacia adelante", como lo señalara el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joschka Fischer. El jefe de la diplomacia germana subrayó en este sentido que la Unión adquirirá mayor capacidad de actuar y se volverá más transparente y democrática. Su homóloga española, Ana de Palacio -pese a no ocultar los reparos de Madrid-, habló de una "revolución jurídica" sin precedentes. A su juicio, la proyectada Constitución implica la transición de "la Europa del mercado hacia la Europa de los ciudadanos".

¿A qué obedecen tantas expectativas? En primer lugar, el hecho de que se esté hablando de una futura Constitución para la Unión Europea ya es un logro, teniendo en cuenta el escepticismo inicial de algunos países. Si bien Gran Bretaña, por ejemplo, sigue manteniendo su postura reacia a la cesión de porciones mayores de soberanía nacional, en la práctica se está imponiendo la convicción de que la UE necesita esta reforma para poder seguir siendo operativa cuando sus miembros aumenten a 25 el año entrante. Francia y Alemania presionan por lo tanto a favor de los cambios institucionales plasmados en este borrador.

Una sola voz

En concreto, las propuestas de la Convención apuntan a dar cuerpo a una entidad europea operativa, capaz de actuar también como unidad hacia afuera. El proyecto contempla, por ejemplo, la figura de un presidente del Consejo Europeo, que sería elegido por mayoría cualificada por los jefes de estado y de gobierno de los países miembros, permaneciendo dos años y medio en el cargo. Igualmente se prevé el nombramiento de un ministro de Relaciones Exteriores comunitario, lo cual pondría término al coro de voces disonantes o, al menos, definiría un interlocutor claro para los asuntos internacionales. Kissinger por fin sabría el número de teléfono de Mr. Europa, por recordar un deseo del antiguo secretario de Estado norteamericano.

Tanto o más relevante para el funcionamiento de la UE es el propósito de ampliar la gama de asuntos que podrán ser resueltos por mayoría y no por unanimidad, aunque ello no será aplicable a la política exterior. La transparencia y la "democratización" de las decisiones es otro punto destacado en este borrador. Así se propone, entre otras cosas, que los parlamentos nacionales tengan recursos legales para oponerse a decisiones adoptadas en Bruselas, o que la ciudadanía pueda organizarse para presentar propuestas de ley a la Unión. Está por verse cuántas modificaciones sufrirá todavía el esbozo cuando pase a manos de los jefes de gobierno. Sin duda, como advirtió Giscard d’Estaing, cuanto más se atengan ellos al texto actual, tanto más fácil será su trabajo... y podríamos añadir que probablemente será también más productivo.