La capital de Corea del Norte es todo un misterio. Recorrerla resulta una aventura que está llena de sorpresas. Aunque, claro, todo está controlado: el periodista siempre está acompañado de un agente del Estado.
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La ciudad se ve limpia. El metro suele circular atestado de pasajeros, pero tiene un servicio más que aceptable. La presencia de soldados en las calles es elevada, y son pocos los automóviles que circulan, si la comparamos con una gran capital occidental. Es parte de la magia de Pyongyang.