Un supuesto Rockefeller que supuestamente nació en Baviera
12 de agosto de 2008Siegsdorf es un bello lugar para venir al mundo. Aire puro, mucho verde, amplias praderas, frondosos bosques y montañas de picos nevados. Un rincón típico de la Baviera más clásica en el que, con sus poco más de 8.000 habitantes, todo el mundo se conoce.
En Siegsdorf nació Christian Karl Gerhartsreiter en 1961. Aunque tenía 17 años cuando dejó tras de sí el idilio bávaro, y nunca regresó, aquí aún muchos se acuerdan de él: hijo de un pintor y una costurera, era un niño menudo pero inteligente, poco deportista pero buen corredor, fascinado por la química y la electrónica pero siempre acompañado de amigos.
A su manera, Gerhartsreiter era un ser curioso por estas tierras, en las que pocos se marchaban a estudiar a América, pero ningún marginado. Ahora, los indicios apuntan a que la carrera de Gerhartsreiter en Estados Unidos podría pasar por un sinfín de personalidades falsas, un rapto e incluso dos asesinatos. En Siegsdorf no creen lo que oyen.
El principio de la metamorfosis
“Christian era muy gracioso y a veces bastante descarado con los maestros. ¡Y en aquella época se ganaba uno una bofetada con esas cosas!”, cuenta Heinz Vachenauer, amigo de la infancia y compañero de clase de Gerhartsreiter, al diario alemán FAZ.
Después de trasladarse a Norteamérica con una beca para estudiar secundaria, Gerhartsreiter mantuvo durante algún tiempo el contacto con sus padres. A principios de los 80 se fue a Hollywood para probar fortuna como actor y le contó por teléfono a su madre que se había cambiado el apellido por el de Chichster, porque a los estadounidenses les costaba pronunciar Gerhartsreiter.
Según FAZ, esa fue la última vez que en Siegsdorf supieron de él. Quizás comenzara entonces su metamorfosis, llena de mentiras a ambos lados del Atlántico: en el pueblo bávaro empezó pronto a circular el rumor de que Gerhartsreiter había fundado en América una emisora radiofónica, su propia empresa, lo que equivale a la versión alemana del sueño realizado.
Los restos de un esqueleto
En realidad, Christian Karl Gerhartsreiter, conocido en California como Christopher Chichster, vivía en la casa de invitados de un matrimonio al que, según asegura hoy a través de su abogado, apenas conocía. La pareja desapareció misteriosamente poco antes de que Gerhartsreiter, alias Chichster, abandonara la ciudad. En 1994 se encontraron restos de un esqueleto masculino en el jardín de la casa, cuya identificación se retoma ahora.
Desde California Gerhartsreiter se trasladó a Nueva York y empezó a trabajar en Wall Street, adoptando el nombre de Christopher Crowe. En 1988, un año después de llegar a la bolsa, contó según FAZ a sus compañeros que sus padres habían sido secuestrados en el extranjero y que tenía que marcharse para solucionar el pago del rescate y su puesta en libertad. Y, sin embargo, la vida que Gerhartsreiter, o Chichster o Crowe dice recordar no se inicia hasta 1993.
Y la ola llegó hasta Siegsdorf
En 1993, Clark Rockefeller irrumpió en la alta sociedad neoyorquina. Pese a que su apelativo no consta en los archivos de la flamante familia, Clark asegura ser miembro de la dinastía Rockefeller, entender el alemán pero no haber oído nunca hablar de un lugar llamado Siegsdorf.
Clark Rockefeller se casó en 1995 con Sandra Boss y en 2001 nació Reigh, la hija de ambos. Luego llegó el divorcio, en diciembre del año pasado, seguido del traslado de la niña junto con su madre a Londres. Rockefeller sólo podía ver a la menor en presencia de un asistente social, porque Boss no se fiaba de su ex marido. El pasado 27 de julio, el supuesto Rockefeller secuestró a Reigh.
En Baltimore, Clark Rockefeller había comprado una casa haciéndose pasar por Charles Smith, un padre soltero recién llegado de Chile. Aquí fue donde la policía detuvo a este multifacético personaje, y la publicidad que le trajo la captura de la niña hizo recordar a los testigos sus otras vidas. La ola alcanzó Siegsdorf, donde Alexander Gerhartsreiter dijo reconocer a su hermano en la foto que le mostraba un reportero estadounidense.
Al parecer, las huellas dactilares del visado con el que a los 17 años Gerhartsreiter entró en Estados Unidos coinciden con las de un falso Rockefeller.