Un viaje a la RDA
17 de junio de 2007El retrato de Erich Honecker, el último gobernante de la desaparecida República Democrática Alemana, iba a tener un lugar de honor en cada dormitorio. Esa era la idea original. Pero tanto entusiasmo despertó su imagen entre los huéspedes, que muchos de ellos optaron por llevárselo de recuerdo, dejando de paso testimonio de lo que piensan de la propiedad privada. De alguna forma, cuadra con el espíritu del Ostel (Osten significa en alemán Este), que invita a zambullirse en la atmósfera de la RDA.
Micrófonos incluidos
Por 59 euros se puede alojar en la "suite de la Stasi", el servicio de inteligencia germano oriental. Dicen que los micrófonos vienen incluidos. Para los que no tienen inclinaciones al espionaje, resulta más atractiva la opción de pernoctar en una construcción prefabricada, fiel al estilo de la Alemania del Este. 38 euros cuesta una noche en este tipo de habitaciones, en las que se puede instalar también una cama plegable adicional para los niños.
Pero donde mejor se aprecia el verdadero espíritu colectivista de la época es en el "campamento de los pioneros". Por la módica suma de 9 euros se puede dormir en uno de los camarotes de esta sala, habilitada para 6 personas.
Emulando a Goodbye Lenin
Los encargados afirman que no dan abasto. Las reservaciones llueven desde que se inauguró el peculiar hotel en la emblemática fecha del 1 de mayo. La propuesta es todo un imán para nostálgicos y curiosos, que tienen allí la posibilidad de husmear en una realidad ya desaparecida. Como el diligente jovencito de la película Goodbye Lenin, los dueños del hotel se esmeraron por encontrar muebles y todo tipo de objetos de aquellos años para alhajar el establecimiento. El resultado es, sobre todo, auténtico, según opinan los que vivieron en carne propia el comunismo germano oriental.
La decoración espartana, fruto del minimalismo forzoso a que la RDA sometió a sus ciudadanos, los tapices murales con diseños en todas las gamas del ocre y el verde oliva, los espacios funcionales y hasta la oferta culinaria: todo revive tica de la época en que el Muro de Berlín impedía a los alemanes orientales caer en tentaciones capitalistas y los mantenía aferrados a sus propios productos. Una selección de estas reliquias se puede adquirir también en el hotel, como jarritos de plástico de fabricación local, bolsitas de detergente originales o monedas de chocolate con la apariencia de las monedas de Marcos Orientales que circulaban en esa parte de Alemania. La tienda del Ostel ofrece también afiches de Erich Honecker, en vista de la gran demanda.