Un nuevo capítulo
1 de septiembre de 2010Como candidato presidencial, Obama prometió poner un pronto fin a la guerra en Irak. Ahora, como presidente, cumplió esa promesa. En este contexto, hizo bien al prescindir de palabras y gestos grandilocuentes.
Aún cuando las hostilidades oficialmente concluyen, 50.000 soldados estadounidenses permanecerán al menos un año más en Irak. Se les necesita urgentemente en un país marcado por la corrupción y la violencia, al punto de que en seis meses no ha sido capaz de constituir un gobierno propio.
Obama tomó nota de esta inestabilidad en tanto que dijo que Estados Unidos continuará su compromiso en Irak. Hay aún una deuda con este país, dijo. Pero para convertir este compromiso en realidad no se necesita un estado de guerra. Incluso el antecesor de Obama, George W. Bush, había explicado que no había enviado las tropas norteamericanas para que permanecieran como una fuerza de ocupación en el país. Los iraquíes deberán escribir su propia historia y seguir su propio camino, declaró en mayo del 2004 el entonces presidente estadounidense.
Más de seis años más tarde, Irak sigue representando una tarea pendiente para el Premio Nobel de la Paz Barack Obama. Además, éste aprovechó la oportunidad para subrayar su objetivo de no conducir la guerra en Afganistán hacia un conflicto interminable.
Las razones se ubican en el propio panorama interno. La economía de Estados Unidos es aún precaria y el desempleo alto. Así, resulta ciertamente poco frecuente pero lógico el hecho de que en su mensaje sobre Irak, Obama se haya referido también a los problemas económicos de su país y al enorme costo que la guerra implica. El pueblo estadounidense está cansado del conflicto y sus intereses primordiales radican en la recuperación económica y en la reducción del desempleo.
Los estadounidenses no están satisfechos con la gestión del gobernante Partido Demócrata, como lo demuestran las encuestas. Dos meses antes de unas elecciones parlamentarias que podrían significar una amarga derrota para los demócratas, con el anuncio del regreso de las tropas Obama también estaría buscando ganar terreno en la política interior.
Todo ello es sin embargo mejor que la política de su antecesor Bush, quien para ganar popularidad en su país trató de imponer por la vía de las armas concepciones y valores estadounidenses en otras latitudes.
El hecho de que Obama se procupe de los asuntos internos no es motivo de preocupación. Al fin de cuentas, un presidente estadounidense sólo puede conducir de manera exitosa su política exterior cuando goza de un sólido respaldo al interior del país.
Obama no se olvida de la política mundial, y prueba de ello es el comienzo esta misma semana de las conversaciones de paz para Oriente Medio, en Washington.
Autora: Christina Bergmann
Editora: Emilia Rojas-Sasse