“Un problema de credibilidad”
5 de diciembre de 2003Un grupo de activistas de la organización Greenpeace se apostó esta mañana a las puertas de la fábrica de Plutonio en Hanau, en el centro del país, para protestar contra la venta de la planta a Pekín. Los medioambientalistas proyectaron diapositivas contra la pared de la central nuclear en donde se veía el símbolo chino de la palabra ‘peligro’, otros levantaban mantas con exhortaciones a no vender la fábrica a China. La organización sostiene que la fábrica, propiedad de la multinacional Siemens, es capaz de producir plutonio con el que se pueden fabricar armas atómicas y por tanto su venta representa un peligro para la seguridad mundial.
Gobierno ‘incongruente’
Stefan Schurig, portavoz de la organización, calificó de ‘incongruente’ la política del gobierno alemán, que por un lado ha acordado un abandono de la energía nuclear en el país, y por el otro favorece la venta de esta tecnología a un país como China, cuyo gobierno viola permanentemente los derechos humanos, que tiene en su haber la represión contra el pueblo tibetano y ahora se prepara a declarar la guerra a Taiwan, en caso de que ‘su provincia’ rebelde se decida a proclamar su independencia.
Schurig criticó al ministro del Exterior y líder de Los Verdes, Joschka Fischer, quien siendo ministro del Medioambiente del Estado de Hesse, se opuso a que la planta entrara en funcionamiento. Según la prensa alemana, Fischer no sólo estaba enterado desde hace meses de las negociaciones entre Siemens y Pekín, sino que ha dado su visto bueno a la venta. “De ser cierto lo que afirma la prensa, Fischer tiene un gran problema de credibilidad”, dijo Schurig.
Vieja tecnología
La planta de procesamiento de plutonio de Hanau, es capaz de obtener plutonio del armamento nuclear, enriqueciendo por oxidación el uranio natural. Técnica conocida como Mixed Oxide, MOX. El plutonio es el metal pesado que sirve de base para construir bombas, pero también puede ser usado con fines civiles en la producción de energía eléctrica. La producción de MOX, es decir, uranio enriquecido como combustible de centrales nucleares y materia prima de armamento nuclear produce residuos en forma de uranio empobrecido. Se estima que en Europa existen unas 160.000 toneladas métricas de este residuo difícil de reciclar y altamente dañino al medio ambiente, una de las causas por las cuales existe en Alemania una fuerte oposición al uso de energía atómica.
La planta de Hanau es la mayor planta de Europa capaz de proveer combustible para centrales nucleares. Fue construida por Siemens en 1991 con un costo de 700 millones de euros, sin embargo, la creciente oposición en Alemania al uso de la energía nuclear detuvo su puesta en funcionamiento hasta que fue abandonada por Siemens en 1995. Hasta ahora, todos los intentos por vender la planta de Hanau han fracasado. Hace tres años las negociaciones para su exportación a Rusia, recibieron la oposición de Los Verdes.
Garantías de fines civiles
Los ministros del Exterior y de Defensa, Joschka Fischer y Peter Struck, aseguraron que la venta de la planta a China será autorizada por el gobierno alemán, siempre y cuando haya garantías de Pekín de que su uso tendrá fines pacíficos. “Condición para su venta es una garantía del gobierno Chino, de que no será utilizada con objetivos militares sino para producir energía atómica”, dijo Struck. Fischer, líder de Los Verdes y socio del canciller Schröder en la coalición gobernante, enfatizó su rechazo a la energía nuclear, pero reconoció que a veces “uno tiene que tomar decisiones amargas”. Fischer prometió que examinaría la petición de Pekín bajo la luz de los lineamientos jurídicos, considerando el riesgo de proliferación de armamento y de armas de destrucción masiva.
El canciller alemán, Gerhard Schröder, se mostró dispuesto a vender la fábrica a China durante su visita a ese país que inició el lunes pasado. Un anuncio que provocó sorpresa e incomprensión entre las filas de su propia formación, el partido socialdemócrata y sobre todo en las de sus socios de coalición, Los Verdes. Angélica Beer, parlamentaria del partido medioambientalista, demandó el rechazo de la exportación de la planta a China, argumentando que realizarla sería una hipocresía de Alemania.